sábado, 18 de agosto de 2007

Por la puerta del sol

De campanas a campanas… Autora: Amanda Victoria
EL IMPULSO 11/08/2007

Se dice que la época de la invención de las campanas se remonta a quince siglos antes de Cristo y que fueron utilizadas primero como adorno en la investidura de los sacerdotes hebreos. Los chinos dicen que los primeros misioneros que llegaron allí confirmaron que ellos poseían campanas de todos los tamaños desde el año 2.200 A.C.
En la época de los emperadores al son de campanas se anunciaba la apertura de los baños y también se contestaban los oráculos. Se divulgaba el paso de los criminales lanzándolas al viento cuando los llevaban al suplicio, también se utilizaron grandemente para anunciar los eclipses del sol.
No es posible decir la época exacta en que se empezaron a usar en los templos cristianos, sin embargo aseguran que fue San Paulino de Nola el primero que introdujo las campanas en el mundo cristiano, de allí nació la primera expresión de: nolanas las campanas.
Desde que los cristianos pudieron libremente reunirse emplearon distintas maneras para convocar a los devotos con trompetas, con matracas, tablas o láminas metálicas que golpeaban con un martillo y en algunas tan solo al canto del Aleluya. Casi todos estos medios han sido relegados al olvido y sustituidos por las campanas.
En Francia fueron creadas en el siglo VII (D.C.), en Oriente empezaron a usarse en el año 871, en Inglaterra en 960 y en 1002 en Suiza. En España no se adoptaron hasta el reinado de Alfonso el Casto. Por su parte la Edad Media mostró unas campanas muy reducidas. Ya para el siglo XVI las campanas empezaron a hacerse de grandes dimensiones como las de Toledo.
Las campanas son símbolo del predicador y su rudeza representa la inflexibilidad y el valor del encargado de enseñar el Antiguo y Nuevo Testamento. Anteriormente se consideraba que un sacerdote sin sabiduría era como campana sin badajo, porque no sonaba, no era convincente su mensaje ni lo oían. Hoy curiosamente también existen estos sacerdotes o pastores que instruyen, pero no forman.
En tiempo de Carlo Magno se bendecían las campanas, pero fue realmente en la época de Juan XXII cuando se consideraron de enorme importancia y las bendecían con solemnidad, cantando Salmos, implorando el auxilio de Dios y ensalzándole. Las lavaban con agua bendita, las ungían con el crisma, las perfumaban con incienso y mirra y se rezaban oraciones relativas al caso.
En época de inundaciones o incendio se siguen usando para demandar auxilio.
El uso social de las campanas, aparte del religioso es casi universal y bien antiguo. Se usa en algunas fábricas para llamar a sus obreros u operarios, señala las horas de descanso, igual sucede en algunos colegios. Los bomberos las utilizan para abrirse paso hacia la emergencia presentada. En algunas partes en los ferrocarriles se utilizan todavía como señal acústica para que los jefes de estación den la orden de partida de los trenes, también en las locomotoras antiguas las usan para anunciar la llegada o para prevenir, en el mar en ciertas boyas se las pone para que con su continuo repique avisen el peligro, en los barcos las llevan para hacer señales y también se las ha empleado en ciertas costas con el mismo fin.
El resto ha venido por añadidura. En lo personal me encantaría un día poder escuchar el sonido de la campana cilíndrica soñada para su catedral de la Sagrada Familia por genio de la arquitectura don Antonio Gaudí, que, buscando un estilo propio, convirtió su sueño en una obra como la más hermosa del mundo, inspirada totalmente en el amor a Dios, la naturaleza y el hombre.
El sol que despereza sus albores en diciembre parece que prolongara sus altares cuando en el sueño de los cielos se despierta con el propalar de las campanas la navidad, como si el mundo renaciera de nuevo para borrar huellas de pavor, de odio, de cansancios, necesidades espirituales y amarguras, escuchándolas con increíble emoción divina.
Hay las que suenan belicosas como las del boxeo, para que el hombre muestre (mientras otros gozan) su condición de bestia tratando de destruir a su contendor para erigirse triunfador.
Perdida entre tanto terror la calma, la delicia de la vida y desolada el alma, se elevó la razón (en este caos) de un hombre que creó su página "Campana en el desierto" , haciéndola sonar como nota de su lira colosal, logrando con su repique mostrar los trapos sucios de la realidad, los disfraces de la libertad y la anarquía. La multitud que no esperaba hallar una esfera luminosa encontró bálsamo a sus dolores en la página que la inteligencia y la pluma de oro de José Ángel Ocanto creó e hizo sonar con pulcritud en el momento oportuno, cuando las bases de la vida se rompieron enfermando gravemente; pluma que entendiendo los sufrimiento decidió que no se puede callar ni aguantar el oprobio sumergido en un rincón, lamentándose. Es el hombre cuya inteligencia vuela a inconcebible altura sobre el tema de la conversación, íntegro, de espíritu cooperador, sensible, humano y seguro, que busca rescatar los pedazos del roto estandarte de la vida, quemada por el sol de las pasiones y que llama con su "Campana en el desierto" a la reflexión de todos y al alma anochecida y pesimista a elaborar enormes alboradas de fe y de constancia en la lucha por la libertad, el más bello y precioso don que el cielo otorgara al espíritu y vida del hombre.

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Acerca de mí

Periodista. Jefe de Redacción del diario El Impulso, de la ciudad de Barquisimeto, Venezuela