jueves, 20 de diciembre de 2007

Chávez no rectificará

Entrevista al Dr. Joel Rodríguez Ramos


Nos arrastran hacia un terrible despeñadero

Ningún punto de la reforma se puede volver a plantear

Lo que el país necesita es una revolución de la verdad


Abogado, profesor universitario, hombre escrupuloso, culto, de una reconocida conducta rectilínea, sin pretenderlo Joel Rodríguez Ramos se ha erigido en una importante referencia dentro del ámbito de la disidencia a este gobierno.
Es de esos a quienes no da miedo llamar intachable.
-¿Visualizaba usted un inicio de año como el que hemos tenido?
-No, yo visualizaba un inicio de año más tranquilo; pero, conociendo al personaje como lo conocemos, tampoco me extraña lo que está ocurriendo. Genio y figura hasta la sepultura.
-¿No ha sido demasiado ingenuo el país? Con cada episodio se cree que el Presidente rectificará.
-Así es. La misma noche del referendo, dijo que él no iba a retirar su propuesta. A mí me llamó la atención aquello, porque esa propuesta había quedado definitivamente decidida. Sin embargo, pensé que reflexionaría. Caí también en esa ingenuidad. El Presidente no va cambiar, ni sus acólitos van a cambiar.
-Tras el triunfo del NO, los venezolanos clamaron por reconciliación.
-Todos los sectores. Recuerdo una mancheta de EL IMPULSO, por esos días, que decía, palabras más, palabras menos: nunca antes una victoria fue celebrada con tanta humildad. Pedro Carreño dijo que la reconciliación sólo habría sido posible con la reforma a la Constitución. La reconciliación no es contradictoria con la tolerancia, con las ideas distintas. La Constitución de 1961 fue aprobada con un gran consenso. La Comisión Redactora estuvo compuesta por personalidades que pensaban, todas, muy distinto. La presidieron Raúl Leoni, que era presidente del Congreso, y Rafael Caldera, que era el vicepresidente. Además la integraron: Arturo Uslar Pietri, Luis Beltrán Prieto Figueroa, Jesús Farías, Gustavo Machado, Guillermo García Ponce, José Guillermo Andueza, Orlando Tovar Tamayo, Ramón Escovar Salom. En aras de la paz y el desarrollo del país, aquellos hombres con pensamientos disímiles lograron ponerse de acuerdo y redactaron una Constitución que, quizá por eso, es la que más tiempo ha permanecido en vigencia.
-Ahora mismo, Chávez insiste en la reelección indefinida.
-Está visto que el propósito fundamental de la reforma no era la reducción de la jornada laboral, ni eran los derechos sociales, sino la reelección indefinida del Presidente. El pueblo ya decidió y eso no se puede volver a plantear durante este período.
-¿Ni siquiera por la vía de una enmienda constitucional?
-No, porque es una de las materias que fue rechazada en la reforma constitucional. Sería una burla a la decisión soberana del pueblo.
-Si no hay rectificación, lo único que se puede presagiar es más confrontación, más violencia.
-Así es. Yo creo que la insistencia del Presidente, en su Mensaje Anual, al plantear la reelección indefinida, aleja totalmente la posibilidad de una reconciliación. Nos acerca a unos estados de violencia que nadie desea.
-Iniciativas sin duda plausibles, como la amnistía, se han visto frustradas. Es un perdón cargado de espinas, que preserva odios y divide.
-Si algo está en la esencia de la amnistía, es que es un perdón general. La figura de la amnistía siempre ha estado dentro de la reserva legal, es decir, sólo puede decidirse a través de una ley. Una de las cosas malas de la Constitución del ’99 es que le otorgó demasiadas facultades al Presidente, quien puede dictar leyes habilitantes. En la Constitución del ’61 solamente era posible la habilitante para las materias económicas o financieras. Ahora al Presidente se le habilita para cualquier cosa. Puede reformar la Ley de Patronato Eclesiástico, o la Ley de Menores, si quiere. Él dictó una Ley de Amnistía discriminatoria, chucuta. Cuando hay una amnistía es para todos aquellos que supuestamente han cometido un delito con un mismo hecho generador. Si son los hechos del 11 de abril, todos los que están incursos en los posibles delitos perpetrados en esa ocasión.
-Porque se despenaliza el hecho en cuestión.
-Por supuesto, se está diciendo: ahí no hubo delito. Ese hecho no generó delito.
-La Fiscalía acentuó la discriminación, al asumir el papel de filtro para la concesión del beneficio. Y dicta sentencia anticipada, cuando dice que el perdón presidencial no aplica en el caso de los ex comisarios.
-Pero es que eso no le corresponde a la Fiscalía. Eso es materia exclusiva de la función jurisdiccional del juez. Los ex comisarios no cometieron delitos de lesa humanidad, que es una agresión generalizada y sistemática contra los derechos humanos. Por cierto, el 11 de abril murieron diecinueve partidarios de la oposición, y creo que no serían más de tres o cuatro los afectos al oficialismo. Por supuesto, toda muerte es lamentable.
-Es aberrante que en el país estemos sacando este tipo de cuentas.
-Así es. Pero valdría la pena preguntarse también quiénes son los responsables de los diecinueve muertos de la oposición.
-No hay igualdad ante la ley. ¿Qué tribunal se atrevería a darle la razón a Nixon Moreno, cuando el Presidente desde la Asamblea Nacional lo llamó delincuente y fustigó a la Iglesia por darle asilo?
-Eso es muy grave. Una de las disposiciones más importantes contenidas en la Constitución es que se presume la inocencia mientras no se pruebe lo contrario.
-Ese principio desapareció.
-Desapareció ayer, cuando el Presidente, en el Hemiciclo de la Asamblea Nacional, delante de toda la representación nacional, delante de todo el cuerpo diplomático, en cadena nacional, dice que Nixon Moreno es un delincuente. El Presidente violó la Constitución, se convirtió en juez.
-Hace rato se convirtió en juez.
-Bueno, sí, pero es que ahora lo hizo de una manera insólita, descarada. Además, calificó el asilo que otorga la Nunciatura Apostólica como una complicidad. El que califica el asilo es el estado asilante. Yo sentí vergüenza nacional cuando el Presidente se dirigió en esos términos al Nuncio Apostólico.
-¿El Presidente ha hablado de revisión y rectificación? ¿Se puede rectificar sin revisar una conducta?
-Yo creo que no habrá revisión ni rectificación. Para rectificar en primer lugar tengo que revisar, para admitir que me he equivocado.
-Pareciera que Chávez sólo desiste por instantes.
-El Presidente no rectificará nunca. La rectificación significaría el reconocimiento del adversario, y él tiene un proyecto hegemónico.

La culpa al elegir

-Mientras esta diatriba se mantiene encendida, los problemas fundamentales del país siguen intactos, y con tendencia a agravarse. La inseguridad, el desabastecimiento. Los servicios públicos dan dolor. La construcción de viviendas está casi en cero. La corrupción alcanza niveles pasmosos.
-Gobernar es una función muy difícil, que requiere dedicación, estudio, análisis, reunirse con mucha gente, ver experiencias en otras latitudes. Requiere además saber escoger y seleccionar a quienes van a estar alrededor. No pasa de cincuenta el número de personas con las cuales el Presidente ha enrocado su gabinete. El único propósito es el de perpetuar un régimen hegemónico, personalista, autoritario, militarista, socialista, marxistoide.
-El Presidente produce esos cambios para reforzar la idea de que la responsabilidad del mal gobierno es de sus colaboradores, no de él. Ha logrado que el pueblo lo exonere de culpas.
-Hay una figura jurídica bien interesante. Es la culpa in eligendo, o al elegir. Cuando yo elijo a alguien para una actividad y no la desempeña bien, no sólo es culpable esa persona sino también quien la escogió.
-Si algo no se le puede dejar de reconocer a este gobierno es su audacia. El año pasado pronosticó una inflación de 12 por ciento y fue del 22.5 por ciento. Después de tal descalabro, el nuevo ministro de las Finanzas anuncia para este año, aún con una incertidumbre mayor, una inflación del 11 por ciento.
-Yo no sé si llamar eso audacia. Eso pareciera más bien una especie de reincidencia en el deseo de engañar a la población. Yo he pensado en estos días que Venezuela necesita una revolución de la verdad. Que digamos siempre la verdad. El gobierno está inmerso en una revolución de pacotilla, desperdiciando el talento, el esfuerzo, el estudio, la investigación de tantos venezolanos que pudieran aportar mucho para la solución de los grandes problemas.

¿Frente a quién estamos?

-Chávez ha dicho en estos días su verdad respecto a las FARC. Ha dejado al descubierto su simpatía, su afinidad con la guerrilla.
-Ya teníamos ese temor, no había necesidad de que lo dijera. Bastaba ver al ministro Rodríguez Chacín, despidiéndose de los guerrilleros, cuando recogió a las secuestradas. Ya sabemos frente a quién estamos.
-Ahora resulta que ni las FARC ni el ELN son terroristas.
-Para el Presidente es un ejército insurgente.
-Y no habla de secuestrados sino de retenidos.
-Imagínate tú. Es evidentísimo que esas gentes son terroristas. Hace poco mataron a once diputados. Los mataron a sangre fría. ¿Recuerdas aquel asalto a la Corte Suprema de Justicia de Bogotá, cuando murió un buen número de magistrados? El pueblo colombiano se ha desangrado por esa lucha tan triste y tan lamentable. Ahora, Chávez le pide a Uribe que dialogue con las FARC, pero él no es capaz de dialogar aquí con sus adversarios. No sólo con sus adversarios políticos. ¡Con nadie!
-Parece que Uribe estaba muy bien informado, para actuar como actuó.
-Cuando Uribe dijo que el niño que tenían era Emmanuel, entendí que él estudia muy bien las cosas, va sobre seguro. Él debe tener una información que le permite saber exactamente la vinculación de Chávez con la guerrilla, y el propósito de cada uno de sus pasos.
-En el momento del rescate de Clara Rojas y Consuelo González, el ministro Rodríguez Chacín le dijo a los guerrilleros: "Estamos muy pendientes de su lucha (...) Mantengan ese esfuerzo y cuenten con nosotros".
-Más claro, el agua. Ahí está todo. ¿Qué significa “cuente con nosotros”? ¿Habla de respaldo logístico, económico, militar? Eso nos abre una interrogante terrible. ¿Es Venezuela, efectivamente, el territorio de expansión de la guerrilla colombiana?
-¿Qué visión del mundo tiene Chávez? Mientras aquí todos somos fascistas, delincuentes, lacayos del Imperio, Gouveia, aquel pistolero de la plaza Francia, es un señor. El chacal, un amigo. Las FARC, unos soñadores. El presidente de Irán, un paladín de la paz.
-Los venezolanos tenemos un gran reto, el de no permitir que este gobierno nos lleve por ese terrible despeñadero. Tenemos que hacer un esfuerzo muy grande. Chávez nos arrastra hacia situaciones impredecibles, desastrosas.

El rayón de un hombre honorable

-¿Recuerda haber sido profesor del gobernador Reyes Reyes?
-El gobernador fue mi alumno, efectivamente.
-¿Dónde?
-En el Decanato de Administración de la UCLA. Yo a todos mis alumnos los recuerdo con mucho aprecio. Él, por cierto, llegaba con su vestimenta de aviador. Él me decía que en diez minutos iba del aeropuerto de Barquisimeto al Golfo de Venezuela y que en ocho minutos llegaba a Palo Negro. A mí me parecían emocionantes todas esas cosas.
-Él, al parecer, no le guarda el mismo cariño.
-He opinado que el nombramiento del hijo del gobernador en el cargo de presidente del Consejo Legislativo es contrario a la ética. Te voy a dar un ejemplo que quizá haga entender mejor el asunto. En la universidad, en varias ocasiones, algunos profesores que impartían la misma materia que a mí me correspondía, me pidieron que les diera clases a sus hijos. Incluso uno me pidió que le diera clases a su esposa. Les proponían que cambiaran de sección, para no tener que evaluarlos, por esas razones subjetivas, afectivas. En el fondo, era por razones éticas. Esa es la misma razón por la cual el hijo del gobernador no puede ser presidente del parlamento. La moral son esas normas no escritas que están en la conciencia y en el corazón de las personas.
-El gobernador llama “tarados” a quienes critican el nombramiento de su hijo. Diagnosticó que usted sufre del mal de Alzheimer.
-Lamentablemente el régimen no responde las ideas con ideas, sino con agravios. Yo creo que no le interesa a nadie, ni al país ni a la sociedad, por ejemplo, que Joel Rodríguez pueda tener Alzheimer. Pero sí tiene interés para todos que el Estado se conduzca correctamente. Los que conducen una sociedad son quienes más ejemplo deben dar. Te contaré otra anécdota ilustrativa. Una vez el doctor Argenis Román rayó con su carro el mío, en el estacionamiento de la universidad, que es muy estrecho. Y aunque nadie lo había visto, no se movió de allí, hasta que yo llegué y me informó del incidente. Eso hace una persona honorable. Esa es una conducta ética. A mí sólo se me ocurrió decirle que era un honor que un hombre como él me hubiese rayado el carro. Eso es lo que los venezolanos le exigimos a quienes nos quieren conducir.

¡Tantos candidatos!

-¿Qué pasará, a su juicio, en las elecciones de noviembre?
-Si nos cohesionamos, si nos unificamos, podemos ganar muchas gobernaciones y alcaldías.
-¿Nos podríamos dar el lujo de verlo a usted como candidato?
-Entiendo que lo dices de buena fe, pero a mí me preocupa la proliferación de candidatos. Eso confunde a mucha gente. Agregar otro nombre, es sembrar más confusión. Yo no quiero complicar con ni nombre el panorama, pero sí quiero ayudar. Yo exigiría que nos pusiéramos de acuerdo, en un solo nombre.
-¿Cuál sugiere usted?
-En estos momentos no tengo ninguno. He visto varios nombres. A mí me parece muy respetable, muy serio, el profesor Pedro Pablo Alcántara. Es un hombre con una gran experiencia política, con una gran cultura. Creo que podría ser un excelente gobernador del estado.
-Y, ¿para alcalde?
-No quisiera mencionar nombres, pero he visto, por ejemplo, en Palavecino, que han surgido candidatos muy buenos. A ver, los voy a mencionar en orden alfabético: Henry Alviárez. Sería un excelente alcalde. Manuel Cols. Sería un excelente alcalde. Ambos son profesionales, trabajadores, serios. También se menciona a un personaje que me parece de mucha envergadura: Rafael Rodríguez Parra, quien fue juez. Por cualquiera de ellos tres votaría con el más grande de los gustos.
-¿Qué va a hacer la oposición con Henry Falcón?
-Henry Falcón no es de la oposición. Me ha llamado mucho la atención, observando a Henry Falcón, que el chavismo le ha dado muy duro, pero él se aferra al chavismo. Este señor, que no goza de las simpatías de Chávez, persiste en poner su figura al lado del Presidente. A mí eso no me gusta.
José Angel Ocanto



¿Qué pasó el 2-D?

-Yo todavía no sé cuál fue el resultado del dos de diciembre. Pero tampoco sé cuál fue el resultado electoral definitivo de hace dos años, cuando se eligió la Asamblea Nacional.
-¿Usted duda de las cifras oficiales?
-Yo sí dudo. Yo quisiera tener la información, mesa por mesa, para ver cuál fue el resultado verdadero. Yo he preguntado y en la oposición me han respondido siempre con evasivas. Me dicen que por ahí está lo que dice el CNE. Un momentico, eso tiene que ser publicado, tenemos que verlo. Hace poco decía Ezequiel Zamora que dos mil mesas no fueron escrutadas.
-Todavía cuesta creer que el CNE haya proclamado la derrota de Chávez.
-Es que yo creo que el volumen de votos a favor del NO fue abrumador. Yo no creo que haya sido esa pírrica victoria que señaló el CNE. Súmate dijo que la diferencia fue entre seis y ocho puntos. Cuando un gobierno tan difícil como este reconoce una derrota, es porque la diferencia fue mayor.
JAO


lunes, 17 de diciembre de 2007

Entrevista a José Ángel Ocanto

"Me preocuparía que los lectores
me persiguieran y el poder me aplaudiera"


(Entrevista publicada en la revista Gala, el 9 de diciembre de 2007)

José Ángel Ocanto es un periodista que no muestra a primera vista la capacidad demoledora de su pluma. Sin embargo, cuando escribe en plan crítico sobre los problemas del país, JAO es implacable y pone el acento donde debe ponerlo, sin otra concesión que la que dicta su conciencia y su responsabilidad como ciudadano.
Alguien dijo una vez que José Ángel Ocanto y su Campanas en el Desierto son los guardianes, los centinelas de la democracia en Venezuela. Una vez le gritaron: ¡Valiente, valiente! y JAO ni se inmutó. Le parecía demasiado para un periodista que sólo cumple con su deber.
-¿Qué sonido tienen las Campanas en el Desierto?
-No hay nada más multifacético que una campana. Unos poetas resaltan su acento umbrío. Otros lo asocian con la atmósfera de diciembre. Hemingway, quien acabó suicidándose, nos recordó que las campanas doblan por uno. Baralt escribió que una buena crónica periodística es como una campana en enero. Para mí la campana es un grito que asocia al hombre con sus dioses.
-¿Siente que la respuesta de sus lectores es positiva?
-La campana me ha dado de todo. Alegrías, sustos. Gracias a la campana me han dicho cosas muy bellas los lectores, mientras el poder me ha amenazado. Creo que está bien así. Lo inaceptable para mí hubiese sido que los lectores me persiguieran y el poder me aplaudiera.
-¿Cómo convencer a un chavista para que escuche bien el alerta de sus campanas?
-Un chavista no es un ser distinto, un fenómeno. Sólo que ha estado encandilado por un mensaje populista, delirante, por el carisma de un demagogo sin escrúpulos.
-¿Le gusta la política como oficio?
-Me gusta orbitar la política. Es decir, sentir sus vibraciones. Me gusta de la política que sirve para tomar decisiones. Esa es la parte mágica y estimulante del asunto. No me gusta de la política su necesidad implícita de mentir. La política es para mí exactamente como un volcán. Un formidable espectáculo sólo para ver desde lejos.
-¿Es verdad que todos los políticos despiertan sospechas?
-Por lo general, sí. He conocido dos o tres dirigentes políticos realmente nobles, con ideas bien formadas, y dispuestos a darlo todo por el bienestar de los demás. Muy pocos políticos sienten necesidad de cultivarse. Muy pocos leen. Nunca se les ve en una sala de teatro. Otra cosa que me incomoda de ellos es cómo cambian y se tornan inaccesibles cuando están en el poder.
-¿En política vale todo?
-No debería, pero es así. Fíjate que son escasos los líderes que se atreven a llevarle la contraria a la opinión pública. ¿Será porque aquí tampoco hay opinión pública?
-¿Cuál ha sido el político más interesante para usted, hablando periodísticamente?
-Churchill, quien planteó que el problema de nuestra época consiste en que sus hombres no quieren ser útiles sino importantes. En Venezuela, José María Vargas.
-¿Y el menos atractivo para una entrevista?
-Freddy Bernal.
-¿El periodismo le quitó a JAO la oportunidad de consolidarse como escritor?
-Esa es la generosa tesis del paisano Juan Páez Ávila. Quizá el periodismo me salvó de escribir malos libros.
-¿Su mejor campanada?
-“Con nuestros hijos no se metan”.
-¿Le gusta tomarse un trago para reducir tensiones?
-Me gusta tomar cuando estoy alegre. Me gusta tomar para festejar, no como escape.
-¿Lo campanea o simplemente se lo toma y ya?
-Campaneo. Nunca tomo un trago solo. Una buena compañía es fundamental.
-¿El amor está reñido con la política en este país?
-El político traiciona a todos porque sólo se casa con el poder.
-¿Y el periodismo?
-El periodismo es una forma de amar y de dejar una descendencia en el papel.
-A usted no lo atrae ni el fútbol ni el béisbol, ¿en qué se entretiene cuando no escribe?
-Me da pena decirlo, pero el béisbol me aburre. El fútbol me atrae sólo en los mundiales. Me gusta más el atletismo. Cuando no escribo, leo, oigo música.
-Dígame el nombre de un Presidente que se haya merecido el cargo en Venezuela.
-Rómulo Betancourt.
-¿Qué cosa hubiera dicho Bolívar si resucita mañana?
-Habría pedido que lo bajaran de las estatuas, porque lo vuelven rígido, inexpresivo. Habría reclamado con amargura la deformación que entraña el término “bolivariano”.
-¿Que entiende como socialismo del siglo XXI?
-Una lastimosa mezcla de payaserías y de lecturas inconexas, fuera de contexto y sin rigor histórico.
-¿Cómo llamaría lo que estamos viviendo los venezolanos en este momento?
-Es una lección que estamos obligados a asimilar, para no repetir jamás los vicios del pasado que nos trajeron hasta aquí.
-¿Cree en Dios y en la Divina Pastora?
-Siento la infinita y devota necesidad de creer.
LRM


Discurso


Discurso de José Ángel Ocanto
En Solemne Acto Académico
de la XII promoción de Bachilleres en Ciencias Año 2007
Unidad Educativa Francisco Tamayo.
Cabudare, 26 de junio de 2007


En primer término, debo agradecer profundamente el alto honor que me ha sido inmerecidamente concedido, al tener la oportunidad de dirigirme a ustedes, nuevos bachilleres de la república, en este, no definitivo, pero sí trascendente, y fundamental escalón que dan en su formación académica y en sus vidas.
Llegan hasta aquí gracias a la suma de varios factores esenciales, que deben ser destacados, en nombre de la justicia. Primero, el amor de sus padres, comprometidos como nadie en los giros que habrá de dar la existencia que recién comienzan, en los pasos que emprenden ahora hacia los candiles insomnes de la realización, en búsqueda del objetivo supremo de la excelencia, de la aptitud, en fin, del ser útiles. Además, celebran hoy este temprano galardón, en virtud de la orientación cercana, experta y humana, de sus profesores. Igualmente, por la materialización del deber que resulta ineludible para un Estado, y para una sociedad, consustanciados en cualquier circunstancia histórica con la ilustración de cada uno de sus ciudadanos, en la tarea de brindarles, a todos, en la medida de sus talentos y vocaciones, las herramientas esenciales que les permitirán afrontar los desafíos de un futuro siempre incierto, siempre nebuloso, siempre por descubrir, siempre por construir.
Porque es falso que exista un destino ya prefigurado, del que no nos podemos zafar. Es falso que no tengamos más remedio que resignarnos a ser simples briznas en los vientos de una predestinación frente a la cual no nos queda opción sino la de cumplir lo ya dispuesto por fuerzas e intereses superiores y extraños.
Sería esa una triste suerte para el hombre de cualquier época. Para el de las edades pretéritas, así como para el de hoy, pleno de progresos tecnológicos y de hallazgos científicos hasta hace apenas unas horas desconocidos, impensados.
Nadie, por ejemplo, predijo los drásticos cambios que en la segunda mitad del siglo pasado y en los albores del presente, se derivarían de la prodigiosa red informática que nos convirtió, de pasajeros de carruajes, trenes o aviones, en internautas capaces de profanar todas las fronteras, y de sorber a punta de teclados y de chips, todas las culturas, con sus luces y sombras. Preparados o no, de repente somos los ocupantes de la una vez profetizada aldea global.
La historia nos enseña que la extraordinaria fuerza de un pensamiento, de una lucha, de una causa abrazada con denuedo, ha sido capaz repetidamente de modificar los rumbos y sentidos del planeta, y de las culturas, unas veces para bien, como en el caso de Mahatma Gandhi, el de la no-violencia, otras para mal, como en el terrorífico ejemplo del genocida füher Adolfo Hitler.
Han escogido ustedes para esta XII promoción de Ciencias de la Unidad Educativa Francisco Tamayo, un nombre que, más allá de las consignas o banderas políticas, entraña un valor substancial: el de la moral que, junto a las luces, en el ideario robinsoniano, deberían irradiar “todos los espacios, en todos los momentos”.
Hace años una “Carta abierta a la juventud de hoy”, de André Maurois, me inculcó una certidumbre que en este momento deseo transmitir a ustedes, en instante tan solemne, imborrable, como fuente de un precioso saber. Rebatía el filósofo, a sus ochenta años, la esparcida idea de que “los viejos valores morales han ido a reunirse con las viejas lunas”.
“¿Un alma nueva en un cuerpo nuevo?”, se preguntaba Maurois. “No creo tal cosa”, advertía de seguidas. “¿No tenemos nosotros un corazón, un hígado, arterias, nervios, como los hombres de Cro-Magnon? En cuanto al alma, los valores morales no han sido inventados por seniles moralistas. Son valores, porque sin ellos no podrían sobrevivir ni la sociedad ni la dicha”.
Y planteaba el maestro una serie de reglas, tan antiguas como la civilización, decía. La tercera es una en la cual pretendo detenerme, a propósito. Se trata de “creer en el poder de la voluntad”. Porque, adicionaba el citado autor, “cualquiera que tenga el valor de quererlo, puede modificar su propio destino (…) La libertad vive en la frontera entre lo posible y la voluntad”.
No se trata, claro, decimos nosotros, ahora, de una voluntad ciega, improvisada. No todos los voluntarismos son garantía de un mañana mejor, de una vida más digna y edificante. No todas las iniciativas, por apasionadas o bien intencionadas, conducen al fortalecimiento de la paz, de la justicia, del brillo del respeto a las ideas, las semejantes igual que las ajenas. Ni, tampoco, por cierto, es la sumisión colectiva la actitud que evitará los excesos o deformaciones.
Corresponde, por tanto, a los jóvenes, convenir en que más que esperanzas para un mañana que, postergado una y otra vez fatalmente nunca habrá de ser alcanzado, son, ya, los convocados a asumir, en el presente, sin más dilación, las premuras, las encomiendas, de una patria en la que tanto hay por hacer, en la que tanto hay por corregir, en la que tanto hay por soñar.
Creer en el poder de la voluntad comporta no dejarse arrastrar, un segundo más, por la indiferencia, por el alegre desdén. Traduce entender el crimen que se comete al dilapidar los ardores que estremecen al alma joven. Sin el ánimo de desconocer que cada etapa de la vida depara sus disfrutes propios, y lícitos, sal y jugo de la existencia, ¿cómo desperdiciar tan caro combustible en el arrebato infecundo, en el delirio yermo, en los días descontados sin novedad? Los signos del corazón palpitante de una nación no son cosa sólo de viejos. La experiencia de unos, al lado del ímpetu de otros, calzan, sin duda, la combinación exacta para avanzar con más fuerza y menos sobresaltos, en los derroteros que nos aguardan, o mejor, muchachos, que ya transitamos.
Derroteros que claman por participación, por acceso ancho a la posibilidad de influir en la toma de las decisiones públicas. ¿Acaso no nos afectan a todos? ¿Acaso no influirán en la calidad de vida de la actual generación, como de las venideras? ¿Acaso alguien, en particular, puede arrogarse la potestad de disponer con qué ojos debemos mirar al mundo, y con qué ideas o prejuicios debemos concebirlo, y entendernos nosotros mismos?
Formar los republicanos, una vez alcanzada la Independencia, como clamaba lúcidamente don Simón Rodríguez, es una tarea aún pendiente, y cuánto. Y si dentro de un cuarto de siglo habremos de estar lejos, o un poco más cerca, de coronar ese propósito, dependerá en buena medida, sépanlo, de ustedes. Las ópticas y doctrinas diametralmente contrapuestas que pugnan en el país actual, dibujan en el horizonte cercano una incógnita severa que sólo puede ser acometida con una prudente pasión. Pasión para echar a andar, siempre, prudencia para no dar saltos en el vacío, jamás.
Rían, vivan, disfruten. Y, estudien, fórmense. Sean capaces de recrearse y también de pensar. Entiendan que cada época que vivimos es más exigente que la anterior. No dejen de gozar la juventud, delicia pasajera, pero entiendan que la vida no es una eterna fiesta, atiborrada de zumbidos que nada les dicen al oído, de simplezas que nada les dicen al corazón. Triunfos y sinsabores, riesgos y amables sorpresas se alternarán en sus pasantías por estos suelos de Dios. El mismo Maurois les diría, si estuviera aquí, que estén prestos a vérselas con la traición de personas a quienes consideraban amigas, pero, asimismo, a encontrar “en medio de las tribulaciones, la abnegación más incomparada, el amor más delicado, la constancia en los seres que creían más indiferentes o frívolos”.
No esperen que nada les sea dado sin sacrificio. No aguarden que un día de estos descienda un prodigioso maná del cielo. No pretendan que nadie les prepare o reglamente el futuro. Gánenselo ustedes mismos. ¿De qué puede ser sinónimo la palabra joven, sino de rebeldía, de insatisfacción? Proporciónenle una causa, eso sí, a la rebeldía, para que tenga sentido, para que se vuelva razonable.
El mañana será de ustedes, sólo si ustedes quieren.
Muchas gracias.

Esto va a terminar cerrado

Marisabel Rodríguez



Pierda o gane, el Presidente, pierde. Pierda o gana, pierde. Si él llega a ganar, está perdiendo

Yo siempre he creído que Dios toca a un hombre malvado y lo vuelve bueno

Cuando estaba embarazada de Rosinés, me hicieron dos atentados

A mi padre le compraron la conciencia

En abril de 200 me dije: esto es el fin de algo y el comienzo de una historia que no va a terminar bien



Uno llega a la casa de Marisabel Rodríguez, la ex del presidente Hugo Chávez, en la urbanización Valparaíso, vía a El Cercado, buscando una mansión, una fortaleza rodeada de militares. (Hay tantas leyendas tejidas alrededor de ella).
El nombre de dos pequeñas viviendas unidas, bautizadas Bethania, es sólo el anuncio de una sala saturada de figuras religiosas. Un Cristo con sus manos abiertas, nos muestra la huella de los clavos, en el Gólgota. Cerca de un rincón, una fotografía mediana con marco dorado la muestra esplendorosa, envuelta en ese extraño glamour que asegura el poder. Y si afuera ni un solo policía la resguarda, aquí, adentro, por ninguna parte aparece un solo rastro del hombre que marcó su historia, y volteó su vida.
-Esta casa, y la de la granja, se llaman Bethania, porque yo en una oportunidad tuve una experiencia mística, allá en Bethania, en el estado Miranda, con una persona maravillosa, quien sólo se nos fue físicamente; porque ella continúa siendo una luz para mucha gente que la conoció. Hablo de María Esperanza de Bianchini, a quien le agradezco sus palabras de aliento en muchos momentos difíciles de mi vida. Fue en momentos en que estuve a punto de flaquear, de sucumbir.
-¿Qué momentos fueron esos?
-Antes del golpe de abril de 2002, bueno, no es que las cosas se pusieron mal ese día. Había muchísimas cosas con las que yo no estaba de acuerdo. Por ejemplo, en aquellos momentos, la conformación de los Círculos Bolivarianos. Pero no porque yo no crea en mis compatriotas que actúan de buena fe, sino porque no sabía para qué iban a ser utilizados en un futuro. Si eran redes con fines humanitarios no tenían por qué ser conformados bajo la arenga de la violencia. Cuando eso comenzó a forjarse, y hubo ataques a El Nacional, a mí me aterraba aquello. Me preguntaba si actuaban a motus propio, y era una violencia espontánea. Cuando pregunté se me aseguró que no, que eran lineamientos que venían de adentro. Entonces empecé a sentir un remordimiento muy grande. Luego quise asumir que era una especie de mal necesario.
-Los sucesos de abril le asignaron un papel estelar.
-Después del golpe, del 11, del 12, yo regreso el 13 a Caracas. Estuve dos días en Miraflores, y dije: esto es el final de algo, pero es el comienzo de algo. Algo que no me gusta. Se estaba comenzando bajo la premisa de que: vamos a anotar bien qué pasó, quiénes lo hicieron, cómo pasó, para así pasar facturas. Y fíjate que las facturas las vienen a pasar ahorita, tantos años después.
-Hay quienes dicen que, en abril, momentos antes de abogar a través de CNN por la integridad del Presidente, usted, ya aquí en Barquisimeto, estuvo a punto de estallar y decir muchas verdades, algunas de las cuales ahora está revelando.
-No, José Ángel.
-No es así.
-No, no. Es que quien me conoce a mí, sabe que no actúo viendo las oportunidades. Porque no tenía por qué venirme de Caracas en ese momento. Ese día de lo que yo sí estuve a punto fue de salir del país, para salvaguardar la seguridad de mis dos hijos y la de mi madre. Había visto tanto, tantas caras escondidas…
-¿Qué pasó después?
-Cuando vengo a Barquisimeto, me vengo convencida de que el Presidente había renunciado. Luego, cuando veo las imágenes del general (Lucas Rincón, entonces Inspector General de la Fuerza Armada) diciendo que efectivamente había renunciado, obviamente pienso que es verdad, y me vengo, a refugiarme en mi casa. Sabemos que no fue un proceso legal, ni normal. Fue un momento inconstitucional en la historia del país.
-¿Acepta que hubo vacío de poder?
-Hubo un vacío de poder, porque en ningún momento salió el vicepresidente diciendo: aquí estoy yo, señores, para lo que tenga que pasar. De manera que, estando yo en Barquisimeto, el Presidente, cuando habían pasado varias horas, me llama y me dice: yo no he renunciado. Quiero que hables y que lo digas al mundo. Yo le dije: ¿cómo voy a decirle eso al mundo, si hay la voz de un general, diciendo que renunciaste? Además, yo estaba sola. Él me dijo: ¿vas a arrugar ahora?, ¿te vas a echar para atrás?, yo sabía que no contaba contigo. Yo lo que hice fue pedir que lo dejaran salir, ante versiones según las cuales lo iban a matar, o que ya lo habían matado. Fue un acto humanitario.
-¿Lo sigue creyendo así?
-Yo creía que, ante tantos errores, después de ese trancazo, iba a reflexionar. En sus primeras palabras dijo que había un sincero y profundo deseo de rectificar los errores. Lo dijo, besando crucifijos. Yo siempre he creído que Dios toca a un hombre malvado y lo vuelve bueno.
-Y entonces volvió presurosa al regazo del poderoso y amante arrepentido.
-Yo vuelvo a Miraflores y empiezo a observar que las preguntas no eran: ¿qué te pasó, cómo estás?, sino, ¿a quién viste?, ¿quién se volteó? Yo había visto por la televisión que muchos en ningún momento defendieron a Hugo. Sólo trataron de defenderse a sí mismos, y salvaban su pellejo. Pero él les preguntaba a sus ayudantes qué había hecho fulano, y el otro. Lo que se advertía era una sed de venganza. Fue entonces cuando me dije: esto es el fin de algo y el comienzo de una historia que no va a terminar bien.
-La gente suele criticarla porque usted se deslindó del Presidente, sólo a partir del momento en que él la destituyó como presidenta de la Fundación del Niño. Antes lo convalidó todo, al menos con su presencia.
-Hablé ese día, pero accioné antes. Una manera de accionar, que la gente no la quiere ver, y la tiene allí, pero no le parece tan tangible, es el hecho de haberme venido de Caracas.
-Disculpe, pero ¿usted se vino o la vinieron?
-No, yo me vine. La demanda de divorcio la proceso yo, y de hecho, había una comunicación tan reducida que el señor Presidente se enteró de que yo me había venido, a través de la prensa. Hablé con mi hijo grande, la nena estaba más pequeña, hablé con mi mamá. Obviamente, hubo un sector de mi familia que se oponía. Claro, yo entiendo, no es lo mismo que digan que eres de la familia de fulanita, o familia de Marisabel.
-Después de separada del Presidente, usted siguió en la Fundación del Niño. De repente la sacaron. ¿Por qué?
-Cuando me caso. ¿Por qué ese pase de factura? Yo no necesitaba ser la esposa del Presidente para estar allí. Sólo necesitaba su aprobación o autorización.
-¿No serían celos? ¿El Presidente sabía de ese noviazgo suyo?
-Yo me imagino que él lo sabía, en el sentido de que este año no tuvimos comunicación, pero como tiene la seguridad de la nena aquí… Para entonces yo tenía un mínimo reducto de seguridad. No me apena decirlo, José Ángel. Un mínimo reducto son dos policías que me acompañaban a donde yo iba. Yo no me avergüenzo de decirlo, porque en este estado cualquier chino tiene cinco policías a quienes les paga para eso. Entonces, que la mamá de la hija del Presidente, un señor con tantos amigos y tantísimos enemigos, tuviese dos policías para acompañarla, no está demás. Porque esa niña es sujeto de seguridad de Estado.
-¿No tiene, en verdad, ninguna seguridad?
-Nooo. Desde el día en que me casé. Yo siento miedo. Cuando yo estaba embarazada de Rosinés, a mí me hicieron dos atentados. A mi chevette le cortaron el tubo de la liga de frenos y por poco me mato en la Ribereña. Luego, con ocho meses de embarazo, tuve un choque muy misterioso. Ahora, yo paso la hoja. Tú mejor que nadie sabes que no soy una persona revanchista, de odios o rencores.
-¿Es cierto que, estando casados, el Presidente la golpeó?
-Nunca. Nunca. Lo pudiera decir ahora, para dañarle la imagen al Presidente. Nunca.
-¿Qué le quitó y qué le dejó esa experiencia de Primera Dama?
-Me dejó mucho, y me quitó mucho. Si hago un balance, tengo que ser clara, tengo que ser honesta, y decir, mira, me dejó algo importante: estar allá adentro, vivir y ver las cosas que vi, y poder estar ahora de este lado. Tuve la oportunidad de ser constituyente, y aprendí muchísimo. En esta coyuntura, porque el llamado a referendo era ilegal, yo le pedí a Dios que me enviara una señal. No me quería sentir como una campana en el desierto, con su clan, clan, clan, y que nadie me oiga. Cuando oí al general Baduel hablando, me dije: ¡este es el momento!

Los escenarios factibles

-¿Qué escenario vislumbra usted para este domingo? ¿Acaso el triunfo de uno de los bloques sin una mayoría determinante? El liderazgo de Chávez perdió el abrumador aliento popular de antes. ¿Qué le espera a una Constitución reformada con tan débil respaldo, si es que gana el Sí?
-Esto va a estar cerrado. Una cosa te voy a decir: pierda o gane, el Presidente, pierde. Pierda o gana, pierde. Si él llega a ganar, está perdiendo.
-¿Cree que él reflexionará?
-En algún momento tendrá que sentarse a hacerlo. Él está imbuido de poder. El poder es adictivo. Es como el dinero, que mientras más tienes, más quieres. La Constitución le está diciendo a él en estos momentos cuáles son sus parámetros, y como no cabe en esos parámetros, quiere cambiarla, necesita cambiarla. Uno oye discursos como el de que: necesito llegar al poder para cambiar ciertas cosas. ¡Pero es que tú estás en el poder! ¿No puedes cambiarlas con lo que tienes? ¿Por qué después de nueve años, aquí no hay un sistema hospitalario digno de los venezolanos, ni redes de alimentación decentes? Es indigno hacer una cola de horas para comprar un kilo de pollo, y después ser marcado en un brazo para que no puedas comprar otro.
-El 13 de abril el Presidente regresó a Miraflores por el accionar militar de Baduel, por un lado, y su desgarrado grito en CNN, por el otro. Es fácil imaginar qué puede esperar el resto del país si precisamente ustedes dos están hoy en desgracia, frente al régimen.
-Somos los mismos dos, fíjate tú. Yo no me había dado cuenta de eso. Creo que pueden pasar cosas conmovedoras, porque no creo que los propios chavistas se quedarán inmóviles, indiferentes, al ver el pase de factura que a uno le hacen. ¿Tú crees que a uno como hija no le da dolor ver cómo a tu padre le compran la conciencia?
-El se puso del lado del Presidente. Dijo, en rueda de prensa, que Chávez es un hombre bueno. ¿Le compraron la conciencia?
-No pienso que lo compraron como tal. Pienso que está tratando de resguardar los intereses de la familia, de sus hijos, su hija, su esposa.
-¿Se refiere a intereses económicos?
-Sí, bueno, no sé, supongo. Nunca he permitido que algún familiar mío chupe del poder. Yo en una oportunidad tuve problemas fuertes con él, porque le pedí que se retirara de mi entorno. No me gustaba. No estoy de acuerdo con eso. Ahora, él sigue siendo mi padre. Le guste o no le guste, me guste a mí o no lo que él ha dicho.
-Esa experiencia suya no es única en el país. Muchas familias se han visto desintegradas. Hermanos enemistados, amigos que rompen…
-Parejas que se han divorciado. ¿Sabes dónde se ve mucho eso? En el mundo militar. Muchas esposas de militares no han estado de acuerdo con que a ellos se les someta y presione de esa manera. Ese es uno de los saldos rojos de este proceso. ¿De qué te vale tratar de construir un país equis, si destruyes miles de familias?, ¿de qué te vale ser el ideólogo de un mundo nuevo, si cerca de ti se han desmoronado tantas familias y tantas ilusiones?
-¿Es verdad que ese trauma suyo no fue en vano, que usted, al menos, quedó muy rica?
-Guao. No estoy mal. No es más feliz quien más tiene, sino quien menos necesita. Tengo una granja donde consigo la paz que no se consigue en veinte palacios de Miraflores, en veinte casonas. Donde se respira tanta paz, que el señor venía a respirar paz allí. Ahora, resuelta estoy, y si hay algo de holgura, mucho mejor. No soy dueña de Locatel, ni del gimnasio que dicen por ahí. No soy, justamente yo, la que cierra los centros comerciales cuando va a comprar. Eso se sabrá algún día. Que lo descubra el detective José Ángel Ocanto. Ahora, si uno puede mejorar y vivir dignamente, ¿por qué no? A mí me da risa la incoherencia de todo lo que se dice ahora. Que estás buscando un mundo mejor, pero le estás quitando la paz a la mitad del mundo. ¿Cómo vas a buscar un mundo mejor si sólo estás pendiente del enfrentamiento, de la pelea, del odio? ¡No puede ser!
-¿Desde cuando no ve Rosinés a su padre?
-Ay, ¡desde hace mucho tiempo!
-Una última pregunta, Marisabel. Usted debe saberlo. ¿Hasta dónde llega la influencia de Fidel Castro en Hugo Chávez?
-Hasta donde yo no puedo imaginar, y, fíjate, yo tengo una gran imaginación. Mira, si esto gana, será una bombita de tiempo nada más. Ni los chavistas van a soportarlo. Muchos apoyan eso pensando en que ahora les dan algo. Y, ¿es que ustedes no piensan que llegará el momento en que ya no los necesiten, como tontos útiles, y los pongan a un lado? Piensen qué no les puede pasar si a la mujer que le salvó la vida le pasa esto. ¿Por qué no se pasean por eso? Pueden decir, es que si yo hablo bien del Presi y lo apoyo, me pongo en la buena. Pero, si mañana, por alguna razón, tienen que disentir. Algún día que tengan que decir, hasta aquí, van a sufrir las mismas consecuencias. Hoy quizás reciben una ayuda, un terreno, un carro, un apartamento. Y yo les pregunto, ¿dónde están los papeles de propiedad de ese carro o de esa casa? ¿Dónde dice que ustedes son los dueños? Eres pisatario, o depositario, pero dueño no eres.

Esta vez no podrán

No quisiera, por nada del mundo, estar en los zapatos de la señora Tibisay, este domingo dos de diciembre, a eso de las 8 de la noche.
"¡Ay qué terrible ocho de la noche!/ ¡Eran las ocho en todos los relojes!", pudiera exclamarse, parodiando a García Lorca.
Será, más o menos, la hora en que se producirá la cadena de radio y televisión del "Poder Electoral", para anunciar los resultados de la jornada referendaria.
El pueblo, se dirá una vez más, atendiendo el libreto, "ha dado muestras de su proverbial comportamiento cívico". "La Venezuela democrática expresó su voluntad, recogida en consulta transparente, la más verificada en el mundo, como le consta y han certificado los actores". "La participación ciudadana ha vencido los negros augurios que se pretendió lanzar contra la única manera pacífica de solventar los conflictos, en democracia", apuntará la dama, su sonrisita postiza, fijos los ojos en el teleprompter de la cámara. Con esa cursilería oficial de moda dirá que el fallo de la mayoría deberá ser acatado por "todas y todos". Quizá se agregue, en procura de una estocada mortal, que "esta ha sido una victoria de la paz, y de la convivencia, por encima de las incitaciones de quienes pregonan salidas o aventuras violentas y el desconocimiento de las instituciones". Bla, bla, bla.
Esta vez la rectora asumirá una pose que pretenderá ser más digna, más sobria. En una palabra, neutral, ajena. Nada de las carcajaditas y cuchicheos que se permitió con Cilia, cuando ante las cámaras destiló una dulzura empalagosa. Ni asomos siquiera del rostro sulfurado e irascible que se colgó al recibir a los estudiantes. Con su lacia cabellera volteada desde hace algunas semanas hacia el lado izquierdo, como el pescuezo del caballo en el Escudo, qué casualidad, la chillona e impersonal voz de doña Tiby tratará de convencer a los "ciudadanos y ciudadanas" de este país, de que nada de cuanto está en juego tiene relación alguna con sus pareceres o creencias. ¿Qué demonios tiene que ver el triunfo del Sí, o del No, con sus ideales y pasiones?
Claro, ella cuando recibió el cargo juró que seguiría los pasos y la obra de Jorge Rodríguez. Es un dato que, objetivamente, no se puede poner de lado así como así, habida cuenta de la posición que hoy ocupa su antecesor. No hay, en el entorno del mandamás, nadie más histérico, afectado y desequilibrado, que aquel quien, antes de saltar a la Vicepresidencia, tenía por encargo dar garantías de rectitud en las elecciones, y sólo las atiborró de un misterio engorroso, inauditable. En sus manos una elección pasó a ser sinónimo de ocultación, de hilos clandestinos, de Registro Electoral impenetrable, nocturno, de pasos sin huellas, de máquinas inculcadoras de miedo, de la sensación de estar siendo observados, de listas canallescas. ¿Era sincero el psiquiatra cuando hablaba de consultas electorales blindadas (¿blindadas para qué, blindadas para quién?), o finge ahora, al berrear y agitar, vestido de rojo rojito de pies a cabeza? ¿Hay alguna prueba de que sus babosas devociones hacia el líder del proceso surgieron de repente, fuera ya del CNE?
Poco han cambiado las cosas, la verdad sea dicha. Es muy corto el trecho que hay desde aquella célebre y exquisita frase del psiquiatra-rector, dirigida a Salas Feo: "Señor Pollo, hay que saber perder", hasta las que estrenó este miércoles en la noche la señora Tibisay, nuevamente irascible, con flema similar a la de Iris Varela, al hablar de las "campañitas de rumorcitos", desplegadas por "pequeños grupitos", insignificantes, pues, que exigen garantías, refiriéndose al voto bajo protesta del Comando Nacional de la Resistencia. Y, encima, cuando, a escasas horas de que lo pidiera, justamente, el psiquiatra, dio cuenta, como si se tratara de un trámite rutinario más, entre tantos, que estaba procediendo a abrirle una averiguación administrativa a la Conferencia Episcopal Venezolana, por opinar que la reforma es "moralmente inaceptable", sin formar parte los obispos de ningún bloque.
La única explicación válida es que el régimen tiene el propósito de enlodar al Consejo Nacional Electoral, y hundirlo, si cabe, en un descrédito aún mayor, con tal de alentar la escapatoria menos riesgosa de cara a una derrota inminente: la abstención. Doña Tiby no puede desconocer algo elemental en extremo: no es preciso formar parte de un bloque para fijar una posición. Lo sabe, como sabía perfectamente a quién beneficiaba al prohibir la difusión de encuestas, en el instante en que se alinearon todas. Y si lo ha olvidado, aún está a tiempo de recordar que ella no está en la posición que desempeña para calificar las exigencias de pulcritud, sino para garantizarlas, vengan de quien vengan, así se trate de un "grupito". La lectura del principio según el cual usted está llamada a ser imparcial no forma parte de un "rumorcito". Es el estremecimiento de un país harto ya de engaños y humillaciones. Es un mandato implícito en la condición de todo árbitro. Es su obligación. Para eso está allí, y punto.
Esta es la razón, misia, que me mueve a no querer estar un solo segundo en sus zapatos el domingo, y menos aún cuando "en todos los relojes" sean las ocho de la noche. La comprendo. Entiendo sus nervios, su inestable humor. La cosa se le puso difícil. No puedo anticiparle que, conforme usted ordena, habré de "reconocer" por anticipado sus cuentas, antes de escarbar en ellas. Antes de distinguir si la Venezuela que usted dibujará esa noche se parece o no a la que desfila por las calles de barrios y urbanizaciones, vestida de indignación, de hartazgo, y de una angustia capaz de vencer todo el repertorio de groseras intimidaciones que ha empleado con arrebato el régimen, cansado, ya, de lanzar bombas, de maldecir, de aborrecer, de sudar resentimientos, de lanzar escupitajos, de arrastrar cuerpos que vuelven a levantarse, aún amoratados, sacudiéndose con intacta dignidad sus heridas y sus ascos.
Hablando de sus cuentas, misia, acabo de comprobar, por ejemplo, que Rodrigo Granda Escobar, el mismísimo "canciller" de las FARC, ese "caballero" como alguien gustaría en llamarlo, posee la cédula de identidad venezolana número 22.942.118 y en la página web de su CNE, aparece inscrito en el Registro Electoral Permanente. Podría votar en el Ciclo Diversificado José Félix Ribas, en la urbanización Bolívar, de La Victoria, estado Aragua. Antes, ya era del dominio público que el REP aumentó en un prodigioso 40 por ciento entre el año 2004 y el 2006. Y cómo no alarmarse, señora, ante otro "rumorcito", el de los miles de zulianos que no solamente nacieron en un mismo día, fecha que en adelante pudiera ser declarada Día Nacional de la Fecundidad; además se pusieron de acuerdo, todos, para anotarse en el Registro Electoral, justo al cumplir los treinta años de edad. Asombroso, ¿no?
Ahora, lo más sorprendente de este cuento es que la nación ha decidido ir a votar. Es un grito que surgió espontáneo, libre, resuelto, como portador de un desatado viento de libertad, agitado por el virginal coraje de los estudiantes. No hay amenaza ni ensañamiento que valgan cuando todo un país se levanta así, a un mismo tiempo, con la mirada centrada en un solo objetivo. La incredulidad no habrá de inmovilizarnos. ¿Tratarán de hacer chanchullos? Es lo más probable, pero sólo si nos expresamos estaremos en condiciones de reclamar. Y lo haremos sin vacilaciones. Callar, ahora, sería un acto de capital insensatez que arrastrará a las venideras generaciones. Este domingo iremos en masa, en perfecta formación. Jóvenes y viejos. Hombres y mujeres. Sin complejos. Las dianas que escucharemos a las 5:00 a.m. tendrán un melancólico sonido. Anunciarán la capitulación del propulsor de la violencia. Quién podrá soportarlo, y reducirlo, extraviado como está en sus arrebatos, en sus histriónicos desmadres. El principio es que ni legal ni políticamente se produce daño a terceros al ejercer un derecho, y el sufragio es un derecho humano. En esta ocasión es un deber moral. Un asunto de patria. Por tanto, nadie que vote en contra de la infamia habrá convalidado ningún engaño, si hay trampa. Esta vez no podrán. El 2-D tendrá un día después. Cante usted, exactamente, doña Tiby, lo que reza el veredicto popular, a la vista de todos. No se atreva a falsear, a torcer. Respete. No pida al país que confíe a ciegas, es usted la que debe actuar sin parcialidad.
Ahora usted entiende mejor, misia, por qué este domingo por nada del mundo quisiera estar en sus zapatos.

El abogado-poeta Leonardo Pereira


Doctorado Honoris Causa
para un hacedor de lluvias



En lugar de llamar a misa, las campanas de la Capilla de El Calvario, en la Zona Colonial de Carora, parecían susurrar, bajo el efecto de secular resolana, que la ceremonia sería una en la cual la poesía, de la mano del derecho, estaba dispuesta a vestir el traje, y blandir los códigos, de la irreverencia.
En Carora todo es posible. Aquí lo insólito se vuelve rutina. Tierras yermas avientan los frutos más jugosos. Vacas inmersas en sed inmemorial, le arrebatan secretos al discreto camello que nunca ha visto. Por mucho que el cielo se tiña del gris más sombrío, jamás se sabrá si ha de llover o no. La ruda mano callosa que brega con el apero, acaricia sensitiva las letras de Kant, o las de Nietzsche. Entre esos cardos, en cualquier miserable recoveco de caminos borrosos y sin nombre, pueden surgir ahora mismo los perfiles de un hombre universal. Un Chío Zubillaga, un Ambrosio Oropeza, un Alirio Díaz.
Así, en esta iglesia sin sacerdote a la vista, Leonardo Pereira Meléndez, singular como todo caroreño que se precie, elevó solemne su oración particular, memorial, terrena. “Padre mío que estás en el cielo…”, saludó, entogado. Su propia feligresía escuchó con expectación devota al implorar: “Santificadas sean las mujeres que me amaron y dejaron mi cuerpo disperso”.
Nadie dijo amén. Nadie, tampoco, pidió la excomunión. Apenas un sordo murmullo puritano.
Es que era, justo, el día de la consagración del abogado y escritor.
“Ven a mi Reino, urdido de deseos, convierte mi tristeza en el arcoiris de Noé”, salmodiaba ahora, crédulo, elevado. La celeste luz de los vitrales le imprimía a sus preces un aura de santidad incierta. O de ruptura reflexiva con toda afectación heredada.
La Philo-Byzantine Magistrorum Academy and University, de Miami, Florida, se había trasladado a su ilustrada comarca, para concederle, medalla y pergamino mediante, el doctorado Honoris Causa en Jurisprudencia, “por su trayectoria como escritor, poeta y abogado penalista, que ha venido aportando a la doctrina sus investigaciones a través de órganos periodísticos nacionales como extranjeros”.
“No me es ajena la vida bizantina”, advirtió Pereira Meléndez en clase magistral. “De hecho, provengo de un pueblo mágico: San Cristóbal de Aregue. Más allá de Las Huertas, La Mesa, La Cruz Verde, El Tanquito, más acá de Chipororo, queda San Cristóbal de Aregue, donde tengo enterrado mi ombligo, porque ahí, en ese agraciado lugar nació mi madre, y nacieron mis abuelos y bisabuelos; comarca donde renace en cada casa, y en cada habitante, una palaciega soledad, sempiterna, llena de una infinidad próxima a la nostalgia”.
Egresado de la Universidad Santa María, el joven intelectual tiene en su haber postgrados y maestría en la especialidad de Derecho Penal, del mismo claustro; en Derecho Procesal Penal, por la Universidad Fermín Toro; en Literatura Latinoamericana, por el Instituto Inter-universitario Cecilio Zubillaga Perera; y Doctorado Honoris Causa en Derecho, por la University de San Alberto Magno, de California.
Su producción literaria es ya prolífica. Enjundiosa. Con más de doce títulos en su haber, instituciones culturales y jurídicas de nuestro país, y del exterior, se han sentido motivadas a reconocerle. Su poesía brilla en varias antologías y ha sido estudiada por Juandemaro Querales, Miguel Prado y Hedí Rafael Pérez. Este mismo mes tiene previsto presentar una nueva obra suya: Anotaciones de Derecho Procesal Penal, compilación de ensayos a ser prologada por el reconocido jurista cubano-venezolano Dr. Eric Lorenzo Pérez Sarmiento.
“Ya no soy el mismo”, recita ahora Leonardo. ¿O es una oración, un cántico, tal vez? Escuchemos: “Si bien no he dejado de soñar con un mundo mejor, ya no creo en el hombre. Quizás porque he andado estos últimos diecisiete años en medio de lobos. Me nombran y callo. No digo nada. No hablo nada. He dejado de construir casas de caracoles. Soy humano. Soy poeta. Un escritor de provincia. Un hacedor de lluvias. Eso soy y seré siempre”.
En esa nave de templo con cuernos en su fachada, descubiertos, eso sí, por Luis Beltrán Guerrero, y muy cerca de donde “entre pájaros, luciérnagas, lagartijas y cigarras del mes de mayo”, vio crecer Héctor Mujica el habla y el entendimiento, el poeta doctorado proseguía inexorable, un poco más allá de sus mostachos: “Hoy estoy agradecido. Aunque sé que siempre seré el secreto nunca develado, la ventana marchita, la piedra transparente. Sí, seré sólo eso, el que retorna sin glorias al pasado lleno de vidrios, sobre el caballo de la muerte”.
Miguel Prado analiza a Leonardo Pereira Meléndez como ensayista que transita hacia “un prodigioso rito de la palabra”, y, asimismo, advierte su proximidad a la crítica literaria, enriquecida por su febril bagaje de lecturas. Al detenerse en “los demonios interiores” de su lírica, es consecuente en destacar su “nivel técnico preponderante basado en la imagen”. Sugiere que “en el mapa de todo su quehacer literario esta figura se impone en forma metódica”, constante, azuzada.
Es, dice el literato, partiendo de su edad temprana, “un escritor integral en franco crecimiento”.
Por su parte, Juandemaro Querales, al adentrarse, severo, escrupuloso, en la tesitura escritural del poeta-penalista (“sólo en ella, en la dadivosa poesía, he sentido que el cosmos donde habito suele estar lejano y pequeño, como cuando la noche engendra la flor del tiempo”, se confiesa el autor), ausculta un hallazgo pleno de obviedad: la influencia que en las nuevas promociones de escritores debe haber ejercido “una región con tradición de buenos ensayistas y poetas”. Humanistas como Luis Beltrán Guerrero, Héctor Mujica y Guillermo Morón, dice, “son modelos para verse reflejados en los trazos de unas líneas ingenuas e impresionistas, y ganar después la madurez que da la formación”, el encuentro oculto con los lectores, el asiento de un estilo.
Buena misa sin clérigo, y copiosa en abluciones y confesiones profanas, y místicas, la que fuera oficiada ese sábado. Augusto a ratos, llano casi siempre, Pereira Meléndez convocó querubes y demonios, por igual, para su oficio de fe. “Porque además, soy religioso, y como todo poeta creo en Dios y en los ángeles, aunque los míos, mis ángeles, sí tienen sexo”. Ninguno de los fieles sabía exactamente qué debía responder en aquel punto. En Carora todo es posible. “Gracias Princesa de Byzancio por eternizar mi amor por la poesía, y mi pasión por el derecho”. Amén.
José Ángel Ocanto

"Soy la primera balsera venezolana"

Entrevista a la periodista Patricia Poleo, en Miami


De haberme quedado, todavía estaría en la cárcel

Voy a volver, voy a regresar, a defenderme. Yo suspendí mi vida hasta que pueda volver

Este juego ha sido muy sucio

Tarde o temprano, Isaías Rodríguez tendrá que responder por esto

Chávez es un proceso que teníamos que vivir los venezolanos



“Salí de Venezuela, por el estado Falcón, a bordo de una lancha que se estaba despedazando. Había mar de leva. Era el sábado 10 de diciembre de 2005. Fue una travesía turbulenta, de nueve horas, con olas de cinco metros. Sufrí mareos, deshidratación y varios desmayos. Tragué agua salada, vomité muchas veces. Fui advertida de que sería difícil, pero aún así decidí zarpar. Mi papá dice que no tengo la enzima que produce el miedo, que eso es una atrofia. Íbamos tres personas, incluyendo a un militar activo. Créeme que no hablo mucho de esto con mis padres. Cuando, al fin, llegamos a Curazao, eran ya las cinco de la tarde. Desde ese momento pasé a ser la primera balsera venezolana”.
Patricia Poleo habla, con calma pero sin zafarse de su pasión, siempre desvelada, mientras conduce su auto, por las calles de Miami, donde vive, con visa de turista. Vamos hacia el estudio de Telemiami, para la grabación de su programa “A punto” de esa noche. La ciudad afuera es una ancha y desierta faja de asfalto. Ella se aferra a su negativa de solicitar asilo, porque su ambición, insiste, es retornar. “Voy a volver, voy a regresar, a defenderme”.
El 4 de noviembre de 2004, jueves para más señas, le dictaron auto de detención. El Ministerio Público la sindicaba como “autora intelectual”, junto al empresario Nelson Mezerhane y el general (r) Eugenio Áñez Núñez, del crimen del fiscal Danilo Anderson. “Yo estaba en clases cuando me avisaron que había una orden de aprehensión en mi contra”.
Eso marcó su pase a la clandestinidad. Iba de un sitio a otro, en las maleteras de los vehículos. Su padre, el veterano periodista Rafael Poleo, director de El Nuevo País, y quien también sorbió las hieles del exilio bajo CAP, al que, siendo adeco, combatió, había exclamado: "No la quiero cautiva como Mandela, sino libre como Betancourt".
La policía la rastreaba como perros tras su ansiada presa. Las pesquisas abarcaban un amplio radio: Margarita, Anzoátegui, Vargas. La quinta Bucaral, su domicilio, en la urbanización La Floresta, de Caracas, había sido allanada y registrada desde las 9:30 de la mañana hasta la 1:00 de la tarde. La dejaron en tal desorden que parecía haber sido sacudida por un ciclón. “Revisaron 1.005 disquetes, con mis archivos”, precisa ella.
El fiscal Isaías Rodríguez entró en sospechas, porque, según él, la periodista había publicado informes “demasiado exactos” en relación al asesinato de Anderson. “Eran las actas de declaraciones aportadas incluso por una hermana de Danilo, Lourdes Anderson, quien habló de una red de extorsión integrada por los mismos fiscales que me acusan. Esas actas desaparecieron”, alega.
−Querían aterrorizarme, hacerme callar.
El hilo de la historia tiene otras vertientes. Uno de sus guardaespaldas murió baleado. Otro sobrevivió, de milagro, a cinco tiroteos en serie.
−De haberme quedado, todavía estaría en la cárcel −suspira, inmersa en los fogonazos de sus recuerdos.
Está enterada de todo cuanto pasa, día a día, en el país. Lo que declaró esta mañana Cilia Flores respecto a la reforma. Lo planteado apenas hace un rato por los estudiantes universitarios, en plan de recalentar la calle.
−¡Cómo me ha dolido la muerte del Cardenal Rosalio Castillo Lara! Vivía llamándonos, a quienes estamos en el exilio. A mí me dijo: “Tú no tienes derecho a claudicar”.
−Las autoridades venezolanas han sugerido que pedirán tu extradición.
−Ojalá. Así el gobierno tendrá que presentar las pruebas que dice tener. Y yo podré defenderme. Yo puedo probar que no estuve en Panamá ni en Miami en las fechas que según el testigo estrella del fiscal, Giovanny Vásquez, se planificó el crimen de Danilo Anderson. Yo me quiero defender. En cuanto me abran un huequito, me voy.
−¿Estás consciente de que mucha gente te critica por haber huido? Desde sus cómodas poltronas, lo consideran una cobardía.
−No me gusta responder eso. Hubo periodistas que me criticaron. Decían que mi actuación era política. Ahora ellos también están en la calle, luchando. Yo he dado bastantes demostraciones de mis luchas. A mí me persiguen por no haber bajado la cabeza. Teníamos información de primera mano según la cual el G2 cubano me estaba esperando en la Disip para someterme a quién sabe qué tipo de humillaciones. Por eso es que le echaron mano a esto. En libertad, he podido seguir luchando, haciendo denuncias. Mi papá me pregunta cómo es que desde aquí puedo manejar tanta información. Hay gente que viene aquí a hacerme confesiones. No tengo el estrés que tendría allá. Además, aquí tengo toda la impunidad.
−¿Qué tipo de vida llevas aquí? ¿Vives, realmente? ¿Puedes liberarte en algún momento de tu historia?
−Fíjate que jamás voy a una fiesta. Yo suspendí mi vida hasta que pueda volver. Esto le ha hecho mucho daño a mi familia, no tengo problemas en reconocerlo. Le ha hecho mucho daño a mi hija, Germania. Este juego ha sido muy sucio. Mi mamá es fuerte, y no me ha exteriorizado jamás su angustia.
−¿Qué papel le asignas a Hugo Chávez en tu infortunio?
−Yo tengo la convicción de que detrás de mi caso no está Chávez. Creo que él lo hubiese hecho mejor. Seguramente no habría sido tan chapucero como Isaías, quien, tarde o temprano, tendrá que responder por eso. Chávez quiere salir de él desde hace rato. Pero Isaías ha rogado que lo deje un poco más.
−¿Le guardas rencor, acaso lo has llegado a odiar?
−No. Yo creo que él no puede dormir. No está en paz. Es una persona atormentada. Sé que esto va a pasar. Creo en Dios y en la perfección de su tiempo. Después de esto quisiera que Isaías se sentara un día con mi hija, que hablara con ella, y que él oiga de los labios de ella las cosas por las que ha pasado todo este tiempo. He tratado de darle una vida grata a mi hija. Cumplo con mi deber de levantarla sin odios. Ella sí tenía resentimientos, y, aunque no ha sido fácil, se los he curado. Quiero que no olvide su país, su idioma, quiénes somos. Pero, sobre todo, que no odie.
−¿Cuántos años tiene ella ahora?
−Trece. La traje de once. Ella es modelo adolescente. Yo, como siempre trato de ver el vaso medio lleno, y no medio vacío, le he hecho ver las ventajas de su situación. Tiene a su mamá libre, y ella ha aprendido otro idioma. Yo nunca me imaginé que iba a estar fuera del país cuando mi hija desarrollara.

Exilio: Un tiempo para preservarse

−La palabra exilio debe tener, para quien lo ha vivido, un significado distinto, inaccesible para aquellos que no lo han padecido. ¿Puedes describirlo?
−Yo tengo del concepto del exilio uno ligado a la figura de Betancourt. Es tiempo para preservarse, para dar la lucha de otra forma, pero seguirla dando, al fin y al cabo. Yo no estoy aquí porque me da la gana. Le ruego a Dios, todos los días, que se acabe esto.
−¿Qué tipo de fin le ves, en este instante, al drama venezolano?
−Va a ser terrible. Yo no veo a Chávez muerto, pero sí lo veo preso, respondiendo por cada uno de los efectos de su actuación. Por las muertes, los presos políticos. Lo que más duele es que haya gente injustamente en las cárceles, y nadie se acuerde de ellos. Es como si no existieran.
−¿Qué valoración tienes de la actual oposición?
−Mira, yo creo sinceramente que Chávez es un proceso que teníamos que vivir. Nos hemos dado cuenta de que la democracia no formó verdaderos demócratas. Formó, sí, esa deformación que es Hugo Chávez.
−¿Crees que Chávez saldrá del poder por fuerza de los votos?
−No. ¡Nunca! Él se arriesga a ir a elecciones porque lo tiene todo controlado.
−¿Temes, como muchos, que el final de esta historia se verá teñido de sangre?
−Va a ser duro. Pero te diré una cosa que siempre me trae detractores. Sigo confiando en los militares. Ellos no van a permitir que esto se desborde.
−¿Qué papel quieres desempeñar, a tu regreso?
−El papel de periodista. Vamos a ser más importantes que nunca, a la hora de velar porque no se repitan los errores que nos llevaron a esto.
−¿Cuál líder opositor, de los actuales, te merece confianza?
−No sé. Creo que va a surgir un líder nuevo. En el que más confío es en Hermann Escarrá. Creo que él jamás ha colocado su interés particular por encima del interés colectivo. No creo ni en Manuel Rosales, ni en Julio Borges, ni en Teodoro Petkoff. Lo que hizo Rosales en diciembre es algo insólito. Que no cobrara sino que dejó eso así. Teodoro tiene un pacto con el gobierno. Hace poco declaró en Managua que Chávez todavía no es un dictador y que Rosales no es maduro. ¿Tenemos que esperar que Rosales madure y que Chávez termine de destruir al país? Borges, en una nación en la situación explosiva de Venezuela, se da el lujo de tener cuatro hijos. Es un acomodaticio, capaz de vender al país en cualquier momento, con tal de mantenerse él. ¿Tú te imaginas a Betancourt, en la época de Pérez Jiménez, teniendo cuatro muchachos? Yo he leído por allí que "el ruiseñor no anida en su jaula, para que la esclavitud no sea el destino de su cría".

La enseñanza del Cardenal

−La oposición venezolana está dividida. Unos llaman a votar en el referendo de diciembre. Otros predican la abstención. ¿Cuál es tu tesis?
−No hay que votar. Si acudes a la mesa de votación, legitimas el resultado. Ahora, el debate no puede ser el de votar o no votar.
−¿Entonces?
−¡Salir a la calle! Crear un estado de crisis tal, que no permita esas elecciones, que son absolutamente inconstitucionales. Debemos atender el llamado del Cardenal Castillo Lara, que no es otro que el de acogernos al artículo 350 de la Constitución vigente. Esa es la invalorable enseñanza que él nos dejó.

¿Qué cuántas veces me he quebrado?

−¿Qué es lo que más añoras del país?
−Mi casa, mi mamá, mi papá. Yo soy muy apegada a los dos. Cuando ellos están aquí y se van, me siento morir. Para mí el exilio no es rumba. Mi vida aquí se reduce a lo elemental.
−Proyectas una imagen de mujer dura, inflexible. ¿Te has quebrado alguna vez?
−Sí −dice con vivacidad, habla de sus debilidades con el mismo ímpetu que de sus fortalezas, y me mira, traspasándome, como preguntando con los ojos si acaso no he advertido sus pliegues de mujer, sus mortales y tangibles espantos−. Me he quebrado de impotencia. ¡De im-po-ten-cia! Al principio, cuando me llamaron asesina por televisión, estuve a punto de ir a la Fiscalía, a caerme a golpes. ¿No sabes a quién le pido todas las noches que me ayude a resolver esto? A Danilo. Yo estoy de segura de que donde él esté, tiene que estar muy molesto con lo que han hecho con su muerte.


Una cita con la fe en las alturas de Bogotá

El Santuario de Monserrate

Foto: JAO
En el año 1925, luego de ciertas reformas, el santuario cobró la forma que ostenta en la actualidad

Foto: JAO
Las muestras de fe entre los visitantes afloran por doquier

Foto: JAO
Así se ve el Cerro de Monserrate, desde La Candelaria. ¿Quién resiste este llamado?


A 3.210 metros sobre el nivel del mar, este altillo, junto con el de Guadalupe, un poco más empinado, tan cercanos ambos que parecieran ir en muda procesión, son considerados los cerros tutelares de la ciudad


Lo primero que supimos es que Monserrate significa “monte en forma de dientes”.
Desde abajo, la vista en verdad no es la de una cima afilada, ni mucho menos.
Casi siempre envuelta en imperturbables neblinas, observada desde las estrechas callezuelas de La Candelaria, en el corazón fundacional de Santafé de Bogotá, la invitación al ascenso es toda una provocación.
Por encima de los húmedos techos de tejas, se recortan imprecisos allá en las alturas los rasgos blanquecinos del Santuario de Monserrate.
A 3.210 metros sobre el nivel del mar, este altillo, junto con el de Guadalupe, un poco más empinado, tan cercanos ambos que parecieran ir en muda procesión, son considerados los cerros tutelares de la ciudad.
Desde el mediodía en que, bajo cerrado aguacero, adivináramos, a lo lejos, su mística presencia, sabíamos que iríamos hasta allá.
Al día siguiente nos dispusimos a esa grata aventura, que recomendamos ampliamente.
En el Paseo Bolívar, carrera 2 este, muy cerca de la Quinta de Bolívar, está la estación en la cual usted puede abordar, por 3.900 pesos los adultos, bien el teleférico o el funicular. ¿Cuál es la diferencia?
Mientras el teleférico, como el de Mérida, el más alto y largo del mundo, es un sistema de transporte que consiste en cabinas aéreas, colgadas de cables, el funicular se desplaza por tierra, sobre una vía de ferrocarril. Opera como un ascensor, de forma que al propio tiempo que un vagón sube el otro baja. El funicular de Monserrate, inaugurado en agosto de 1929, como para agregarle emoción al paseo, atraviesa un túnel.
El trayecto, por sobre frondosos bosques de eucalipto, a 3.2 metros por segundo y bajo un techo de cristal, es de apenas cuatro minutos. Un suspiro, se puede decir, y todo el sistema luce seguro, estable, cómodo, con un excelente mantenimiento.
Un detalle importante es que muchas personas, incluso familias, remontan el cerro a pie, por un sendero angosto y empedrado. Alguien nos dijo que tardan unos cuarenta minutos, a buen ritmo. Unos lo hacen por deporte, por lo placentero del recorrido. Otros, por razones que impone la devoción. Con el ropaje de esa ceremonia, el paseo se convierte en peregrinación. No falta quien, en el pago de una promesa, ha sido visto ganando la cima descalzo, o de rodillas. Ciertamente estos crueles métodos de expiación, hay que subrayarlo, la Iglesia católica no lo avala.
Cuando usted desciende del vagón, en la estación superior, debe tomar unas caminerías, por entre árboles imponentes, el perfume de pródigos jardines, el rumor de las fuentes, los inesperados retazos de niebla, la condición de mirador de cada punto soberbio de la ruta, y, lo más impresionante, la sucesión de monumentos traídos desde Florencia, Italia, hace más de medio siglo, en representación del Vía crucis. Las 14 estaciones padecidas por Cristo hasta morir en el madero de los tormentos, las va reviviendo el visitante, con fruición, en la medida en que asciende hasta el santuario, donde reposa la imagen del "Santo Cristo Caído a los azotes y clavado en la cruz", esculpida en 1656 por el maestro santafereño Pedro de Lugo y Albarracín.
Es difícil no sentir aquí los llamados de la devoción, no importa cuál fe se profese.

Insuperable mirador

Desde Monserrate se obtiene la mejor vista panorámica de Bogotá y sus alrededores. Con un clima favorable es posible observar desde aquí el Parque de Los Nevados, a más de 300 kilómetros de distancia

La imagen

Según la tradición, la imagen del Cristo Caído llegó hasta aquí por equivocación. Algo parecido ocurrió en Santa Rosa con la Divina Pastora

Los relatos

“Muchas mas historias crecen en torno al cerro.
Así, en un pequeño libro que se vende en el santuario y que contiene la historia del mismo, se asegura que en 1895 el equilibrista Harry Warner tendió un cable entre Guadalupe y Monserrate y lo cruzó a pie.
Relatos fantásticos abundan en la memoria de los cachacos y contribuyen a la magia que se despierta El Señor Caído de Monserrate.
Al santuario de Monserrate se llega por tres caminos: a pie, que recorren los devotos en pago de alguna promesa, por teleférico o por funicular”.

Los favores

“Ya desde los siglos pasados la venerada imagen del Señor Caído se bajaba a la ciudad cuando el verano era demasiado largo y su rigor estaba haciendo grandes daños o cuando llegaban terribles epidemias de viruela o tifus, entre otros males. La gente devota acompañaba piadosamente a la sagrada imagen y los favores tan deseados se conseguían prontamente”.
Tomado de Vida de Santos, del P. Eliécer Sálesman

Bogotá: El Valle de los Alcázares

Foto: JAO
La Zona Rosa está comprendida entre las calles 82 y 84 y las carreras 11 y 14. Es el lugar apropiado para quien busca diversión. Las discotecas, casinos, restaurantes de diversas nacionalidades y cafés al aire libre, constituyen un atractivo turístico especial

Foto: JAO
La Candelaria forma parte del Distrito Histórico, junto con Usaquén y Chapinero

Foto: JAO
La Torre Colpatria, en el sector de San Diego, y vista aquí desde el Cerro de Monserrate, es el edificio más alto de Colombia (196 metros). Tiene 50 pisos y fue construida en 1979. Allí tienen su sede diversos bancos y entidades financieras

El bogotano asume su existencia con hidalguía, solemnidad y esplendidez. Aquí, los ímpetus de un espíritu colectivo noble e industrioso construyen mañanas y anhelos de paz entre los repentinos estrépitos de las bombas, la sombra de los muertos y el brutal espanto de los mutilados

La tradición dice que cuando el Conquistador español llegó a la encumbrada sabana sobre la cual hoy se despliega Bogotá, en agosto de 1538, su maravilla ante tanta belleza y abundancia fue tal, que la llamaron Valle de los Alcázares.
Pensaban aquellos hombres que venían de cubrir una desastrosa travesía a lo largo del río Magdalena, en la edificación semejante al castillo que la influencia árabe siglos atrás había convertido en alcázar, tanto en Segovia, por ejemplo, como en Toledo, o en Madrid.
El encanto debió haber sido mayúsculo, sin duda. ¿Dónde podían ver un alcázar, que fue siempre residencia favorita de reyes, por entre aquellas tierras sobre las que ellos pronto erigirían apenas un remedo de caserío, con unas doce chozas improvisadas y los asomos ilusorios de una iglesia?
Basta recorrer La Candelaria, con su preservada memoria arquitectónica, e histórica, sus zaguanes, portones tallados, aleros y mansardas, para tener una idea, aproximada siempre, de la alucinación fundacional, escenificada en el descanso del Zipa, en lo que se conoce hoy como Chorro de Quevedo. (Zipa era el rey de los muiscas, un pueblo indígena, cultivador de maíz, papa y algodón, además de excelentes orfebres).
La Candelaria es fruto de la expansión del asiento primigenio. Fue el centro político de la ciudad durante la Colonia. Aquí tenían su sede la Real Audiencia y el Virreinato. Diezmado, el fundador, Gonzalo Jiménez de Quesada, que había partido de Santa Marta con unos 500 hombres para acabar aquí con 70, había querido denominar estos sus territorios como el Nuevo Reino de Granada. Fue una cédula real del emperador Carlos I la que en 1540 elevó a Santafé a la categoría de ciudad. El sabio Humboldt le pondría por luminoso rótulo el de Atenas de América.
Caminar el admirablemente conservado corazón histórico, flamear asombros sobre sus empedrados senderos, es comprender, al vuelo, el ancestral bagaje que tiene por herencia una sociedad capaz hoy de rellenar de vida y esperanza los resquicios que deja abierta, como punzante herida, la atrocidad de un conflicto armado de más de medio siglo, sin asomo alguno de solución duradera.
El bogotano asume su existencia con hidalguía, solemnidad y esplendidez. Así, entre las grises y álgidas brumas de una urbe en cuyos perímetros la palabra guerra apenas se menciona en voz alta, pero, allá en lo más insondable de cada conciencia es mortificación subyacente, los ímpetus de un espíritu colectivo noble e industrioso construyen mañanas y anhelos de paz entre los repentinos estrépitos de las bombas, la sombra de los muertos y el brutal espanto de los mutilados.
El lector sabe bien que cuando se viaja uno de los ejercicios inevitables es ir confrontando mentalmente las imágenes que vemos con las del país propio.
Admítase, entonces, esta confesión. Se siente envidia, de la sana, si es que existe, al ver la intensa y armónica vida que tienen, por ejemplo, las librerías, ricamente actualizadas, y los cafés al aire libre en un ambiente de ensueño, el Parque de la 93. O la reposada afluencia familiar en el Parque Metropolitano Simón Bolívar, con sus casi 400 hectáreas de verdor, lagunas, ciclovías, terraza mirador, concha acústica. O el sosegado desplazamiento de los transeúntes por calles pulcras, con aceras anchas y despejadas, sin la contaminación, visual e ideológica, de las vallas inmensas que en Venezuela nos atosigan, mientras, además, desaparecen espacios emblemáticos como el de los cafés de Sabana Grande, en Caracas. Y, como guinda que faltaba en un desbarajuste que nos envuelve y aprisiona, los ateneos de Venezuela, propulsores de cultura, sólo por recibir el respaldo de la empresa privada, reciben ahora el peso monstruoso de la acción aniquiladora de esos a quienes el escritor Adriano González León ha llamado, con justificada ira, “marginales del alma”.
Duele registrarlo, pero es una realidad que nos escuece.
Mientras tanto, bien por Bogotá y los bogotanos. Gracias, por ser como son.


Esa es Bogotá

Leímos que en el último año el Aeropuerto El Dorado ha aumentado en un 66% el número de vuelos nacionales e internacionales. 2.597 vuelos adicionales, sólo en los últimos 365 días.
En los años 2007 y 2008, Bogotá es Capital Mundial del Libro, una insignia que habla muy bien de esta culta ciudad.
Ciudad Salitre es una ciudadela planeada que sirve de sede a multinacionales. Abarca parques de tecnología, como Maloka, con 350 módulos interactivos y el Cine Domo. Su cine de formato gigante 8/70 tiene capacidad para 314 personas. Se presentan diez funciones diarias durante todo el año.
El Hard Rock Café de Bogotá posee seis salas de Cinemark.


Arte, cuero, artesanías

Las galerías de arte más exclusivas de Bogotá D.C. se ubican en el centro y norte de la ciudad, al igual que en Medellín, Cali y Bucaramanga.
Las manufacturas de cuero, de excelente calidad, se encuentran en los almacenes especializados de los centros comerciales. Igual ocurre con las artesanías: móviles, chivas, vírgenes, tapetes, ruanas, madera, pedrería, precolombinos.
Hay una infinita variedad de opciones.

Los nombres

La ciudad primero se llamó Bacatá. Luego, Nuestra Señora de la Esperanza. Después, Santa Fe. Más tarde, Bogotá y, por último, Santa Fe de Bogotá Distrito Capital, según la Constitución de 1991.

Zipaquirá

Si dispone de una mañana entera, dispóngase a visitar Zipaquirá. No se arrepentirá, se lo aseguro.
Queda a 49 kilómetros de Bogotá, siguiendo por la Autopista Norte y doblando hacia el Occidente en La Caro. Luego de pasar por Cajicá, pueblo famoso por sus tejidos de lana, llegará a nuestro destino.
Allí usted podrá admirar la Catedral de Sal, excavada en las entrañas de una mina, a 120 metros de profundidad.
Le garantizó que se quedará maravillado.

lunes, 22 de octubre de 2007

Prólogo

Los 53 artículos de un cronista de la moral

William Amaro Gutiérrez



Prólogo escrito por el periodista José Ángel Ocanto, para el libro El poder de Dios a través de la Prensa, del educador William Amaro Gutiérrez



Provengo de una familia religiosa.
Si alguna inmodestia me permito, cuando cabe, es afirmar que el primer libro que leí, a los seis años, fue la Biblia.
Me estremecían las historias que allí se relataban. Las imágenes sagradas, las parábolas, los lugares referidos, aquellos nombres perdurables. Abraham llamé a uno de mis hijos. El de Sara lo lleva la última de mi descendencia. ¿Cómo contarles y convencerlos de que no exagero si les comento que en una imborrable ocasión pude mojar mis manos en el río Jordán, y que sentía como si estuviera faltándole los respetos a aquellas aguas venerables? Recuerdo que, aún sin saber nada del mundo, ni de las gentes, me introducía de pies y cabeza en ese libro inmenso, como quien se interna en un ánfora cargada de memorias eternas, de voces y misterios a los cuales asistía con indescriptible embeleso.
Esa es una, solo una, de las razones, que me acercan a la escritura de William Amaro Gutiérrez. Sus artículos los leo -no sé, ciertamente, desde cuando-, con interés y deleite. Siempre digo, y permítanme la ociosidad de repetirlo en este punto, que leer no es simplemente el acto de pasar la vista por una hoja de papel. Leer no es un rito mecánico. Se lee, de verdad, cuando sorber cada palabra, cada enunciado, cada giro, se convierte en un hallazgo, en una fruición. Se asiste, pues, a una ceremonia cargada de ofrendas y finezas espirituales. Leer es una fiesta, y William Amaro se ha vuelto todo un diestro en ese exigente arte de hacer de sus periódicas convocatorias, una romería íntima y seductora.
Los artículos del autor que hoy nos ocupa, que en El Impulso ya suman 53, llevan estampado el sello de una mirada devota. Sea que escriba sobre política, filosofía, salud, o sobre algún tema relacionado con la cotidianidad (la reflexión en torno al drama de los niños de la calle, pongamos por caso), en sus puntuales entregas habrá, sin falta, un hilo conductor impregnado de razonamiento cristiano. Es la óptica desde la cual describe y analiza los acontecimientos que desfilan, día a día, ante los ojos de un observador que se concibe obligado a ponderar y moralizar, sin asumir, eso sí, la pose estricta, ampulosa y exasperante del sermoneador.
No se trata, créanme, de un ejercicio fácil. Por lo contrario, este camino está plagado de una infinidad de obras y escritores malogrados. En opinión de los entendidos, la tentación moralizante suele abandonar, a quienes en ella incurren, en una especie de desierto carente de riqueza cromática. El testimonio se vuelve, entonces, un cuerpo rugoso, agrio, amarillento. Se reduce a un adefesio apenas bien intencionado. Es por ello que el crítico literario Charles Moeller sostenía, tajante, que ninguna “literatura edificante” llega a ser artísticamente buena.
William Amaro se vale de sus poderosos recursos para escapar indemne ante semejante trampa, que adivina tendida. La palabra, en sus manos, es una herramienta plena de formalidad y, a una misma vez, cargada de reverdecido garbo. Hay una admirable madurez en su distintivo estilo de narrar y exponer. En todo momento, se percibe en sus susurros, en esa cercanía cómplice que establece con el público, que en su caso debe ser legión, una intención de decir, de advertir, de aclarar. Cuando prorrumpe en grito, enseguida se reparará en la serena angustia de un alma comprometida con la suerte de sus semejantes, de todos los compañeros en esta barca en la que vamos transitando, y dando tumbos, quién sabe hacia dónde.
“Las convicciones no pueden ir en contra de los valores morales y espirituales”, recordamos haber leído hace algún tiempo en uno de sus artículos. Argumentaba que a nadie le asiste el derecho de usar la lógica propia, es decir, sus intereses, sus cálculos oportunistas, en la intención de “justificar convicciones que traen muerte”. Era una forma suya de condenar la tendencia a un pragmatismo que le asigna primacía al provecho particular, así se trate de hacer negocios por encima de la sangre derramada y de las tumbas, de quienes van cayendo, por aquí, por allá, en defensa de las libertades públicas. ¿No vemos repetirse, hasta el mismo hastío, una trágica secuencia de tales episodios, en estos tormentosos tiempos que nos ha tocado vivir, o padecer, mejor?
Una prosa limpia y bien tratada le transmite un creciente valor a las entregas literarias de William Amaro. De manera que a las densidades del contenido, usted deberá agregar los méritos de una estructura con brillantes acabados. Es la feliz conjunción del qué y del cómo. La profundidad y la exquisitez. Leche y miel, si quisiéramos decirlo en los términos bíblicos.
Este cronista, que moraliza sin estériles santurronerías, reúne ahora en este libro buena parte de sus inquietudes, proyectadas hacia una posteridad que deberá examinarle con justicia. Enfrentado cada semana al terrible desafío de la hoja en blanco (o de la pantalla de computadora vacía, si actualizamos las figuras), es dable advertir, a salvo, desde el cómodo plano del lector, que la suya es una batalla ganada. Desde aquí, colocados de pie, celebramos su iniciativa de compilar una idea que no deberá seguir dispersa. Leamos, pues. Aunque suene a rapto egoísta y eso desentone con su tono incorrupto de escribir, procedamos sin más dilación a darnos ese humano placer.
José Ángel Ocanto

jueves, 11 de octubre de 2007

Bogotá, intensa y sobria

Foto: JAO
La ciudad ha sufrido en las últimas décadas una transformación admirable. La vista panorámica es desde el cerro de Monserrate

Foto: JAO
Las aldabas de las casas de La Candelaria hablan de un pasado cuyos ecos no dejan de sentirse nítidos en sus angostas callejuelas siempre húmedas

Foto: JAO
¿No le provoca disfrutar de este ambiente sin tener que alejarse de casa o sitio de trabajo? En el Parque Metropolitano Simón Bolívar pasamos toda una mañana, ajenos, dentro de la ciudad, a toda su tensión, sus ruidos y vapores

Foto: JAO
Bogotá es una urbe amable

Foto: JAO
Calle de La Candelaria, en donde nació Bogotá. Área exquisitamente recoleta, bohemia. Su trazado urbanístico fue elogiado por el célebre arquitecto, urbanista y pintor suizo-francés Le Corbusier

Foto: JAO
Botero, presente en el Parque Renacimiento, con su Hombre a Caballo


La cultura y buen talante del bogotano, del viejo y del joven, es una media constante que se palpa por doquiera. En el hotel, en el taxi, en el centro comercial, en el café, en la calle


Parodiando a Humboldt, quien dijo que el grado de civilización de un pueblo se mide por la forma en que trata a los animales, no es descabellado plantear que la calidad de vida de las ciudades de hoy, en estos tiempos de estrépito, es posible definirla por la extensión y cuido de sus parques.
Veamos. El Central Park de Nueva York abarca 341 hectáreas (4 kilómetros de largo y 800 metros de ancho). El Retiro, de Madrid, 120 hectáreas. El Hyde Park, de Londres, 140 hectáreas.
Con sus 380 hectáreas, el Parque Metropolitano Simón Bolívar le concede a Bogotá el rango de una metrópolis en donde la modernidad y sus inevitables dentelladas no han logrado borrar el lado amable de la vida en ciudad. Es una prueba palpable de que progreso y armonía no son excluyentes, como suele creerse. El avance no tiene que ser sinónimo de hostilidad, de agresión.
Aunque no cobran un solo peso para entrar, no hay excusa alguna para la indolencia en todo aquel ambiente verde y relajado. De hecho, el cuidado permanente es uno de los signos que saltan a la vista del visitante menos observador.
Allí pasamos toda una mañana, ajenos, dentro de la ciudad, a toda su tensión, sus ruidos y vapores. Vimos a familias enteras disponer tapetes sobre la grama, y hasta carpas, para disfrutar de las ociosidades de un domingo. La escena, se nos dijo, se repite cualquier día. Atendían a los pequeños, correteaban con las mascotas, jugaban fútbol, o bien hacían uso de las ciclovías, de las pistas de trote, oteaban la urbe desde la terraza-mirador, o pedaleaban sobre los botes en el lago, de once hectáreas.
Aunque jurídicamente este hermoso parque nació en 1979, para la celebración, cuatro años más tarde, de los 200 años del natalicio del Libertador, su historia se remonta a 1968, cuando el Papa Pablo VI celebró en este lugar una recordada misa campal. En 1986, Juan Pablo II lo escogió, también, para la celebración de un multitudinario acto litúrgico.
Aquí está la huella imperecedera que en Bogotá ha dejado la acción de alcaldes emprendedores, futuristas, como es el caso indiscutible de Jorge Gaitán Cortés y Virgilio Barco Vargas.
La ciudad ha sufrido en las últimas décadas los poderosos efectos de una transformación admirable, fundamental. Si usted la visitó hace diez años, le costará un mundo reconocerla.
Es fácil olvidar que se está en una urbe consideraba peligrosa, en guerra desde hace medio siglo con la insurgencia, cuando uno se desplaza por el centro histórico, el acogedor Parque de la 93, con sus anchas aceras bordeadas de cafés y restaurantes al aire libre, en la inquieta Zona Rosa, con sus discotecas y casinos, o en el Barrio La Macarena, pongamos por ejemplo.
La vigilancia militar y policial, eso sí, se siente, densa, invariable. Pero se trata de una presencia no invasiva. A objeto de probar el grado de urbanidad de estos funcionarios, los abordamos en más de una ocasión, preguntándoles cualquier ocurrencia. La respuesta que siempre obtuvimos fue respetuosa.
La cultura y buen talante del bogotano, del viejo y del joven, es una media constante que se palpa por doquiera. En el hotel, en el taxi, en el centro comercial, en el café, en la calle.
-Qué pena con usted –es una frase a flor de labios. Es su manera de mostrarle una educada disculpa, que puede brotar por la causa más insignificante, o imprecisa.
Los buenos modales también se manifiestan al conducir. El bogotano, por lo general, no se transforma en bestia cuando se coloca frente al volante. Viéndolos manejar, pudimos comprobar que ceder el paso no rebaja en importancia o jerarquía, a nadie.
Caminar, bajo un cielo con la debilidad de prorrumpir en lluvia no importa en qué momento, es inmensamente grato en las aceras amplias, ordenadas y pulcras de Bogotá.
¿Vendedores informales? Los vimos, en puestos señalizados, que no entorpecían al peatón.
¿Vallas con propaganda oficial? En este momento me percato de que no vi ninguna. Por ningún lado la foto del alcalde, ni la del Presidente. Un pendón de regular tamaño nos llamó la atención en las cercanías del Parque Renacimiento: hacía alusión a que Bogotá es Capital Mundial del Libro 2007 (imposible evitar un profundo suspiro, por la obligada comparación que hacíamos con la violencia que padecemos en los espacios de Barquisimeto).
En efecto, las librerías son un manantial inagotable, actual, memorioso, eterno. Hundirse, o dejarse arrastrar por los profundos llamados de esos templos de papel que son sus pródigas estanterías, es una de las delicias más grandes que usted puede saborear en esta esplendorosa sabana una vez bautizada como la Atenas suramericana.
Bogotá es, pues, una capital intensa, llamativa, sobria, ilustrada, afable.
Visitarla, o, mejor, vivirla, es un regalo.

¿A dónde ir?

En Bogotá, no deje de visitar el Museo de Arte Moderno, con sus 5.000 metros de colección de obras, tanto de arte moderno como contemporáneo. Allí puede ver usted creaciones de Alejandro Obregón, Enrique Grau y Manuel Hernández.
Está ubicado en la calle 24, frente al Museo de Oro, otro sitio obligado. Posee 50.000 piezas arqueológicas de oro y otros metales preciosos, pertenecientes a las distintas culturas del país: quimbaya, calima, tairona.
Tampoco deje fuera de su agenda el Teatro municipal Jorge Eliécer Gaitán, en la carrera 7. Es la sala más grande de la capital, con 1.750 sillas y amplios espacios del Art-deco.
Igualmente recomendamos el Teatro Cristóbal Colón, una joya del arte barroco declarada Monumento Nacional.
El Museo Nacional fue fundado en 1823 por Simón Bolívar y Francisco de Paula Santander. Allí puede apreciar obras que sintetizan la historia de la ciudad.
Otros sitios: el Museo de Artes y Tradiciones Populares. El Museo Militar. La Casa de la Moneda. El Museo Botero.
Pero no deje de caminar por la Zona Rosa. Recorra, de punta a punta, a pie, La Candelaria, Patrimonio Nacional, con sus hermosas callejuelas, cada una con nombre propio.
Para un venezolano es imperdonable olvidar una visita a la plaza de Bolívar, en cuyo alrededor están la Catedral Primada, la Alcaldía, el Palacio de Justicia.
¿Centros comerciales?: Unicentro, en la calle 127 con carrera 15. Es el más grande y moderno del país. El Atlantis Plaza. El Andino, en la Zona Rosa, es espectacular. Muy cerca, El Retiro, mucho más sofisticado.

No olvide comer ajiaco

En Bogotá usted no puede dejar de comer el ajiaco santafereño. Exquisito. Insuperable.
Pruébelo, eso sí, temprano en la tarde. Es algo fuerte, al menos para estómagos no habituados.
Es una sopa hecha de en base a papa pastusa, pollo, mazorca y las indispensables guascas.
¿Qué es la guasca?, preguntará alguien. Se trata de una hierba colombiana que usa fresca o seca y molida. Las papas criollas son pequeñas, de piel amarilla.
La sopa la acompañan con aguacate, arroz, alcaparras y crema de leche.
Después de un ajiaco (460 calorías por porción), salga a caminar. Si es por el hermoso Parque de la 93, mejor aún.
Ahora, por nada del mundo usted se puede quedar sin degustar algún plato típico en Casa Vieja.

Bienvenidos

Les abro las puertas a mi blog. Agradezco sus comentarios, aportes, críticas. Por favor, evite el anonimato.

Acerca de mí

Periodista. Jefe de Redacción del diario El Impulso, de la ciudad de Barquisimeto, Venezuela