- Entrevista a Pedro Carmona Estanga
- En Venezuela es fácil hacer leña del árbol caído. El afán de autodestrucción es grande
- El mío no es un exilio dorado
- Me entristece el rumbo de los acontecimientos actuales
- ¿Pedro el Breve? ¡De todas maneras iba a ser breve!
- Es injusto hacer recaer en mí toda la responsabilidad en el fracaso de la idea de formar un gobierno de transición
Triunfad: seréis justificados
Balzac
Balzac
El hombre que le regaló al país día y medio sin Hugo Chávez, ha pagado su proeza con cinco años de exilio, en Bogotá, y, además, con el peso de saber todo este tiempo que cuenta no sólo con el menosprecio del oficialismo, que lo ha satanizado, sino también con un helado y opresivo desdeño por parte de la oposición.
Aún porfía por permanecer fresca, su menuda imagen y su triunfal sonrisa en la televisión, rodeado de luces, del clamor de los aplausos y una atronadora profusión de exaltaciones, en el Salón Ayacucho del Palacio de Miraflores, aquella increíble jornada del 12 de abril de 2002, cuando muchos aún se restregaban frenéticamente los ojos amanecidos, dudosos de que se tratara de una visión real. Ni siquiera resultaba una prueba definitiva de aquel dramático vuelco en los acontecimientos el hecho de ver a un Chávez, desangelado y sin voluntad, dirigirse al interior del Fuerte Tiuna con el pesado y robótico andar de un tanque averiado.
Pedro Carmona Estanga, el mismo que le devolvió al país, por unos instantes, su nombre original, el de República de Venezuela, a secas, decretó la reorganización de los poderes públicos y que, tras levantarse de su asiento tomó con la mano derecha un papel y alzó la izquierda para juramentarse Presidente a sí mismo, llega ahora para la entrevista con el periodista a la habitación de nuestro hotel, solo y sin protocolos, en tierra que por más hospitalaria siempre será extraña, sin expectativas estelares ni más compañía que la de un paraguas puesto en la clemente tarea de resguardarle de las frías punzadas de una repentina ventisca nocturna.
Duelen las distorsiones
–¿Qué tipo de exilio es el suyo?
–No es un exilio dorado, verá. Todo exilio es por naturaleza duro. Supone cambios de vida muy profundos. Contrariamente a lo que mucha gente piensa, no soy un hombre de recursos económicos. Dirigí empresas, pero no tengo en verdad una posición holgada. Me ha tocado vivir con austeridad, con sobriedad, dedicar mi tiempo a una actividad distinta: la académica, que no es remunerativa pero sí enriquecedora intelectualmente, y un medio para convivir con la juventud de este país que me acoge, que es la mejor forma de conocer una nación. Así que trabajo más que de sol a sol.
–No le preguntaba por lo que significa un exilio en lo económico, sino desde el punto de vista espiritual, moral.
–En la medida en que uno es objeto de expresiones, de distorsiones, resulta doloroso, porque si algo puedo exhibir con orgullo en la vida es una trayectoria limpia, honesta. A veces detractores o adversarios, o quienes no me conocen, hacen ver como si uno fuese un ambicioso, en fin, alguien que un momento buscó una oportunidad de ejercicio de poder. De manera que en lo moral, y desde la distancia, no puedo negar que resultan dolorosas las distorsiones que puedan hacer algunos, pensando en aquello de que la historia la escriben los vencedores. Pero cuando se tiene esa trayectoria limpia de una vida, y la conciencia tranquila, los golpes morales fortalecen el espíritu.
–¿Ha dicho, doctor, que tiene la conciencia tranquila?
–Sí, es que todas esas adversidades desarrollan una fortaleza de espíritu, por sobrellevar tiempos difíciles. He tenido entereza, fortaleza de ánimo y mucha fe en Dios.
–Dígame, ¿duerme usted?
–Sí, sí, y muchas veces; dado mi intenso trabajo intelectual, lo necesito. Pero, desde luego, duermo con preocupaciones sobre la realidad de esa patria que me vio nacer, y donde están mis raíces profundas.
–¿Ningún recuerdo de sus actuaciones le altera, ninguno?
–Siempre hay oportunidades de reflexión sobre las circunstancias históricamente complejas que me tocó vivir, sin buscarlas, por cierto, pero que no eludí. Cuanto habría deseado, por supuesto, que hubiese sido otro el resultado de esa avalancha de acontecimientos no programados. Cuando no hay planes estructurados, los resultados no son previsibles tampoco.
El pesar de un hecho fallido
–La fiscalía ha solicitado su extradición. El TSJ lo declaró procedente en abril de este año. Lo acusan de rebelión, de usurpación de funciones.
–El único delito del cual se me acusa es el de rebelión.
–El delito de rebelión civil tiene una pena de entre 12 y 24 años de prisión.
–Según todos los tratadistas, y la jurisprudencia, la rebelión es el delito político por excelencia, y así fue ratificado en su momento, hace ya más de cinco años, por el país asilante.
–Para el Ministerio Público la usurpación de poder es un delito común, no político. Hay un acuerdo de extradición de 1911 entre Venezuela y Colombia, el cual establece que no se considerará delito político cuando se haya atentado contra la vida de un Jefe de Estado. Chávez dice que usted ordenó matarlo el 11-A, tras una llamada de Washington.
–Si en algún caso se han cumplido las estipulaciones del derecho internacional fue en el caso de mi asilo, es decir: asilo diplomático primero, calificación del asilo por el gobierno asilante, otorgamiento del salvoconducto por parte del gobierno de Venezuela, y materialización del asilo territorial en Colombia. En cuanto a la versión de que se tramó contra la vida de Chávez, eso es una monstruosa mentira.
–Cada 11 de abril, ¿qué piensa, qué siente?
–Cada aniversario es una fecha que en Venezuela lleva a la exaltación no del 11 sino del 13 de abril. Más allá del pesar que produce un hecho fallido en sus resultados, lo que más me entristece es ver el rumbo de los acontecimientos actuales. Yo no estoy en activismo político. Uno de los sacrificios que supone el exilio es abstenerse de ejercer una participación activa en política. Pero ello no implica que no siga con absoluta atención todos los hechos que día a día se suceden en el país, y respecto de los cuales tengo una visión legítimamente crítica.
–¿Se sabe odiado, negado, censurado?
–Es natural que haya sentimientos adversos en el gobierno. Pero la incomprensión en sectores (porque no son todos) de la oposición, en buena parte está basado en un análisis parcial, o distorsionado. Es fácil, por ejemplo, decir que el 11 de abril se dio a espaldas de la expresión de parte de la sociedad, cuando de lo que se trataba era de llamar de manera muy rápida al pueblo, depositario del poder constituyente originario, a una relegitimación de los poderes públicos. La primera era la elección parlamentaria, en 90 días, y, desde luego, la presidencial, que ha debido ocurrir en diciembre del 2002. Lo otro que es fácil en Venezuela es hacer leña del árbol caído, convertir a los héroes en villanos, como lo hemos visto en distintas etapas desde el 2002 hasta el día de hoy, sea con la Coordinadora Democrática, con la dirigencia política, con el candidato Rosales, con los autores de la huelga petrolera. El afán de autodestrucción es grande en el país.
–¿Se refiere a que ha visto de cerca la miseria humana?
–¡Huy!, de eso tengo un rollo. Es casi inherente a la condición humana, ver inconsistencias, miserias, oportunismos, pero eso no ha logrado amargarme.
–¿En serio?
–Así es. Una cosa es constatarlo, otra cosa es que lo aplaste a uno. Siempre he creído, como dicen las Sagradas Escrituras en el libro de Job, que basta que haya un justo entre cien seres humanos, para que valga la pena vivir.
–Cuando usted se juramentó había más de 300 personas en Miraflores.
–¿Un lleno, no? El ambiente estaba desbordado de gente que acudió. Nadie recibió una invitación especial.
–Y todos aplaudían de pie.
–Sí, así fue. Más allá de esos apoyos había que asegurar el más amplio respaldo nacional, en el propósito de enrumbar con mucha transparencia la institucionalidad del país.
–Fue una imagen dura ver festejar y abrazarse a gente poderosa, luego de tantas marchas y de tanta sangre popular derramada. Hoy ninguno de aquellos que lo adulaban quiere saber nada de usted.
–Algunos atribuyen a Pedro Carmona la responsabilidad de todos los hechos, de todas las fallas u omisiones de aquel momento. Yo no evado mi cuota de responsabilidad, pero enrostrar en una circunstancia histórica tan compleja, todo, a una sola persona, cuando hubo centenares de actores, civiles y militares, es algo injusto.
–En un momento no se sabía quién mandaba a quién, o quién era el rehén de quién. Algunos observadores han opinado que el general Efraín Vásquez Velazco fue decisivo tanto para la salida de Chávez como para su regreso.
–Tenía una posición clave y demostró falta de determinación. Fue objeto de muchas presiones y exhibió inconsistencias que, desde luego, tuvieron repercusión en el desenlace, en el regreso de Chávez al poder. Ciertamente, en el mundo castrense, que era crucial en aquel momento, hubo numerosísimas inconsistencias, omisiones o errores, y otro tanto en el mundo civil. Es lo que habrá que ver, algún día, de una manera mucho más objetiva.
–¿Acaso alcanzará a ver esa rectificación, en tiempos de perpetuidad?
–Es un hecho al que aspiro como ser humano. El día que pueda, sin el silencio que algunos medios me han impuesto, recomponer, debatir y aclarar muchas infamias. Con la frente en alto ratificaría ante el país que soy un hombre de bien, que no soy un ambicioso. Mi objetivo es limpiar mis actuaciones y mi nombre. Le pido a Dios que viva no sólo para retornar sino para lograr con todo esmero ese propósito.
–¿Es verdad que Isaac Pérez Recao, su antiguo empleador en Venoco, lo movía a usted como a un muñeco, que fue él quien anotaba a los nuevos ministros en su computadora?
–Esa leyenda está plagada de malévolas fantasías.
–Usted ha sido convertido en una especie de símbolo de lo que no puede ser, de lo prohibido. Su rostro es una de las mejores banderas del gobierno, para descalificar a la oposición, por golpista.
–En los reveses políticos, o históricos, muchos se sienten impulsados a lavarse las manos, a buscar al chivo expiatorio, a alegar: yo no participé, no estuve de acuerdo. Eso es profundamente injusto. Si las cosas hubiesen salido bien, yo estaría en un pedestal actualmente.
–¿Le habrían erigido estatuas?
–Sería un héroe. Mi reflexión sería por las persecuciones que esto generó, por las purgas, los procesos que se han abierto, las imputaciones que ha hecho el gobierno. Por eso comprendo que haya gente que se ha replegado. Ahora, ¿cómo hacer recaer toda la responsabilidad en una sola persona? Jamás se pretendió instaurar un régimen de facto, una dictadura, sino una transición de sólo meses (ni siquiera un año), para que fuese el pueblo el que en elecciones limpias, definiera el futuro del país, y muy en especial, en cuanto a la elección de poderes que ya tenían en ese momento un alto grado de ilegitimidad. El país fue testigo de las expresiones de alegría, de euforia, en fin, y todo fácilmente se convierte hoy en censura. La verdad surgirá algún día, porque el tiempo es el mejor juez.
–Mientras tanto usted no es sino Pedro el Breve.
–Fue un intento de formar un gobierno provisional. De todas maneras iba a ser breve, aunque hubiera tenido éxito, porque nunca habría excedido, ¡nunca!, de diciembre de 2002, para cumplir todo el proceso. El país no llegó a saber que el 13 de abril anuncié a la OEA, por intermedio del secretario general, que la provisionalidad invocaría la Carta Democrática Interamericana, para involucrar a ese organismo internacional como garante del pleno restablecimiento del orden institucional. También se olvida que el propósito era proponer cuatro enmiendas constitucionales: 1. Acortar el período presidencial a cuatro años, con una sola reelección. 2. Retorno de los militares a sus cuarteles y el reconocimiento del carácter no deliberante de las Fuerzas Armadas. 3. Doble vuelta electoral, para asegurar la legitimidad necesaria del Presidente. 4. La formalización del restablecimiento del nombre de Venezuela.
–¿Qué pasó, a su juicio qué fue lo que falló?
–Si pudiera hacer un balance, yo atribuiría el fracaso a tres hechos. Uno, la inexistencia de un plan preconcebido. Había una crisis política profunda, pero no un plan de sustitución del gobierno de Hugo Chávez. Segundo, el error atribuible al mundo castrense, de impedir la salida de Chávez a Cuba, como estuvo dispuesto esa madrugada, por considerar que debía permanecer en el país para ser juzgado. Ese fue un error capital. Tercero, las incomprensiones respecto al alcance del decreto, a pesar de las rectificaciones. Además, hubo falta del sentido de unidad en el estamento militar, especialmente en el Ejército.
–Esa juramentación suya, al estilo Napoleón, no fue una plausible pieza democrática.
–Sí, eso quizá tuvo un efecto de imagen. Si hubiese existido una posibilidad real de que el parlamento le diera legalidad a la formación del gobierno provisional, ese habría sido un camino, pero ello no pasó de conjeturas. Jamás se concretó la hipótesis de un cambio en la correlación de fuerzas de la Asamblea Nacional, como se ha dicho.
–En Miraflores, ni siquiera el Regimiento de la Guardia de Honor fue reemplazado. El ministerio de la Defensa recayó en un vicealmirante, un militar sin mando real. Los partidos dicen que usted rehusó concertar con ellos, que hasta los dejó esperando para reunirse, y que por tanto careció de verdadero piso político.
–No eludí, hubo hechos. Yo tuve comunicación telefónica con actores que no me dieron seguridad. Hubo respuestas ambiguas. Yo no busqué, a mí me llamaron a formar un gobierno provisional. Yo no me aparecí voluntariamente. Como digo en mi libro (Mi testimonio ante la historia, editorial Actum), a Ramírez Pérez lo designé ministro por las discrepancias en el Ejército. Luego lo iba a sustituir el general Navarro Chacón.
–Los políticos dicen que con la excusa de ir a bañarse usted abandonó una reunión con ellos y que poco después lo vieron por la televisión llegando a Fuerte Tiuna. ¿Es cierto eso?
–Estaba reunido con toda esa dirigencia política en Venevisión, en las instalaciones del canal de Gustavo Cisneros. A la medianoche salí y me dirigí al hotel Four Seasons, a asearme, a tener comunicación con mis colegas de Fedecámaras. Al llegar al lobby del hotel recibí una llamada, pidiéndome que me trasladara a Fuerte Tiuna para una reunión. Había más que rumores, versiones insistentes en cuanto a la renuncia del Presidente. De manera que no es que salí escondido, a hurtadillas. Esa es una de las mentiras lamentables.
–¿Qué dice de las espectaculares vueltas que ha dado la vida de Cisneros? Carlos Andrés Pérez, que habló al país el 4-F desde Venevisión, en sus Memorias Proscritas señala: “Cisneros es gran estafador político”. (Pág. 415)
–Carás, me pone un tema difícil. Frente a ese tema no puedo sino de manera sincera deplorar las actuaciones de Cisneros y de su organización, y en especial el hecho del cierre de RCTV, sin que haya merecido un gesto de solidaridad de su parte.
–¿Es verdad que José Vicente Rangel estaba en la jugada? El era el ministro de la Defensa y tardó en pronunciarse. Fue de los últimos en incorporarse a Miraflores, la noche del 13, al retorno de Chávez. Llamó para decir que iría cuando su vida no corriera peligro.
–No puedo decir responsablemente que él hubiera tenido acercamiento o participación en los eventos de abril, pero algunos analistas han dicho que sus expresiones evidencian que estaba aguardando ver cuál era el futuro de la consolidación o no de la provisionalidad. Hay quienes advierten que tuvo posturas ambiguas, o de espera, a ver qué podía pasar.
José Ángel Ocanto
Le tendí a Chávez puentes de oro
–¿Qué siente usted por Hugo Chávez?
–Dios mío, no me busque la lengua. Yo lo que debo recordar es que nadie en Venezuela le ha tendido al presidente Chávez los puentes de oro que yo le tendí desde la presidencia de Fedecámaras, y que lamentablemente no supo valorar. Lo acompañé en algunas visitas al exterior. Yo dialogué con el Presidente, tuve conversaciones con él exhortándolo a que, más allá de las diferencias, teníamos el deber de buscar puntos de entendimiento. Durante cien días dialogué con el Gabinete Económico. Falló quizá la visión del estadista, en aras de la visión del revolucionario.
–¿Es Chávez un hombre bruto?
–Chávez no es un hombre limitado. Es un hombre sagaz, que absorbe conocimientos como una esponja.
–Ser una esponja no es precisamente sinónimo de solvencia intelectual.
–Obviamente. Es un hombre intuitivo. Es un comunicador nato.
–Añora, como Pérez Bonalde, la vuelta a la patria. (“¡En marcha, en marcha, postillón, agita el látigo inclemente!”)
–Qué más puedo desear que retornar el día en que haya las condiciones, consciente de que el país requiere de un gran proceso de reconciliación, de cicatrizar fracturas profundas que hasta ahora persisten.
–¿Qué se puede esperar de las marchas que eventualmente se realizan en Venezuela?
–Como expresión de disidencia, de angustia, es un recurso necesario, pero no suficiente.
JAO
"Los pronunciamientos públicos de Rafael Poleo y de Petkoff antes de conocerse el Decreto, denotan prejuicio, ignoro si porque se deseaba otra cosa o porque yo era hasta entonces el presidente de Fedecámaras, pese a que no lo busqué. El hecho es que no se otorgó al nuevo gobierno el beneficio de la duda al menos por unas horas, hasta que se configurara el equipo y se viera de manera objetiva su orientación".
Pedro Carmona Estanga
“Mi testimonio ante la historia”
(Pág. 196)
“Mi testimonio ante la historia”
(Pág. 196)