lunes, 11 de febrero de 2008

Música de presentación

Hace tiempo estaba buscando una música, y una canción, y una atmósfera, que sirvieran de presentación para este blog.
Creo que he conseguido lo que anhelaba:
Los Sonidos del Silencio, en versión gregoriana.
Espero la disfruten, tanto como lo he hecho yo.



En Colombia ya lo sabían

Un alerta recogido por EL IMPULSO hace nueve años

Mientras aquí en 1998 todo resumía un pastoso delirio, una ruidosa feria populista, con sabor a contenidas ansias de retaliación, en Bogotá se percibía, por aquella época, un temor latente, una prevención a flor de piel. “Ya está avisado el hermano país venezolano, de lo que le espera”, nos dijeron en Bogotá, acerca de los inocultados nexos, ya sabidos allá, de Hugo Chávez con la guerrilla


Los venezolanos tardamos nueve años en conocer a Hugo Chávez. En medirlo, de cuerpo entero. En sospechar de sus equívocas buenas intenciones. En penetrar sus propósitos, más allá de las palabras que suelta a borbotones, y de sus descosidos gestos de comediante, de charlatán, de encantador de serpientes.
Ha sido necesario agotar todo este tiempo, y un lacerante cúmulo de acontecimientos, para que la gente llegara a tener una idea más real, y acabada, del hombre que gobierna al país, con una confesada pretensión de perpetuidad.
Los colombianos, en cambio, jamás se llamaron a engaños.
Estaban mejor informados. Sabían con qué tipo de vecino se la estaban viendo, y tenían bien claro, desde un principio, que no era ese el ejemplo que deseaban copiar, el modelo a seguir.
Si los venezolanos entendiéramos acerca de Chávez y sus debilidades ideológicas, siquiera una cuarta parte de cuanto saben los colombianos, sin lugar a dudas otro gallo cantaría.
Por eso no es nada casual que la opinión pública colombiana tenga, ahora, la consistencia de un muro infranqueable contra el cual se ha estrellado, una y otra vez, el mensaje disociador de quien, en un ataque de diabólica audacia, pugnó por asumir el papel de mediador en el conflicto que desde hace más de medio siglo libran, del otro lado de la frontera, el Estado y la guerrilla.
Una andanada de sus más feroces insultos sólo sirvió para catapultar la popularidad del presidente Álvaro Uribe, a un astronómico 80 por ciento, en enero de este año. Si algún milagro obró Chávez fue el de elevar a Uribe al mismo nivel de aceptación con el cual había llegado el neogranadino al gobierno, tras su primera elección, en 2002.
Es que, en 1998, cuando en esta nación densos sectores –ricos y pobres- se babeaban ante la imagen de aquel Mesías paracaidista que prometía freír cabezas de adecos, ya Gabriel García Márquez se paseaba por la duda de si se trataba, o no, de “un ilusionista, que podía pasar a la historia como un déspota más”.
Oto escritor prestigioso, el cubano Carlos Alberto Montaner, había advertido ese mismo año, que Chávez se serviría de los procedimientos democráticos para gobernar a su antojo, por decreto. “Naturalmente, hundirá al país en el horror y la violencia, pero eso es algo que la mayor parte de los venezolanos hoy son totalmente incapaces de percibir”, analizó.
En Bogotá, en octubre de 1998, el general (r) Harold Bedoya Pizarro, ex comandante del Ejército colombiano, nos dijo, al entrevistarlo, una frase que resuena, intacta, como un aldabonazo, y adquiere plena vigencia justo en estos días, frente a la propuesta de reconocer como “beligerantes”, como partes de una contienda política, a ejércitos que tienen en el narcotráfico su fuente de financiamiento, y hacen del secuestro y la siembra del terror un instrumento de lucha:
“Cuando se piensa en la convivencia y se llama líder a un terrorista, eso es una satrapía. Cualquier convivencia con el crimen, sencillamente lo que trae es la descomposición de la estructura del Estado. Terminan como en Colombia, que es el ejemplo palpable de lo que no se debe hacer”.
Mientras aquí todo resumía un pastoso delirio, una ruidosa feria populista, con sabor a contenidas ansias de retaliación, en Bogotá se percibía, por aquella época, un temor latente, una prevención a flor de piel.
El primero que me lo hizo saber fue el veterano periodista Gonzalo Guillén, editor de El País, de Cali, para la época (hoy amenazado de muerte, por trabajos suyos como corresponsal en Colombia de El Nuevo Herald y The Miami Herald).
Asistíamos, del 11 al 16 de octubre de ese año, a escasos días de las elecciones, a un seminario sobre nuevas alternativas para la redacción, dictado por la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), en la ciudad de Reston, Virginia.
Apenas me reconoció como venezolano, en un intervalo del curso, Guillén se acercó una tarde para referirse, con palabras que traslucían respeto y admiración, acerca de las indagaciones de un periodista y escritor bogotano. Su nombre: Manuel Vicente Peña.
Tenía varios libros escritos. Incluso, uno de ellos inédito. Se había visto envuelto en varios peligrosos episodios, por su denuncia frontal respecto a los criminales métodos de la guerrilla. Uno de sus hijos fue secuestrado, y torturado. Pero la temeraria verticalidad de ese gladiador de la prensa no estaba hecha para la rendición. Él seguía adelante, a todo riesgo, consciente del minado terreno que pisaba.
Al regreso de Virginia, con la maleta aún sin rehacer, informé detalladamente, por teléfono, al doctor Juan Manuel Carmona.
En el acto, el director de este periódico decidió que debía partir sin pérdida de tiempo a Bogotá, al encuentro con aquel escrupuloso desconocido.
Hablamos, el doctor Carmona y yo, del sentido de contracorriente que EL IMPULSO asumía al dar aquel paso. El país entero sólo estaba deseoso de encontrar nuevas virtudes y embelesos en los desplantes de un carapintada que prometía arreglar los seculares males de una sociedad empeñada en sentirse desfallecida, condenada.
“Es prudente recoger ese alerta. Vaya, Ocanto. Si usted va preso por eso, tenga la seguridad de que yo lo acompaño en su celda”, dijo sereno, letra a letra, el doctor Carmona desde el otro lado del hilo telefónico.
No puedo evitar que en este instante me asalte la idea de que ambos, Peña y el doctor Carmona, habrían querido conocerse.
Tenían el mismo porte de solemnes caballeros de otra época.
Pero el destino haría imposible semejante encuentro. Los dos se marcharon de este mundo, Peña de primero, en circunstancias no del todo claras.
Por un personal encargo del aludido colega de Cali, en la fecha y hora convenidas, Manuel Vicente Peña me aguardaba en el aeropuerto de El Dorado. Era un hombre alto, trigueño, de unos cincuenta años. Lucía un manojo de bigotes descuidados, un andar nervioso, escudriñador, y un imbatible espíritu, una tenacidad que era apreciable al primer golpe de vista.
A cuestas llevaba los rigores de tres atentados contra su vida, y la respuesta suya a la guerrilla fue el certero y estruendoso fogonazo de un libro aplastante, titulado: La paz de las FARC.
Al recibirme, ya tenía lista una agenda para tres intensos días de investigación periodística. El resultado fue una serie de cinco entrevistas y reportajes, que alcanzamos a publicar a escasas semanas de la ascensión de Hugo Chávez al poder. Específicamente los días 28, 29, 30 y 31 de octubre, y el 1º de noviembre de ese sombrío 1998.

Pisadas y disfraces

Peña no reparaba en ubicar a las guerrillas del ELN y las FARC, como “criminales de guerra”.
Aducía que “el estalinismo es la perversión del marxismo en la medida en que crea un régimen arbitrario, liberticida”.
-Esa es la ideología que, disfrazada de justicia social, de altruismo, están aplicando los movimientos y partidos totalitarios. Ahí encuentras tú las pisadas de Chávez -apuntaba.
Mostrando unas hojas engrapadas, Peña habló de algo desconocido entonces para una inmensa mayoría de venezolanos: el rostro oculto del “Plan Nacional” del MBR-200.
Eran unos papeles que formaban parte de la carpeta “Hugo Chávez”, en manos de los organismos de seguridad de Colombia.
“Aquí se deja constancia -asentaba Peña- de que en una entrevista que Chávez concedió a una revista argentina, el 6 de octubre del año pasado, felicitó por sus luchas al Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN). Además está su célebre abrazo con Fidel Castro. Aquí se citan con fechas, horas y sitios precisos, los encuentros con Gabino y otros jefes del ELN colombiano, grupo subversivo que es directa inspiración de la ideología castrista. Chávez tiene varios disfraces”.
Los argumentos de Peña proseguían así:
“La historia dice que la llegada al poder de una dictadura lleva implícita la muerte de la libertad de prensa. Además, tenga presente que si Chávez está en componendas con el ELN, eso implica que indefectiblemente también lo está con el narcotráfico. Existe una documentación rigurosa, según la cual en el famoso acuerdo de Maguncia (Alemania), detrás de una fachada de paz con el ELN, lo que realmente se iba a negociar era un tratado de acuerdo con el cartel de Cali, auspiciado por el ELN. El Departamento de Estado de los Estados Unidos supo de esta estratagema, y lo denunció. Hay constancia de eso”.
Para contradecirlo, le referí al escritor y periodista, que el hecho de que Chávez admirara a Fidel Castro no significaba que copiaría su modelo. Juzgue usted si estuvo descaminada su respuesta:
“¿Es una casualidad, entonces, que el proyecto de Chávez hable de crear milicias revolucionarias en los barrios, al estilo cubano? Ya en 1948, Castro escribió a Mirta Díaz Balart, quien luego sería su esposa: `Voy a iniciar una revolución en Bogotá’. El balance de este sueño de Fidel -una pesadilla para nosotros- es que, según cálculos no gubernamentales, de cada cinco familias colombianas una tiene entre sus seres queridos a una víctima de la guerrilla: asesinada, mutilada, minusválida, secuestrada, asaltada o extorsionada. Ese mismo sueño sobre Bogotá lo tuvo Fidel respecto a Venezuela en los años ‘60. Esa vez falló y ahora lo intentará de nuevo, a través de Chávez”.

El Carnicero de Chucurí

-¿Cuándo y dónde se han reunido Chávez y Gabino, el jefe del ELN? –inquirimos.
-De acuerdo a los informes de inteligencia del Ejército, una de esas reuniones se efectuó en Tame (Arauca). Chávez entró a Colombia por la ruta Caracas-Santa Marta, entre el 15 y el 18 de diciembre de 1994, para reunirse con Nicolás Rodríguez Bautista, alias Gabino, a fin de coordinar actividades de sabotaje y hostigamiento contra autoridades de ambos países, incluyendo el sangriento asalto a la base fronteriza de Cararabo, en febrero de 1995. Ese informe fue remitido al presidente Caldera. La investigación revela que “uno de los puntales de la negra alianza es el trueque de armas por coca”. Un guerrillero apodado El Flaco confesó que el ELN tomaría la población de Tame con armas que formaron parte del arsenal desaparecido durante el golpe contra Carlos Andrés Pérez. Esos informes especifican fechas exactas, sitios de reunión y asistentes (nombres y apodos), con toda precisión. En el asalto a la base militar de Cararabo, en la margen venezolana del río Meta, sufrieron torturas ocho guardias, antes de ser masacrados y sus cadáveres cercenados. El ELN, en complicidad con venezolanos, practicó actos ‘macabros y enfermizos’. Los restos mortales de esos militares caídos en defensa de la soberanía de su país, fueron degollados. Además, a cada uno de los cadáveres les extrajeron los ojos y la lengua.
-Háblenos de ese tal Gabino. ¿Cómo es él? –quisimos averiguar.
-Es un campesino muy primario, de San Vicente de Chucurí, en el Departamento de Santander del Sur –dijo Peña-. Cuentan que su familia tenía una carnicería en el lugar y que Gabino era especialmente cruel, desde muy joven, al momento de participar en el sacrificio del ganado. Por eso antes de ser llamado Gabino, que es el nombre de guerra, le apodaban El Carnicero de Chucurí. Él es lo que llaman, en el lenguaje de la guerrilla, un comandante histórico, es decir, un fundador que conserva el mando.
Tampoco tenía vacilaciones este combativo intelectual colombiano, acerca del papel que corresponde asumir a un periodista en tiempos de libertades menguadas.
“Cuando existe el peligro cierto de que se instaure un gobierno de corte totalitario, los periodistas no podemos permanecer neutrales” –sentenció.
A renglón seguido:
“Estamos globalizados, y si el comandante Hugo Chávez viene a mi país y se entrevista clandestinamente con criminales de guerra (eso son los terroristas, según el derecho internacional), me parece más lícito, más legítimo, que periodistas de ambos lados de la frontera, que creen en la libertad, se reúnan para investigar a estos personajes. Lo primero que hace una dictadura cuando usurpa el poder es cerrar los medios de comunicación no subordinados al régimen, e imponer la censura de prensa. Fíjese, lo de usted mismo no deja de ser una berraquera. Usted ha venido a Colombia para hacer la denuncia antes de que se produzca el desastre. Las denuncias se hacen antes, ¡no después!”

Instinto máximo

Cuando por intermedio de Peña entrevistamos al general Bedoya Pizarro, ex comandante del Ejército, soltó esta aseveración rotunda:
“La democracia es la primera que se afecta. Donde hay narcotráfico, secuestro, terror, violencia, no hay democracia. El instinto máximo que tiene todo ser humano es el de la supervivencia. La gente se pliega ante cualquier delincuente si le garantiza que no lo mata, o que no lo secuestra. Ahí la democracia pasa a un segundo o a un quinto plano”.
Por todo eso, otro de nuestros entrevistados, el abogado Fernando Antonio Vargas, presidente, a la sazón, del Comité de Víctimas de la Guerrilla, se permitió advertirnos:
“Es que está avisado el hermano país venezolano, de lo que le espera. Me parece que es de ciegos pensar en obtener, tal vez, un mendrugo, un pedazo de pan, en un gobierno de Chávez, a cambio de la libertad. ¡Me parece de ciegos!”


Una historia peligrosa


La penetración de la guerrilla, del narcotráfico…

Conjeturas aparte, al país se le plantea un panorama tenebroso. La tragedia colombiana está siendo desplazada hacia nuestro territorio. El gobierno, en nombre de una afinidad ideológica, está abriendo sus brazos a fuerzas incorregiblemente criminales

La revolución venezolana ha tendido salvavidas que han volteado el curso de la historia. Toca ver si para bien o para mal, y por cuánto tiempo. Además, a qué costo.
En 1999, cuando Hugo Chávez arribó al poder, era obvia, e irreversible, la declinación en el Caribe de la figura de Fidel Castro, condenado a añorar la dulce era del protectorado soviético. “El viejo”, que tuvo tiempo para ungir al sucesor, encontró un inesperado respiro y se dispone a morir, tranquilamente, en su lecho de enfermo, a causa de los misteriosos males que lo han vuelto impresentable.
También la guerrilla colombiana estaba de capa caída diez años atrás. Justamente en 1999 había sido anunciado el Plan Colombia, concebido por las administraciones de Andrés Pastrana y Bill Clinton, con miras a acabar con el conflicto armado, esto es, aplastar a los irregulares, y generar una estrategia de combate a la droga, principal fuente de financiamiento de la subversión.
No era cualquier cosa, ciertamente, lo que estaba en juego. Un Contralor General de la Nación había estimado, en 1984, que, sólo ese año, la cocaína, la heroína, el basuco, los secuestros, la vacuna y el boleteo, le habían representado a las FARC, las cuales se hacen llamar “bolivarianas”, un ingreso estimado en los 2.800 millones de dólares. ¡Qué duro es ser revolucionario, allá como acá!
Para entonces, la infernal maquinaria que en un momento dado llegó a poseer un potencial suficiente como para provocar acciones de guerra en un 78 por ciento del territorio colombiano, y trasladaba la droga en aviones Cessna y hasta en los Boeing 727, se había tornado, como lo reconocería el propio texto del Plan Colombia, en “una estructura más dispersa, más internacional y más oculta”. En fin, en un cuerpo más difícil de combatir y atrapar.
Pero la desmoralización cundía en las filas de los ejércitos irregulares. La esencia ideológica que les dio vida, había degenerado en el crimen y en el terror como herramienta de “lucha”, ajena a la política. Internamente era preciso combatir a diario los brotes de indisciplina, para mantenerla a raya. En ese ambiente, el liderazgo tenía que ser impuesto, y revalidado, constantemente, a sangre y fuego. A los jefes los atormenta oler, cada día, cada noche, las acuciantes emanaciones de la conspiración.
Los Estados Unidos, en la ejecución del Plan, habían puesto un frenético énfasis en el fortalecimiento de las fuerzas militares. Tanto que se llegó a denunciar su carácter “militarista”. Eso motivó a Amnistía Internacional a quejarse, en junio del año 2000, puesto que, a su juicio, “los programas de desarrollo social y humanitario no alcanzan a disfrazar la naturaleza esencialmente militar del plan”. Encima, el estilo del presidente Álvaro Uribe era mucho más frontal e implacable que el del propio creador del Plan Colombia. Y a nadie podría sorprender que en la Casa Blanca, George W. Bush tomara la decisión de expandirlo. Así, en octubre del
2004 el número de asesores estadounidenses que podía operar en Colombia, subió de 400 a 800.
En suma, la guerrilla se sabía en una situación comprometida. Estaba acorralada. Incomunicada. Para el sistema interamericano, los Estados Unidos y la Unión Europea, no eran más que vulgares terroristas. La opinión pública mundial les daba la espalda, como acaba de quedar patentizado con las concentraciones del 4 de febrero (¡cruel ironía, comandante, la misma fecha de su golpe!) Sólo el uso de los rehenes como escudos imposibilitaba la estrategia de barrerlos de la faz colombiana.
Joaquín Villalobos, quien como dirigente del Frente Farabundo Martí participó en los acuerdos de paz que pusieran punto final a la guerra civil en El Salvador, hizo esta observación: “Las FARC están debilitadas militar y políticamente como nunca en su historia”. Adicionó: “En 2007 no pudieron realizar una sola toma u hostigamiento a los poblados que controla el Estado. Sus combatientes se desmovilizan masiva y voluntariamente, 2.400 sólo el año pasado, y hay evidencia pública de que algunos jefes guerrilleros han recuperado las comodidades perdidas en el territorio venezolano”.
Las FARC sabían que les urgía reacomodarse, oxigenarse, como siempre, ganar tiempo. Su única posibilidad de supervivencia estaba en escabullirse tras los artificios de un acuerdo “humanitario”. Y justo en esa decisiva escena de la película hace su estruendosa aparición la revolución bolivariana. Lo primero que hace es alterar el libreto, para introducir un nuevo léxico, una nueva terminología oficial. Nada se llamará igual, en adelante. Así como el “gran hermano” dispuso que los pistoleros de Llaguno pasaran a ser “héroes” y los comisarios que trataron de contenerlos, “criminales de lesa humanidad”, todos en la granja recordaban cómo un buen día sorprendió al propio ministro de Educación, al declarar exterminado el analfabetismo. En estos instantes precisos resuelve que, en el futuro, no se hablará de secuestrados, sino de “retenidos”, o, mejor aún, de “prisioneros de guerra”. Los guerrilleros no son más terroristas, sino “fuerzas insurgentes, un proyecto bolivariano que aquí es respetado”, en fin, “ejércitos que ocupan un espacio”. El secuestro también cambia. Pasa a ser “un formato operacional”.
Nadie pudo haberlo dicho más claro que el ministro del Interior y Justicia, Ramón Rodríguez Chacín, en el momento del rescate de Clara Rojas y Consuelo González, del otro lado de la frontera, frente a las cámaras, y al despedirse de una célula guerrillera: "Estamos muy pendientes de su lucha (...) Mantengan ese esfuerzo y cuenten con nosotros". ¡Felicidades!, le respondieron, entre cordiales apretones de mano. Esa imagen era el mejor testamento. ¿Hace falta puntualizar más, descifrar más? Todo esto lo que quiere decir, con claridad meridiana, es que cuando en Venezuela se discute si a la guerrilla colombiana debe acreditarse, o no, el estatus de fuerza beligerante, respecto al Estado colombiano, es decir, promover que se sienten en una misma mesa el gobierno y los irregulares a hablar de gran política, de igual a igual, la realidad dice que las FARC y el ELN tienen, ya, una presencia reconocida en Venezuela. Aquí opera una beligerancia de facto. En el quiebre de la relación con Colombia mucho tiene que ver el peso específico que el gobierno de Venezuela otorga a los capos de la guerrilla.
Vamos a los hechos. Colombia tiene la cuarta población de desplazados internos del mundo. La atrocidad de la violencia rural obliga a un desplazamiento forzoso. Se calcula que unas 300.00 personas, en su mayoría mujeres y niños, debieron abandonar sus hogares por esta causa en 1998. Para Venezuela era ineludible analizar, conjuntamente con Colombia, una estrategia común, una política de Estado, en lo concerniente a ese drama, en previsión de que las regiones ubicadas a lo largo de la franja fronteriza sintieran los terribles efectos sociales de ese éxodo. No sólo no se hizo eso, sino que los dirigentes de las dos principales organizaciones guerrilleras prácticamente se han mudado a Venezuela. Aquí tienen su centro de operaciones, sus oficinas.

Lo de Los Monjes quedó atrás

Antes el motivo de las fricciones entre Colombia y Venezuela era el litigio territorial, por el Archipiélago de Los Monjes. Eso quedó para la historia. El peor incidente diplomático entre Colombia y Venezuela, bajo los gobiernos de Álvaro Uribe y Hugo Chávez, se desencadenó a principios del 2005, hasta producir incluso la ruptura temporal de las relaciones comerciales y el retiro de ambos embajadores. ¿La causa?: la detención en Caracas de
l “canciller” de las FARC, Rodrigo Granda, capturado por agentes venezolanos, y quizá también colombianos, siendo llevado a Cúcuta, donde fue formalmente arrestado.
La averiguación abierta por el ministerio del Interior no fue para determinar qué hacía Granda en Venezuela, sino si era cierto que los funcionarios policiales que lo apresaron habían sido sobornados. Los expulsaron. La soberanía había sido violada no por el jefe guerrillero, sino por los agentes encubiertos que les echaron el guante. El vicepresidente, José Vicente Rangel, no tardó en declarar que Granda había sido “secuestrado”.
Hace unos días fue abatido en una posada turística del estado Mérida, Wilber Varela, alias “Jabón”, jefe del cartel del Valle del Norte. Estados Unidos ofrecía cinco millones de dólares por su captura. No se trataba, esta vez, de un dirigente guerrillero, sino de un narcotraficante, pero la relación en uno y otro caso guarda asombrosas semejanzas. En esta hora absurda, ser jefe guerrillero o narcotraficante asegura la misma distinción. Mildred Camero, ex presidenta de la Oficina Nacional Antidrogas (ONA) de Venezuela, aludió informes confidenciales de la DEA para referir que Varela recibía protección de autoridades venezolanas y actuaba “con absoluta libertad”.
Una fuente policial lo explicó así al diario colombiano El País:
“Se instalan en magníficas casas, compran fincas grandes y negocios en quiebra, y se convierten en personajes valiosos para las economías locales venezolanas". Añadió: "Venezuela es para estos criminales un seguro de vida”. Es por eso, aducen, que cuando la policía colombiana pregunta a los funcionarios venezolanos por el paradero de los capos, la respuesta es siempre la misma: “No tenemos nada”.
El asunto es que “Jabón” dirigía sus negocios desde aquí. Poseía propiedades en Lara (aquí vivió un tiempo, con protección policial) y en Barinas. No quería volver a las selvas. Tenía pasaporte venezolano. También cédula de identidad, como José María Ballestas, sobre quien pesaba una orden de captura por el secuestro de un avión Fokker 50 de Avianca, en 1999, y al ser arrestado por efectivos de la PTJ y del servicio secreto colombiano, en Caracas, mostró una docena de documentos de identificación venezolanos, todos originales.
Serían apenas botones que sirven de muestra de todo un complejo y turbio andamiaje, que flota en torrentes de dineros sucios. Lo organismos de inteligencia en Bogotá trabajan en datos que apuntan hacia los nexos de altos personeros militares venezolanos, con la guerrilla colombiana. En todo esto, más que afinidad ideológica, habría un sustrato de corrupción en grandes dimensiones. La revista Semana ha reseñado que el Director de la Dirección de Inteligencia Militar (DIM), el general Hugo Armando Carvajal Barrios, “está señalado por agencias antinarcóticos y servicios de inteligencia de varios países, de ser la ficha clave en Venezuela para narcos y guerrilleros colombianos”. Lo llaman “el Montesinos de Venezuela”.
Lo cierto es que la guerrilla y el narcotráfico encuentran en Venezuela un campo fértil para sus operaciones. Las palabras recientes de Hugo Chávez oficializan esa antipatriótica postura oficial. “Venezuela –ha dicho- limita al suroeste, al noroeste, no con el Estado colombiano sino con las fuerzas insurgentes de Colombia, que tienen otro Estado, que tienen leyes propias, que las aplican y las hacen cumplir”.
La vigilancia de la agencia antinarcóticos estadounidense, la DEA, ha sido entorpecida. Las incendiarias peleas de todos los días con el imperialismo sirvieron de pretexto para que el régimen resolviera suspender la alianza con la DEA, el 7 de agosto de 2005, tras denunciar que sus funcionarios espiaban al gobierno y violaban leyes locales. Ahora sólo el narcotráfico podrá violarlas.
Conjeturas aparte, al país se le plantea un panorama tenebroso, frente al cual el gobierno asume una postura insensata, encubridora. La tragedia colombiana está siendo desplazada hacia nuestro territorio, a grandes zancadas. La integridad territorial, y moral, están en juego. El narcotráfico penetra y pervierte, con su inmenso poder de compra de conciencias, estamentos claves: el ámbito militar, el judicial, el político. ¿Ocurrirá lo mismo con los medios de comunicación? ¿Pasará mucho tiempo para que financien concejales, diputados, o hasta un candidato a la Presidencia? ¿Cuánto tiempo le llevará al país revertir este nefasto estado de cosas? Particularmente el Presidente, en nombre de una afinidad ideológica, y de sus rencores, está abriendo sus brazos a fuerzas incorregiblemente criminales. Ayer la guerrilla lo intentó con el uso de la fuerza y un gobierno democrático lo impidió. Ahora hacen triunfal entrada a este suelo, aferrándose a un lujoso salvavidas, tejido con el destino de todos.
En tanto, tristes historias que se volvieron rutina en Colombia, comienzan a contarse aquí, lástima, sin mucha impacto. Hoy mismo, cuando escribo estas líneas, el correo electrónico me estremece con una triste información que me ha espantado el sueño: no están claras las circunstancias en que ocurriera la muerte del periodista y escritor Manuel Vicente Peña, enfrentado en Bogotá a las FARC a punta de sus libros, y de su coraje, y sobre quien escribimos ayer. Gonzalo Guillén, el colega que me lo presentó, asimismo enfrenta serias amenazas, a causa de trabajos suyos publicados como corresponsal de El Nuevo Herald y The Miami Herald.
“Debo andar en un carro blindado, con un chaleco antibalas y dos escoltas. Algo fastidioso que a la hora de la verdad no sirve para nada”, me dice.
Y, ¿saben qué? En la ciudad de Maturín, aquí, en el Oriente venezolano, un periodista de nombre Mauro Marcano investigó hasta dejar al desnudo, con toda su fealdad, las macabras andanzas del “Cartel del Sol”. La red abarcaba a narcotraficantes, así como a militares activos y retirados de alto rango, jueces, políticos, fiscales y policías. El diario El Oriental reprodujo sus valientes escritos. Mencionó a los involucrados con sus nombres y apellidos. Pasó lo de siempre: lo amenazaron de muerte, una y otra vez, entre otros, un coronel. Pero nuestro héroe no cedió.
La última crónica la alcanzó a escribir el martes 31 de agosto de 2004. En esas líneas daba cuenta de la desaparición de parte de un lote de mil kilos de cocaína de alta pureza, después de ser incautada por la policía local.
Lo mataron de tres disparos, el día siguiente, cuando salía de su casa, dos sujetos que lo habían seguido de cerca durante tres semanas. Su familia denunció que el autor intelectual eran el narcotraficante Ceferino García y su hijo Carlos Andrés García, quienes habrían cancelado 100 millones de bolívares a unos sicarios.
Es, sin duda, una historia peligrosa. Peligrosa de vivirla. Y hasta peligrosa de contarla. Pero es historia y debe ser divulgada.

martes, 15 de enero de 2008

Los 37 años del MAS


Discurso
pronunciado por José Ángel Ocanto
en ocasión del 37º aniversario del partido
Movimiento al Socialismo (MAS).
Plaza Bolívar de Barquisimeto, 19 de enero de 2008


Sirvan las primeras líneas de esta intervención para una necesaria aclaratoria.
En tiempos en que la palabra “injerencia” asume un sentido y una carga tan perversa, cuando “mediar” se convierte, por fuerza de la más felona complicidad, en una intrusión agraviante, que busca dotar de aureolas y estatus a milicias que secuestran, torturan, enmudecen y exterminan, a cientos, del otro lado de la frontera, y sobre este suelo mismo; en tiempos tan adulterinos como estos, digo, muy lejos de mi propósito la intención de tomar la excusa de esta invitación a hablar, en el aniversario del Movimiento al Socialismo (MAS), como una licencia para entrometerme en sus asuntos, en su historia, en su vida, así como tampoco en los asuntos, en la historia y en la vida de quienes en este partido conviven.
Se trata, lo confieso de entrada, de una aclaratoria, al punto, retórica. Un palabreo, nomás, excúsenme. Porque ni soy yo, Dios me guarde, el “mediador” aquél, capaz de trastornar cuanto manosea, y de alentar los más impensados demonios en cuanto ámbito penetra, ni ustedes, amigos todos, están aquí, ni podrían estar jamás, bajo las órdenes de Pedro Antonio Marín Marín, siniestro personaje que suele llevar una toalla al hombro, el guerrillero más viejo del mundo. Ése criminal espantajo quien se hace llamar Marulanda, y pugna por filtrarse, por sobre alfombra roja, entre las figuras de Zamora y el Che Guevara, en esta enmarañada iconografía patria, ya a punto de ser explotada por Hollywood, en la cual cohabitan lo mismo “derechos que traidores”, como dice el tango, héroes y medrosos, invictos y menguados, quijotes y serviles, genios y fanfarrones, semidioses y mañosos. Ahora, ¿qué otro elenco pudiera esperarse, siendo como es obra, semejante muestra, de tan turbio curador?
Segunda aclaratoria, ésta, sí, fundamental, enlazada, quizá, a una infidencia. No transgrediré, o, me cuidaré, al menos, de no transgredir la amable insinuación-orden impartida por Macario. Vencido, siempre, por su proverbial cordialidad, el jefe sempiterno del MAS local me sugirió, primero, que esperaba leer mi discurso con prudente antelación. Luego, sin duda consciente de que este campanero buscaría las maneras de burlar su prescripción censora, tuvo la gentileza de cambiar la pauta por un textual: “Métete todo lo que quieras con los partidos, pero al menos déjalos con vida”.
Creo, ciertamente, en los partidos, puestos a compartir espacios, cada vez más, con movimientos sociales de innegable penetración e influencia, y, cómo ignorarlo, con los medios de comunicación social, constreñidos por vacíos, y emergencias históricas, o, más bien, ahistóricas, a derivar en protagonismos inoportunos, postizos.
En democracia los partidos son elementales, como expresión del cuerpo social, como recipientes de una cultura. Los partidos son indispensables en lo concerniente a la propia legitimación de la democracia. Un líder de partido al asumir responsabilidades públicas tendrá más valores que cuidar y más fiadores a honrar, que un falso Mesías dado a sonar las trompetas para anunciar el dudoso milagro de desaparecer los panes y los peces, y postrar al país en una sucesión de Lázaros y de leprosos, segregados a la cárcel, al exilio o a la persecución judicial, en razón de su inadaptación al régimen, a los designios de la voz única y tornadiza del amo.
La calidad, vigencia y arraigo de los partidos, es el mejor instrumento, al menos el más visible, a la hora de calibrar la salud del sistema de gobierno imperante. La promoción de las virtudes democráticas encuentra terreno fértil en las organizaciones partidistas, so pena de trocarse en cuerpos fosilizados, en cascarones vacíos plagados de corredores fantasmales; en suma, como tanto se ha criticado, en meras máquinas para ganar elecciones. (Y a veces, ni para eso).
El fermento de las ideas es tarea de partidos, así como la improrrogable incubación de los liderazgos generacionales, cuya mora ha amenazado con dejarnos sin aliento en las últimas décadas. Un partido tendrá validez en la misma medida en que encarne con autenticidad los más sentidos intereses sociales, cuando el común de la gente lo identifique con sus dramas, con sus esperanzas, con sus temores y fortalezas.
Tiene mucho que decir en todo esto el hecho de que los primeros partidos de masas tuvieran un perfil obrero. Y, además, que, en lo tocante a Venezuela, reputados historiadores hayan ubicado el surgimiento del maniobrar partidista en la irrupción de la Sociedad Patriótica, la organización revolucionaria que presionó al Congreso Constituyente de 1811, a los fines de que procediera a declarar, sin más dilación, la Independencia. Quedó registrado que fue justamente en el seno de aquella Sociedad Patriótica donde Simón Bolívar habría de pronunciar su primer discurso político, la noche del 3 de julio de ese año germinal.
Se especulaba que en la práctica operaban en Caracas dos Congresos y que la Sociedad Patriótica pugnaba por suplantar al institucional. Las palabras del futuro Libertador buscaban desmentirlo, posiblemente para salvar las formas que pudieran estropear el fondo de un objetivo superior. Desde entonces hay un término, un concepto, que aparecerá, una y otra vez, en el firmamento político venezolano, con mayor ímpetu ahora, más apaciguado y sordo después, pero invariable en su intención, demoledora o creadora de nuevos espacios, según la óptica del observador.
Ese concepto, ese valor político al cual hago referencia, es el de la ruptura. Creo que si excluyéramos esta palabra del léxico político, sería absolutamente imposible analizar a cabalidad a la Venezuela que desde 1811 se debatía ya en insondables facciones y personalismos, hasta decretar una áspera división entre godos y patriotas. La Guerra de Independencia no es sino una guerra civil, que nos desangra y empobrece. Un movimiento separatista, La Cosiata, dio al traste con la Gran Colombia. La patria rompía así con el padre, y, por cierto, en aras de conjurar el peligro latente de que avanzara el desgarramiento social, una de las resoluciones de Bolívar, en 1826, fue la de ratificar a Páez, el artífice de aquella grave agitación, como jefe Civil y Militar, y, además, otorgar una amnistía general, esparcida sin los rencores que retratan al espíritu mezquino; al embaucador que, aún aclamándose bolivariano, ha decidido salir en campaña, hacia otras naciones, con dineros malversados como espada, y sólo para pactar, en las sombras y clandestinidades de la selva, con quien sojuzga y aplasta la libertad y demás sagrados derechos de sus víctimas, reducidas a la inhumana condición de piezas para un canje.
Las rupturas prosiguen, en intacta línea y gradación. Partidarios de los dos hermanos Monagas, José Tadeo y José Gregorio, se enfrentaron con abrupta hostilidad. Cuando Juan Vicente Gómez desbanca del poder a Cipriano Castro, a principios del tardío siglo XX venezolano, rompe un símbolo sacramental de lealtad: el compadrazgo que los unía.
Ruptura, incluso, se llamó un partido efímero. De un rompimiento con el Partido Comunista de Venezuela, brotaría el Movimiento al Socialismo, hace hoy exactamente 37 años.
Alfredo Maneiro, que rompe con el PCV para irse tras la huella de los fundadores del MAS, y al poco tiempo rompe con el MAS para fundar la Causa R, se quejaba, allá por los años ‘70, de que mientras Acción Democrática, en su decir, exhibía una enorme habilidad para “ablandar” y “asimilar” adversarios, las organizaciones de origen comunista no sabían sino “triturar” al disidente.
De tal suerte que de aquel rojo vientre germinarían partidos con una innata tendencia a la fragmentación, al verticalismo. Pedro Duno llegaría a advertir, en su intuitivo análisis sobre este proceso, que si bien en el MAS se da una renovación teórica, hay, asimismo, “una tendencia al teoricismo”, es más, “un exceso de teoricismo”.
Muchos partidos surcarían los cielos como estrellas fugaces. Las divisiones y subdivisiones, serán siempre expediente al alcance de la mano, como vía de escape ante los ahogos del sectarismo, del dogma, del desgaste y los dilemas históricos. No hay, por tanto, empresa más cuesta arriba que la de clarificar el linaje de los partidos, y el ADN de sus huestes. Contadas veces el factor ideológico determinará una escisión. La constante será una febril dinámica de entrecruzamiento, marcada por un pragmatismo alucinante. Allí está, a nuestro juicio, la razón desnuda de la condición desértica de nuestros actuales partidos, entretenidos, muchos de ellos, en la contemplación del ombligo de sus propias naderías. Está en esa atmósfera de clubes que se respira en más de una sede partidista. El juego de dominó, que aborta toda discusión, todo análisis, pese a las acuciantes tragedias de hoy. Cero debate, interrupción de la formación de los cuadros de relevo, desvinculación pasmosa respecto a las angustias populares. Quiebra libertina del principio de democracia interna. La incongruencia de partidos que luchan por la democracia en la calle, pero la niegan dentro. Imposiciones groseras, esterilizantes. Eclipse del sentido de grandeza, del compromiso histórico.
El PCV, retomamos, estaba llamado a ser la fuente de casi todas las organizaciones políticas contemporáneas. De las entrañas del PCV surgió, en 1937, el Partido Democrático Nacional (PDN), agrupación de inspiración izquierdista, precursora de Acción Democrática. Cismas, dentro de AD, darían vida al Movimiento Electoral del Pueblo (MEP), y al Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR). A su vez, de una división del MIR emergió la Liga Socialista. También eran disidentes del MIR quienes irían a crear tienda aparte, en Bandera Roja. Proyecto Venezuela afloró del tronco socialcristiano. Primero Justicia también. Ayer apenas, en el 2002, otra ruptura del MAS induce el parto, por fórceps, de Podemos y de Vamos.
Flujos y contraflujos incesantes, hasta consentir lo promiscuo. Toldas juntadas con primos hermanos. Y, además, partidos que se creían irreconciliables, por sus doctrinas originales, puestos a sentarse a la mesa de la coyuntura electoral. Así, a Convergencia, aquella coalición chiripera que apoyó la candidatura de Rafael Caldera, en 1993, la conformaban, además de antiguas piezas de COPEI, el MAS, el MEP, el PCV.
¿Quién niega, ahora, que nuestra historia política es una abigarrada sucesión de rupturas y revisiones? No es casual que la acusación de revisionistas haya aflorado en las circunstancias en que unos y otros desean proferir el peor de los insultos políticos. Unas veces sin razón. Otras con razón de sobra. Teodoro Petkoff y Pompeyo Márquez, fundadores del MAS, un día como hoy del año 1971, en el Club de Solaz, calle real de Monte Piedad, venían de abandonar la lucha armada, y de romper, según palabras del propio Petkoff, “con toda esa constelación político-ideológica, cuyo centro era la Unión Soviética”.
La causa de las brasas de esta procesión encontraría plena justificación histórica, casi dos décadas más tarde. El deslinde (así se llamó, adrede, el primer órgano de expresión masista) había fecundado en un acontecimiento premonitorio de todo el pesado desmoronamiento que pondría fin al modelo soviético, junto a la caída del Muro de Berlín, en noviembre de 1989. El “socialismo con rostro humano”, de Alexander Dubcek, había sido aplastado por las tropas soviéticas. La tenue democratización de la Primavera de Praga, aún cuando no preveía la legalización de los partidos, fue asolada mediante una ominosa invasión, con el uso de 5.000 carros blindados del Pacto de Varsovia y unos 200.000 efectivos de tropa.
De manera que en esta ocasión la ruptura obedeció a un serio razonamiento formal, ideológico. Toda la inobjetable argumentación la había vertido Petkoff en las páginas de su libro “Checoslovaquia, el socialismo como problema”. Tuvo, él, más suerte, valga la digresión, que nuestro muy admirado poeta caroreño Alí Lameda, el viajero enlutado, quien quiso viajar a Corea del Norte para disfrutar las mieles de un paraíso comunista, sólo para que sus dignos huesos fueran reducidos a una oscura mazmorra, de dos metros por dos, durante siete inacabables años, acusado en forma alternativa, comunista él, de ser espía de Moscú o de Washington.
Queda visto, pues, que tampoco esta historia del MAS y sus mentores está ausente de serios baches y tropiezos. Y se repiten, también aquí, algunas incidencias pendulares de estas memorias recientes, cuyo fuego aún nos alcanza. Al final de sus días, Rómulo Betancourt estuvo alejado de su creación, Acción Democrática. Caldera fue expulsado, oficialmente, de COPEI. Una resolución partidista, leída por Hilarión Cardozo, decía: “Se le excluye del comité nacional y se ordena borrar su nombre de los libros del partido”. Por estos días se oye hablar con insistencia, dentro del mundo oficialista, de un iluso chavismo sin Chávez. Y, pregunto yo, impertinencia incluida, ¿dónde están, ahora, Petkoff, y Pompeyo Márquez? ¿No es acaso ésta, una brillante ocasión para convocarlos, a juntar ardores y razones, en estos instantes precisos, cuando la suerte del país exige altura de miras, y la disposición plena a apostarlo todo al desmantelamiento de esta esquizofrenia chavista, y, encima, marulandista?
Nos haríamos merecedores de esta desgracia, con todas sus graves secuelas, si cedemos terreno a la dejación, al hacer política en horarios de oficina, y si, en adelante, se sigue condenando al desamparo, al líder natural que, hundido en las miserias de su barrio, y en la apartada comunidad rural, asume una fatigada representación en solitario. Ya basta de jugar a los personalismos inútiles, y de alimentar esta feria de vanidades en la cual nadie hace nada si esa acción no le garantiza un provecho en lo particular, si no halaga sus intereses. Partamos de un principio real, objetivo. En esta acera nadie es dueño de nada. Es llegado el turno, eso sí, de construir una opción, sobre bases actualmente endebles, imprecisas. Eso es posible. Es inaplazable. La fortaleza estará en la capacidad de acoplar un anhelo, de fundar una confianza. Vea usted que nadie por esas calles está esperando ser mandado. Es un guía por el que aguardan. Será más útil en estas jornadas quien en lugar de ordenar, y disponer, pregunte qué puedo hacer. El himno de libertad que habrán de entonar las masas aún no ha sido escrito. Lo sensato no será competir con el encantador de serpientes, sino decir una verdad creíble, y defenderla no mediante un vendaval de pasiones sino con un haz de honradez. Eso no se logrará, está verificado, desde los estudios de la televisión. La hora actual no es la de los espectadores concentrados, inertes, sino la de un actor diligente, en cada esquina.
En Lara, la pasividad aterra. Si algo se está haciendo es secreto bien guardado. Reclámenme ustedes, que estoy hablando, en vez de actuar. El gobierno produce escándalos a granel, y, ¿cómo reaccionamos, día tras día, aparte de encoger los hombros? Aclaremos de una vez cuándo haremos algo concreto para impedir las vulgaridades de una dinastía ramplona que pretende, y, peor, lo está logrando, pagar y darse el vuelto, con chorros de dinero que a ninguna comunidad favorecen. Indecencia transmitida. Padre e hijo ungidos de un espíritu nada santo.
Ortega y Gasset admite que lo acontecido en Rusia repitió el lugar común de las revoluciones, con la deplorable confirmación del aserto según el cual la revolución, toda revolución, devora a sus propios hijos, y nunca durará más de quince años, “período que coincide con la vigencia de una generación”.
Eso, tratándose de una revolución, de un proceso que merezca llamarse tal. ¿Qué puede decirse de un remedo, tardío e inconexo, de una colcha mal enhebrada de teorías hace buen rato superadas?
Es de agradecer que el MAS sea un aliado. Es de agradecer que en los tiempos del bipartidismo, junto a la Causa R, haya procurado el equilibrio. Es de agradecer que el MAS, rehén por un extenso período, en cada elección, del llamado seis por ciento histórico, no haya llegado al poder con José Vicente Rangel, el Fouché venezolano, como abanderado, en dos consultas consecutivas, las de 1973 y 1978. Es de agradecer el aporte de la tolda naranja a la robustez del debate, que urgía de sólidas confrontaciones. Ello ya había quedado palmariamente probado en el trienio adeco del 45-48, caracterizado por un sectarismo voraz, patibulario. Admítase con humildad, para el registro histórico, que así como Teodoro Petkoff y Pompeyo Márquez tuvieron razón en romper con el comunismo, hace 37 años, también estuvo del lado de ellos el acierto, la verdad sea dicha, cuando se abstuvieron de hacerle comparsa al comandante obstinado en perpetuarse.
Por mucho tiempo se recitó que el primer error del MAS radicaba en su propio nombre. Porque lo anunciaba como un movimiento hacia algo que no existía, o acusaba universal decadencia. Ahora la situación es más incómoda aún. El socialismo del siglo XII, con patente venezolana, no sólo redunda en un mundial descrédito de esta corriente ideológica, sino que desprestigia a la izquierda toda.
El MAS, ese MAS de los tormentos, para Cabrujas, ha avisado que en lo sucesivo su rótulo será el de Movimiento Democrático. El puño cerrado que algún día tomara prestado de la Internacional Socialista, desaparece. El propósito, se ha advertido, es “modernizar la izquierda”.
Amanecerá y veremos. Sin duda hará falta mucho más. Ahora, lo cierto es que la utopía no debe morir.
José Gil Fortoul, quizá el intelectual más sobresaliente de la era gomecista, ya nos hablaba en su Sinfonía Inacabada, de 1931, que por temperamento, y como resultado de los estudios realizados por él en pueblos con razas y culturas diferentes, su corazón y su espíritu estaban siempre con los que padecen y sufren. Para subrayar: “Y con los que sufren y padecen creo en una próxima organización social, menos imperfecta y más humanitaria, con luchas menos brutales y leyes más equitativas. En suma, creo en el advenimiento de otra civilización que será, a un tiempo, más intensa, más amplia y más alta”.
Muchas gracias.

jueves, 20 de diciembre de 2007

Chávez no rectificará

Entrevista al Dr. Joel Rodríguez Ramos


Nos arrastran hacia un terrible despeñadero

Ningún punto de la reforma se puede volver a plantear

Lo que el país necesita es una revolución de la verdad


Abogado, profesor universitario, hombre escrupuloso, culto, de una reconocida conducta rectilínea, sin pretenderlo Joel Rodríguez Ramos se ha erigido en una importante referencia dentro del ámbito de la disidencia a este gobierno.
Es de esos a quienes no da miedo llamar intachable.
-¿Visualizaba usted un inicio de año como el que hemos tenido?
-No, yo visualizaba un inicio de año más tranquilo; pero, conociendo al personaje como lo conocemos, tampoco me extraña lo que está ocurriendo. Genio y figura hasta la sepultura.
-¿No ha sido demasiado ingenuo el país? Con cada episodio se cree que el Presidente rectificará.
-Así es. La misma noche del referendo, dijo que él no iba a retirar su propuesta. A mí me llamó la atención aquello, porque esa propuesta había quedado definitivamente decidida. Sin embargo, pensé que reflexionaría. Caí también en esa ingenuidad. El Presidente no va cambiar, ni sus acólitos van a cambiar.
-Tras el triunfo del NO, los venezolanos clamaron por reconciliación.
-Todos los sectores. Recuerdo una mancheta de EL IMPULSO, por esos días, que decía, palabras más, palabras menos: nunca antes una victoria fue celebrada con tanta humildad. Pedro Carreño dijo que la reconciliación sólo habría sido posible con la reforma a la Constitución. La reconciliación no es contradictoria con la tolerancia, con las ideas distintas. La Constitución de 1961 fue aprobada con un gran consenso. La Comisión Redactora estuvo compuesta por personalidades que pensaban, todas, muy distinto. La presidieron Raúl Leoni, que era presidente del Congreso, y Rafael Caldera, que era el vicepresidente. Además la integraron: Arturo Uslar Pietri, Luis Beltrán Prieto Figueroa, Jesús Farías, Gustavo Machado, Guillermo García Ponce, José Guillermo Andueza, Orlando Tovar Tamayo, Ramón Escovar Salom. En aras de la paz y el desarrollo del país, aquellos hombres con pensamientos disímiles lograron ponerse de acuerdo y redactaron una Constitución que, quizá por eso, es la que más tiempo ha permanecido en vigencia.
-Ahora mismo, Chávez insiste en la reelección indefinida.
-Está visto que el propósito fundamental de la reforma no era la reducción de la jornada laboral, ni eran los derechos sociales, sino la reelección indefinida del Presidente. El pueblo ya decidió y eso no se puede volver a plantear durante este período.
-¿Ni siquiera por la vía de una enmienda constitucional?
-No, porque es una de las materias que fue rechazada en la reforma constitucional. Sería una burla a la decisión soberana del pueblo.
-Si no hay rectificación, lo único que se puede presagiar es más confrontación, más violencia.
-Así es. Yo creo que la insistencia del Presidente, en su Mensaje Anual, al plantear la reelección indefinida, aleja totalmente la posibilidad de una reconciliación. Nos acerca a unos estados de violencia que nadie desea.
-Iniciativas sin duda plausibles, como la amnistía, se han visto frustradas. Es un perdón cargado de espinas, que preserva odios y divide.
-Si algo está en la esencia de la amnistía, es que es un perdón general. La figura de la amnistía siempre ha estado dentro de la reserva legal, es decir, sólo puede decidirse a través de una ley. Una de las cosas malas de la Constitución del ’99 es que le otorgó demasiadas facultades al Presidente, quien puede dictar leyes habilitantes. En la Constitución del ’61 solamente era posible la habilitante para las materias económicas o financieras. Ahora al Presidente se le habilita para cualquier cosa. Puede reformar la Ley de Patronato Eclesiástico, o la Ley de Menores, si quiere. Él dictó una Ley de Amnistía discriminatoria, chucuta. Cuando hay una amnistía es para todos aquellos que supuestamente han cometido un delito con un mismo hecho generador. Si son los hechos del 11 de abril, todos los que están incursos en los posibles delitos perpetrados en esa ocasión.
-Porque se despenaliza el hecho en cuestión.
-Por supuesto, se está diciendo: ahí no hubo delito. Ese hecho no generó delito.
-La Fiscalía acentuó la discriminación, al asumir el papel de filtro para la concesión del beneficio. Y dicta sentencia anticipada, cuando dice que el perdón presidencial no aplica en el caso de los ex comisarios.
-Pero es que eso no le corresponde a la Fiscalía. Eso es materia exclusiva de la función jurisdiccional del juez. Los ex comisarios no cometieron delitos de lesa humanidad, que es una agresión generalizada y sistemática contra los derechos humanos. Por cierto, el 11 de abril murieron diecinueve partidarios de la oposición, y creo que no serían más de tres o cuatro los afectos al oficialismo. Por supuesto, toda muerte es lamentable.
-Es aberrante que en el país estemos sacando este tipo de cuentas.
-Así es. Pero valdría la pena preguntarse también quiénes son los responsables de los diecinueve muertos de la oposición.
-No hay igualdad ante la ley. ¿Qué tribunal se atrevería a darle la razón a Nixon Moreno, cuando el Presidente desde la Asamblea Nacional lo llamó delincuente y fustigó a la Iglesia por darle asilo?
-Eso es muy grave. Una de las disposiciones más importantes contenidas en la Constitución es que se presume la inocencia mientras no se pruebe lo contrario.
-Ese principio desapareció.
-Desapareció ayer, cuando el Presidente, en el Hemiciclo de la Asamblea Nacional, delante de toda la representación nacional, delante de todo el cuerpo diplomático, en cadena nacional, dice que Nixon Moreno es un delincuente. El Presidente violó la Constitución, se convirtió en juez.
-Hace rato se convirtió en juez.
-Bueno, sí, pero es que ahora lo hizo de una manera insólita, descarada. Además, calificó el asilo que otorga la Nunciatura Apostólica como una complicidad. El que califica el asilo es el estado asilante. Yo sentí vergüenza nacional cuando el Presidente se dirigió en esos términos al Nuncio Apostólico.
-¿El Presidente ha hablado de revisión y rectificación? ¿Se puede rectificar sin revisar una conducta?
-Yo creo que no habrá revisión ni rectificación. Para rectificar en primer lugar tengo que revisar, para admitir que me he equivocado.
-Pareciera que Chávez sólo desiste por instantes.
-El Presidente no rectificará nunca. La rectificación significaría el reconocimiento del adversario, y él tiene un proyecto hegemónico.

La culpa al elegir

-Mientras esta diatriba se mantiene encendida, los problemas fundamentales del país siguen intactos, y con tendencia a agravarse. La inseguridad, el desabastecimiento. Los servicios públicos dan dolor. La construcción de viviendas está casi en cero. La corrupción alcanza niveles pasmosos.
-Gobernar es una función muy difícil, que requiere dedicación, estudio, análisis, reunirse con mucha gente, ver experiencias en otras latitudes. Requiere además saber escoger y seleccionar a quienes van a estar alrededor. No pasa de cincuenta el número de personas con las cuales el Presidente ha enrocado su gabinete. El único propósito es el de perpetuar un régimen hegemónico, personalista, autoritario, militarista, socialista, marxistoide.
-El Presidente produce esos cambios para reforzar la idea de que la responsabilidad del mal gobierno es de sus colaboradores, no de él. Ha logrado que el pueblo lo exonere de culpas.
-Hay una figura jurídica bien interesante. Es la culpa in eligendo, o al elegir. Cuando yo elijo a alguien para una actividad y no la desempeña bien, no sólo es culpable esa persona sino también quien la escogió.
-Si algo no se le puede dejar de reconocer a este gobierno es su audacia. El año pasado pronosticó una inflación de 12 por ciento y fue del 22.5 por ciento. Después de tal descalabro, el nuevo ministro de las Finanzas anuncia para este año, aún con una incertidumbre mayor, una inflación del 11 por ciento.
-Yo no sé si llamar eso audacia. Eso pareciera más bien una especie de reincidencia en el deseo de engañar a la población. Yo he pensado en estos días que Venezuela necesita una revolución de la verdad. Que digamos siempre la verdad. El gobierno está inmerso en una revolución de pacotilla, desperdiciando el talento, el esfuerzo, el estudio, la investigación de tantos venezolanos que pudieran aportar mucho para la solución de los grandes problemas.

¿Frente a quién estamos?

-Chávez ha dicho en estos días su verdad respecto a las FARC. Ha dejado al descubierto su simpatía, su afinidad con la guerrilla.
-Ya teníamos ese temor, no había necesidad de que lo dijera. Bastaba ver al ministro Rodríguez Chacín, despidiéndose de los guerrilleros, cuando recogió a las secuestradas. Ya sabemos frente a quién estamos.
-Ahora resulta que ni las FARC ni el ELN son terroristas.
-Para el Presidente es un ejército insurgente.
-Y no habla de secuestrados sino de retenidos.
-Imagínate tú. Es evidentísimo que esas gentes son terroristas. Hace poco mataron a once diputados. Los mataron a sangre fría. ¿Recuerdas aquel asalto a la Corte Suprema de Justicia de Bogotá, cuando murió un buen número de magistrados? El pueblo colombiano se ha desangrado por esa lucha tan triste y tan lamentable. Ahora, Chávez le pide a Uribe que dialogue con las FARC, pero él no es capaz de dialogar aquí con sus adversarios. No sólo con sus adversarios políticos. ¡Con nadie!
-Parece que Uribe estaba muy bien informado, para actuar como actuó.
-Cuando Uribe dijo que el niño que tenían era Emmanuel, entendí que él estudia muy bien las cosas, va sobre seguro. Él debe tener una información que le permite saber exactamente la vinculación de Chávez con la guerrilla, y el propósito de cada uno de sus pasos.
-En el momento del rescate de Clara Rojas y Consuelo González, el ministro Rodríguez Chacín le dijo a los guerrilleros: "Estamos muy pendientes de su lucha (...) Mantengan ese esfuerzo y cuenten con nosotros".
-Más claro, el agua. Ahí está todo. ¿Qué significa “cuente con nosotros”? ¿Habla de respaldo logístico, económico, militar? Eso nos abre una interrogante terrible. ¿Es Venezuela, efectivamente, el territorio de expansión de la guerrilla colombiana?
-¿Qué visión del mundo tiene Chávez? Mientras aquí todos somos fascistas, delincuentes, lacayos del Imperio, Gouveia, aquel pistolero de la plaza Francia, es un señor. El chacal, un amigo. Las FARC, unos soñadores. El presidente de Irán, un paladín de la paz.
-Los venezolanos tenemos un gran reto, el de no permitir que este gobierno nos lleve por ese terrible despeñadero. Tenemos que hacer un esfuerzo muy grande. Chávez nos arrastra hacia situaciones impredecibles, desastrosas.

El rayón de un hombre honorable

-¿Recuerda haber sido profesor del gobernador Reyes Reyes?
-El gobernador fue mi alumno, efectivamente.
-¿Dónde?
-En el Decanato de Administración de la UCLA. Yo a todos mis alumnos los recuerdo con mucho aprecio. Él, por cierto, llegaba con su vestimenta de aviador. Él me decía que en diez minutos iba del aeropuerto de Barquisimeto al Golfo de Venezuela y que en ocho minutos llegaba a Palo Negro. A mí me parecían emocionantes todas esas cosas.
-Él, al parecer, no le guarda el mismo cariño.
-He opinado que el nombramiento del hijo del gobernador en el cargo de presidente del Consejo Legislativo es contrario a la ética. Te voy a dar un ejemplo que quizá haga entender mejor el asunto. En la universidad, en varias ocasiones, algunos profesores que impartían la misma materia que a mí me correspondía, me pidieron que les diera clases a sus hijos. Incluso uno me pidió que le diera clases a su esposa. Les proponían que cambiaran de sección, para no tener que evaluarlos, por esas razones subjetivas, afectivas. En el fondo, era por razones éticas. Esa es la misma razón por la cual el hijo del gobernador no puede ser presidente del parlamento. La moral son esas normas no escritas que están en la conciencia y en el corazón de las personas.
-El gobernador llama “tarados” a quienes critican el nombramiento de su hijo. Diagnosticó que usted sufre del mal de Alzheimer.
-Lamentablemente el régimen no responde las ideas con ideas, sino con agravios. Yo creo que no le interesa a nadie, ni al país ni a la sociedad, por ejemplo, que Joel Rodríguez pueda tener Alzheimer. Pero sí tiene interés para todos que el Estado se conduzca correctamente. Los que conducen una sociedad son quienes más ejemplo deben dar. Te contaré otra anécdota ilustrativa. Una vez el doctor Argenis Román rayó con su carro el mío, en el estacionamiento de la universidad, que es muy estrecho. Y aunque nadie lo había visto, no se movió de allí, hasta que yo llegué y me informó del incidente. Eso hace una persona honorable. Esa es una conducta ética. A mí sólo se me ocurrió decirle que era un honor que un hombre como él me hubiese rayado el carro. Eso es lo que los venezolanos le exigimos a quienes nos quieren conducir.

¡Tantos candidatos!

-¿Qué pasará, a su juicio, en las elecciones de noviembre?
-Si nos cohesionamos, si nos unificamos, podemos ganar muchas gobernaciones y alcaldías.
-¿Nos podríamos dar el lujo de verlo a usted como candidato?
-Entiendo que lo dices de buena fe, pero a mí me preocupa la proliferación de candidatos. Eso confunde a mucha gente. Agregar otro nombre, es sembrar más confusión. Yo no quiero complicar con ni nombre el panorama, pero sí quiero ayudar. Yo exigiría que nos pusiéramos de acuerdo, en un solo nombre.
-¿Cuál sugiere usted?
-En estos momentos no tengo ninguno. He visto varios nombres. A mí me parece muy respetable, muy serio, el profesor Pedro Pablo Alcántara. Es un hombre con una gran experiencia política, con una gran cultura. Creo que podría ser un excelente gobernador del estado.
-Y, ¿para alcalde?
-No quisiera mencionar nombres, pero he visto, por ejemplo, en Palavecino, que han surgido candidatos muy buenos. A ver, los voy a mencionar en orden alfabético: Henry Alviárez. Sería un excelente alcalde. Manuel Cols. Sería un excelente alcalde. Ambos son profesionales, trabajadores, serios. También se menciona a un personaje que me parece de mucha envergadura: Rafael Rodríguez Parra, quien fue juez. Por cualquiera de ellos tres votaría con el más grande de los gustos.
-¿Qué va a hacer la oposición con Henry Falcón?
-Henry Falcón no es de la oposición. Me ha llamado mucho la atención, observando a Henry Falcón, que el chavismo le ha dado muy duro, pero él se aferra al chavismo. Este señor, que no goza de las simpatías de Chávez, persiste en poner su figura al lado del Presidente. A mí eso no me gusta.
José Angel Ocanto



¿Qué pasó el 2-D?

-Yo todavía no sé cuál fue el resultado del dos de diciembre. Pero tampoco sé cuál fue el resultado electoral definitivo de hace dos años, cuando se eligió la Asamblea Nacional.
-¿Usted duda de las cifras oficiales?
-Yo sí dudo. Yo quisiera tener la información, mesa por mesa, para ver cuál fue el resultado verdadero. Yo he preguntado y en la oposición me han respondido siempre con evasivas. Me dicen que por ahí está lo que dice el CNE. Un momentico, eso tiene que ser publicado, tenemos que verlo. Hace poco decía Ezequiel Zamora que dos mil mesas no fueron escrutadas.
-Todavía cuesta creer que el CNE haya proclamado la derrota de Chávez.
-Es que yo creo que el volumen de votos a favor del NO fue abrumador. Yo no creo que haya sido esa pírrica victoria que señaló el CNE. Súmate dijo que la diferencia fue entre seis y ocho puntos. Cuando un gobierno tan difícil como este reconoce una derrota, es porque la diferencia fue mayor.
JAO


lunes, 17 de diciembre de 2007

Entrevista a José Ángel Ocanto

"Me preocuparía que los lectores
me persiguieran y el poder me aplaudiera"


(Entrevista publicada en la revista Gala, el 9 de diciembre de 2007)

José Ángel Ocanto es un periodista que no muestra a primera vista la capacidad demoledora de su pluma. Sin embargo, cuando escribe en plan crítico sobre los problemas del país, JAO es implacable y pone el acento donde debe ponerlo, sin otra concesión que la que dicta su conciencia y su responsabilidad como ciudadano.
Alguien dijo una vez que José Ángel Ocanto y su Campanas en el Desierto son los guardianes, los centinelas de la democracia en Venezuela. Una vez le gritaron: ¡Valiente, valiente! y JAO ni se inmutó. Le parecía demasiado para un periodista que sólo cumple con su deber.
-¿Qué sonido tienen las Campanas en el Desierto?
-No hay nada más multifacético que una campana. Unos poetas resaltan su acento umbrío. Otros lo asocian con la atmósfera de diciembre. Hemingway, quien acabó suicidándose, nos recordó que las campanas doblan por uno. Baralt escribió que una buena crónica periodística es como una campana en enero. Para mí la campana es un grito que asocia al hombre con sus dioses.
-¿Siente que la respuesta de sus lectores es positiva?
-La campana me ha dado de todo. Alegrías, sustos. Gracias a la campana me han dicho cosas muy bellas los lectores, mientras el poder me ha amenazado. Creo que está bien así. Lo inaceptable para mí hubiese sido que los lectores me persiguieran y el poder me aplaudiera.
-¿Cómo convencer a un chavista para que escuche bien el alerta de sus campanas?
-Un chavista no es un ser distinto, un fenómeno. Sólo que ha estado encandilado por un mensaje populista, delirante, por el carisma de un demagogo sin escrúpulos.
-¿Le gusta la política como oficio?
-Me gusta orbitar la política. Es decir, sentir sus vibraciones. Me gusta de la política que sirve para tomar decisiones. Esa es la parte mágica y estimulante del asunto. No me gusta de la política su necesidad implícita de mentir. La política es para mí exactamente como un volcán. Un formidable espectáculo sólo para ver desde lejos.
-¿Es verdad que todos los políticos despiertan sospechas?
-Por lo general, sí. He conocido dos o tres dirigentes políticos realmente nobles, con ideas bien formadas, y dispuestos a darlo todo por el bienestar de los demás. Muy pocos políticos sienten necesidad de cultivarse. Muy pocos leen. Nunca se les ve en una sala de teatro. Otra cosa que me incomoda de ellos es cómo cambian y se tornan inaccesibles cuando están en el poder.
-¿En política vale todo?
-No debería, pero es así. Fíjate que son escasos los líderes que se atreven a llevarle la contraria a la opinión pública. ¿Será porque aquí tampoco hay opinión pública?
-¿Cuál ha sido el político más interesante para usted, hablando periodísticamente?
-Churchill, quien planteó que el problema de nuestra época consiste en que sus hombres no quieren ser útiles sino importantes. En Venezuela, José María Vargas.
-¿Y el menos atractivo para una entrevista?
-Freddy Bernal.
-¿El periodismo le quitó a JAO la oportunidad de consolidarse como escritor?
-Esa es la generosa tesis del paisano Juan Páez Ávila. Quizá el periodismo me salvó de escribir malos libros.
-¿Su mejor campanada?
-“Con nuestros hijos no se metan”.
-¿Le gusta tomarse un trago para reducir tensiones?
-Me gusta tomar cuando estoy alegre. Me gusta tomar para festejar, no como escape.
-¿Lo campanea o simplemente se lo toma y ya?
-Campaneo. Nunca tomo un trago solo. Una buena compañía es fundamental.
-¿El amor está reñido con la política en este país?
-El político traiciona a todos porque sólo se casa con el poder.
-¿Y el periodismo?
-El periodismo es una forma de amar y de dejar una descendencia en el papel.
-A usted no lo atrae ni el fútbol ni el béisbol, ¿en qué se entretiene cuando no escribe?
-Me da pena decirlo, pero el béisbol me aburre. El fútbol me atrae sólo en los mundiales. Me gusta más el atletismo. Cuando no escribo, leo, oigo música.
-Dígame el nombre de un Presidente que se haya merecido el cargo en Venezuela.
-Rómulo Betancourt.
-¿Qué cosa hubiera dicho Bolívar si resucita mañana?
-Habría pedido que lo bajaran de las estatuas, porque lo vuelven rígido, inexpresivo. Habría reclamado con amargura la deformación que entraña el término “bolivariano”.
-¿Que entiende como socialismo del siglo XXI?
-Una lastimosa mezcla de payaserías y de lecturas inconexas, fuera de contexto y sin rigor histórico.
-¿Cómo llamaría lo que estamos viviendo los venezolanos en este momento?
-Es una lección que estamos obligados a asimilar, para no repetir jamás los vicios del pasado que nos trajeron hasta aquí.
-¿Cree en Dios y en la Divina Pastora?
-Siento la infinita y devota necesidad de creer.
LRM


Discurso


Discurso de José Ángel Ocanto
En Solemne Acto Académico
de la XII promoción de Bachilleres en Ciencias Año 2007
Unidad Educativa Francisco Tamayo.
Cabudare, 26 de junio de 2007


En primer término, debo agradecer profundamente el alto honor que me ha sido inmerecidamente concedido, al tener la oportunidad de dirigirme a ustedes, nuevos bachilleres de la república, en este, no definitivo, pero sí trascendente, y fundamental escalón que dan en su formación académica y en sus vidas.
Llegan hasta aquí gracias a la suma de varios factores esenciales, que deben ser destacados, en nombre de la justicia. Primero, el amor de sus padres, comprometidos como nadie en los giros que habrá de dar la existencia que recién comienzan, en los pasos que emprenden ahora hacia los candiles insomnes de la realización, en búsqueda del objetivo supremo de la excelencia, de la aptitud, en fin, del ser útiles. Además, celebran hoy este temprano galardón, en virtud de la orientación cercana, experta y humana, de sus profesores. Igualmente, por la materialización del deber que resulta ineludible para un Estado, y para una sociedad, consustanciados en cualquier circunstancia histórica con la ilustración de cada uno de sus ciudadanos, en la tarea de brindarles, a todos, en la medida de sus talentos y vocaciones, las herramientas esenciales que les permitirán afrontar los desafíos de un futuro siempre incierto, siempre nebuloso, siempre por descubrir, siempre por construir.
Porque es falso que exista un destino ya prefigurado, del que no nos podemos zafar. Es falso que no tengamos más remedio que resignarnos a ser simples briznas en los vientos de una predestinación frente a la cual no nos queda opción sino la de cumplir lo ya dispuesto por fuerzas e intereses superiores y extraños.
Sería esa una triste suerte para el hombre de cualquier época. Para el de las edades pretéritas, así como para el de hoy, pleno de progresos tecnológicos y de hallazgos científicos hasta hace apenas unas horas desconocidos, impensados.
Nadie, por ejemplo, predijo los drásticos cambios que en la segunda mitad del siglo pasado y en los albores del presente, se derivarían de la prodigiosa red informática que nos convirtió, de pasajeros de carruajes, trenes o aviones, en internautas capaces de profanar todas las fronteras, y de sorber a punta de teclados y de chips, todas las culturas, con sus luces y sombras. Preparados o no, de repente somos los ocupantes de la una vez profetizada aldea global.
La historia nos enseña que la extraordinaria fuerza de un pensamiento, de una lucha, de una causa abrazada con denuedo, ha sido capaz repetidamente de modificar los rumbos y sentidos del planeta, y de las culturas, unas veces para bien, como en el caso de Mahatma Gandhi, el de la no-violencia, otras para mal, como en el terrorífico ejemplo del genocida füher Adolfo Hitler.
Han escogido ustedes para esta XII promoción de Ciencias de la Unidad Educativa Francisco Tamayo, un nombre que, más allá de las consignas o banderas políticas, entraña un valor substancial: el de la moral que, junto a las luces, en el ideario robinsoniano, deberían irradiar “todos los espacios, en todos los momentos”.
Hace años una “Carta abierta a la juventud de hoy”, de André Maurois, me inculcó una certidumbre que en este momento deseo transmitir a ustedes, en instante tan solemne, imborrable, como fuente de un precioso saber. Rebatía el filósofo, a sus ochenta años, la esparcida idea de que “los viejos valores morales han ido a reunirse con las viejas lunas”.
“¿Un alma nueva en un cuerpo nuevo?”, se preguntaba Maurois. “No creo tal cosa”, advertía de seguidas. “¿No tenemos nosotros un corazón, un hígado, arterias, nervios, como los hombres de Cro-Magnon? En cuanto al alma, los valores morales no han sido inventados por seniles moralistas. Son valores, porque sin ellos no podrían sobrevivir ni la sociedad ni la dicha”.
Y planteaba el maestro una serie de reglas, tan antiguas como la civilización, decía. La tercera es una en la cual pretendo detenerme, a propósito. Se trata de “creer en el poder de la voluntad”. Porque, adicionaba el citado autor, “cualquiera que tenga el valor de quererlo, puede modificar su propio destino (…) La libertad vive en la frontera entre lo posible y la voluntad”.
No se trata, claro, decimos nosotros, ahora, de una voluntad ciega, improvisada. No todos los voluntarismos son garantía de un mañana mejor, de una vida más digna y edificante. No todas las iniciativas, por apasionadas o bien intencionadas, conducen al fortalecimiento de la paz, de la justicia, del brillo del respeto a las ideas, las semejantes igual que las ajenas. Ni, tampoco, por cierto, es la sumisión colectiva la actitud que evitará los excesos o deformaciones.
Corresponde, por tanto, a los jóvenes, convenir en que más que esperanzas para un mañana que, postergado una y otra vez fatalmente nunca habrá de ser alcanzado, son, ya, los convocados a asumir, en el presente, sin más dilación, las premuras, las encomiendas, de una patria en la que tanto hay por hacer, en la que tanto hay por corregir, en la que tanto hay por soñar.
Creer en el poder de la voluntad comporta no dejarse arrastrar, un segundo más, por la indiferencia, por el alegre desdén. Traduce entender el crimen que se comete al dilapidar los ardores que estremecen al alma joven. Sin el ánimo de desconocer que cada etapa de la vida depara sus disfrutes propios, y lícitos, sal y jugo de la existencia, ¿cómo desperdiciar tan caro combustible en el arrebato infecundo, en el delirio yermo, en los días descontados sin novedad? Los signos del corazón palpitante de una nación no son cosa sólo de viejos. La experiencia de unos, al lado del ímpetu de otros, calzan, sin duda, la combinación exacta para avanzar con más fuerza y menos sobresaltos, en los derroteros que nos aguardan, o mejor, muchachos, que ya transitamos.
Derroteros que claman por participación, por acceso ancho a la posibilidad de influir en la toma de las decisiones públicas. ¿Acaso no nos afectan a todos? ¿Acaso no influirán en la calidad de vida de la actual generación, como de las venideras? ¿Acaso alguien, en particular, puede arrogarse la potestad de disponer con qué ojos debemos mirar al mundo, y con qué ideas o prejuicios debemos concebirlo, y entendernos nosotros mismos?
Formar los republicanos, una vez alcanzada la Independencia, como clamaba lúcidamente don Simón Rodríguez, es una tarea aún pendiente, y cuánto. Y si dentro de un cuarto de siglo habremos de estar lejos, o un poco más cerca, de coronar ese propósito, dependerá en buena medida, sépanlo, de ustedes. Las ópticas y doctrinas diametralmente contrapuestas que pugnan en el país actual, dibujan en el horizonte cercano una incógnita severa que sólo puede ser acometida con una prudente pasión. Pasión para echar a andar, siempre, prudencia para no dar saltos en el vacío, jamás.
Rían, vivan, disfruten. Y, estudien, fórmense. Sean capaces de recrearse y también de pensar. Entiendan que cada época que vivimos es más exigente que la anterior. No dejen de gozar la juventud, delicia pasajera, pero entiendan que la vida no es una eterna fiesta, atiborrada de zumbidos que nada les dicen al oído, de simplezas que nada les dicen al corazón. Triunfos y sinsabores, riesgos y amables sorpresas se alternarán en sus pasantías por estos suelos de Dios. El mismo Maurois les diría, si estuviera aquí, que estén prestos a vérselas con la traición de personas a quienes consideraban amigas, pero, asimismo, a encontrar “en medio de las tribulaciones, la abnegación más incomparada, el amor más delicado, la constancia en los seres que creían más indiferentes o frívolos”.
No esperen que nada les sea dado sin sacrificio. No aguarden que un día de estos descienda un prodigioso maná del cielo. No pretendan que nadie les prepare o reglamente el futuro. Gánenselo ustedes mismos. ¿De qué puede ser sinónimo la palabra joven, sino de rebeldía, de insatisfacción? Proporciónenle una causa, eso sí, a la rebeldía, para que tenga sentido, para que se vuelva razonable.
El mañana será de ustedes, sólo si ustedes quieren.
Muchas gracias.

Esto va a terminar cerrado

Marisabel Rodríguez



Pierda o gane, el Presidente, pierde. Pierda o gana, pierde. Si él llega a ganar, está perdiendo

Yo siempre he creído que Dios toca a un hombre malvado y lo vuelve bueno

Cuando estaba embarazada de Rosinés, me hicieron dos atentados

A mi padre le compraron la conciencia

En abril de 200 me dije: esto es el fin de algo y el comienzo de una historia que no va a terminar bien



Uno llega a la casa de Marisabel Rodríguez, la ex del presidente Hugo Chávez, en la urbanización Valparaíso, vía a El Cercado, buscando una mansión, una fortaleza rodeada de militares. (Hay tantas leyendas tejidas alrededor de ella).
El nombre de dos pequeñas viviendas unidas, bautizadas Bethania, es sólo el anuncio de una sala saturada de figuras religiosas. Un Cristo con sus manos abiertas, nos muestra la huella de los clavos, en el Gólgota. Cerca de un rincón, una fotografía mediana con marco dorado la muestra esplendorosa, envuelta en ese extraño glamour que asegura el poder. Y si afuera ni un solo policía la resguarda, aquí, adentro, por ninguna parte aparece un solo rastro del hombre que marcó su historia, y volteó su vida.
-Esta casa, y la de la granja, se llaman Bethania, porque yo en una oportunidad tuve una experiencia mística, allá en Bethania, en el estado Miranda, con una persona maravillosa, quien sólo se nos fue físicamente; porque ella continúa siendo una luz para mucha gente que la conoció. Hablo de María Esperanza de Bianchini, a quien le agradezco sus palabras de aliento en muchos momentos difíciles de mi vida. Fue en momentos en que estuve a punto de flaquear, de sucumbir.
-¿Qué momentos fueron esos?
-Antes del golpe de abril de 2002, bueno, no es que las cosas se pusieron mal ese día. Había muchísimas cosas con las que yo no estaba de acuerdo. Por ejemplo, en aquellos momentos, la conformación de los Círculos Bolivarianos. Pero no porque yo no crea en mis compatriotas que actúan de buena fe, sino porque no sabía para qué iban a ser utilizados en un futuro. Si eran redes con fines humanitarios no tenían por qué ser conformados bajo la arenga de la violencia. Cuando eso comenzó a forjarse, y hubo ataques a El Nacional, a mí me aterraba aquello. Me preguntaba si actuaban a motus propio, y era una violencia espontánea. Cuando pregunté se me aseguró que no, que eran lineamientos que venían de adentro. Entonces empecé a sentir un remordimiento muy grande. Luego quise asumir que era una especie de mal necesario.
-Los sucesos de abril le asignaron un papel estelar.
-Después del golpe, del 11, del 12, yo regreso el 13 a Caracas. Estuve dos días en Miraflores, y dije: esto es el final de algo, pero es el comienzo de algo. Algo que no me gusta. Se estaba comenzando bajo la premisa de que: vamos a anotar bien qué pasó, quiénes lo hicieron, cómo pasó, para así pasar facturas. Y fíjate que las facturas las vienen a pasar ahorita, tantos años después.
-Hay quienes dicen que, en abril, momentos antes de abogar a través de CNN por la integridad del Presidente, usted, ya aquí en Barquisimeto, estuvo a punto de estallar y decir muchas verdades, algunas de las cuales ahora está revelando.
-No, José Ángel.
-No es así.
-No, no. Es que quien me conoce a mí, sabe que no actúo viendo las oportunidades. Porque no tenía por qué venirme de Caracas en ese momento. Ese día de lo que yo sí estuve a punto fue de salir del país, para salvaguardar la seguridad de mis dos hijos y la de mi madre. Había visto tanto, tantas caras escondidas…
-¿Qué pasó después?
-Cuando vengo a Barquisimeto, me vengo convencida de que el Presidente había renunciado. Luego, cuando veo las imágenes del general (Lucas Rincón, entonces Inspector General de la Fuerza Armada) diciendo que efectivamente había renunciado, obviamente pienso que es verdad, y me vengo, a refugiarme en mi casa. Sabemos que no fue un proceso legal, ni normal. Fue un momento inconstitucional en la historia del país.
-¿Acepta que hubo vacío de poder?
-Hubo un vacío de poder, porque en ningún momento salió el vicepresidente diciendo: aquí estoy yo, señores, para lo que tenga que pasar. De manera que, estando yo en Barquisimeto, el Presidente, cuando habían pasado varias horas, me llama y me dice: yo no he renunciado. Quiero que hables y que lo digas al mundo. Yo le dije: ¿cómo voy a decirle eso al mundo, si hay la voz de un general, diciendo que renunciaste? Además, yo estaba sola. Él me dijo: ¿vas a arrugar ahora?, ¿te vas a echar para atrás?, yo sabía que no contaba contigo. Yo lo que hice fue pedir que lo dejaran salir, ante versiones según las cuales lo iban a matar, o que ya lo habían matado. Fue un acto humanitario.
-¿Lo sigue creyendo así?
-Yo creía que, ante tantos errores, después de ese trancazo, iba a reflexionar. En sus primeras palabras dijo que había un sincero y profundo deseo de rectificar los errores. Lo dijo, besando crucifijos. Yo siempre he creído que Dios toca a un hombre malvado y lo vuelve bueno.
-Y entonces volvió presurosa al regazo del poderoso y amante arrepentido.
-Yo vuelvo a Miraflores y empiezo a observar que las preguntas no eran: ¿qué te pasó, cómo estás?, sino, ¿a quién viste?, ¿quién se volteó? Yo había visto por la televisión que muchos en ningún momento defendieron a Hugo. Sólo trataron de defenderse a sí mismos, y salvaban su pellejo. Pero él les preguntaba a sus ayudantes qué había hecho fulano, y el otro. Lo que se advertía era una sed de venganza. Fue entonces cuando me dije: esto es el fin de algo y el comienzo de una historia que no va a terminar bien.
-La gente suele criticarla porque usted se deslindó del Presidente, sólo a partir del momento en que él la destituyó como presidenta de la Fundación del Niño. Antes lo convalidó todo, al menos con su presencia.
-Hablé ese día, pero accioné antes. Una manera de accionar, que la gente no la quiere ver, y la tiene allí, pero no le parece tan tangible, es el hecho de haberme venido de Caracas.
-Disculpe, pero ¿usted se vino o la vinieron?
-No, yo me vine. La demanda de divorcio la proceso yo, y de hecho, había una comunicación tan reducida que el señor Presidente se enteró de que yo me había venido, a través de la prensa. Hablé con mi hijo grande, la nena estaba más pequeña, hablé con mi mamá. Obviamente, hubo un sector de mi familia que se oponía. Claro, yo entiendo, no es lo mismo que digan que eres de la familia de fulanita, o familia de Marisabel.
-Después de separada del Presidente, usted siguió en la Fundación del Niño. De repente la sacaron. ¿Por qué?
-Cuando me caso. ¿Por qué ese pase de factura? Yo no necesitaba ser la esposa del Presidente para estar allí. Sólo necesitaba su aprobación o autorización.
-¿No serían celos? ¿El Presidente sabía de ese noviazgo suyo?
-Yo me imagino que él lo sabía, en el sentido de que este año no tuvimos comunicación, pero como tiene la seguridad de la nena aquí… Para entonces yo tenía un mínimo reducto de seguridad. No me apena decirlo, José Ángel. Un mínimo reducto son dos policías que me acompañaban a donde yo iba. Yo no me avergüenzo de decirlo, porque en este estado cualquier chino tiene cinco policías a quienes les paga para eso. Entonces, que la mamá de la hija del Presidente, un señor con tantos amigos y tantísimos enemigos, tuviese dos policías para acompañarla, no está demás. Porque esa niña es sujeto de seguridad de Estado.
-¿No tiene, en verdad, ninguna seguridad?
-Nooo. Desde el día en que me casé. Yo siento miedo. Cuando yo estaba embarazada de Rosinés, a mí me hicieron dos atentados. A mi chevette le cortaron el tubo de la liga de frenos y por poco me mato en la Ribereña. Luego, con ocho meses de embarazo, tuve un choque muy misterioso. Ahora, yo paso la hoja. Tú mejor que nadie sabes que no soy una persona revanchista, de odios o rencores.
-¿Es cierto que, estando casados, el Presidente la golpeó?
-Nunca. Nunca. Lo pudiera decir ahora, para dañarle la imagen al Presidente. Nunca.
-¿Qué le quitó y qué le dejó esa experiencia de Primera Dama?
-Me dejó mucho, y me quitó mucho. Si hago un balance, tengo que ser clara, tengo que ser honesta, y decir, mira, me dejó algo importante: estar allá adentro, vivir y ver las cosas que vi, y poder estar ahora de este lado. Tuve la oportunidad de ser constituyente, y aprendí muchísimo. En esta coyuntura, porque el llamado a referendo era ilegal, yo le pedí a Dios que me enviara una señal. No me quería sentir como una campana en el desierto, con su clan, clan, clan, y que nadie me oiga. Cuando oí al general Baduel hablando, me dije: ¡este es el momento!

Los escenarios factibles

-¿Qué escenario vislumbra usted para este domingo? ¿Acaso el triunfo de uno de los bloques sin una mayoría determinante? El liderazgo de Chávez perdió el abrumador aliento popular de antes. ¿Qué le espera a una Constitución reformada con tan débil respaldo, si es que gana el Sí?
-Esto va a estar cerrado. Una cosa te voy a decir: pierda o gane, el Presidente, pierde. Pierda o gana, pierde. Si él llega a ganar, está perdiendo.
-¿Cree que él reflexionará?
-En algún momento tendrá que sentarse a hacerlo. Él está imbuido de poder. El poder es adictivo. Es como el dinero, que mientras más tienes, más quieres. La Constitución le está diciendo a él en estos momentos cuáles son sus parámetros, y como no cabe en esos parámetros, quiere cambiarla, necesita cambiarla. Uno oye discursos como el de que: necesito llegar al poder para cambiar ciertas cosas. ¡Pero es que tú estás en el poder! ¿No puedes cambiarlas con lo que tienes? ¿Por qué después de nueve años, aquí no hay un sistema hospitalario digno de los venezolanos, ni redes de alimentación decentes? Es indigno hacer una cola de horas para comprar un kilo de pollo, y después ser marcado en un brazo para que no puedas comprar otro.
-El 13 de abril el Presidente regresó a Miraflores por el accionar militar de Baduel, por un lado, y su desgarrado grito en CNN, por el otro. Es fácil imaginar qué puede esperar el resto del país si precisamente ustedes dos están hoy en desgracia, frente al régimen.
-Somos los mismos dos, fíjate tú. Yo no me había dado cuenta de eso. Creo que pueden pasar cosas conmovedoras, porque no creo que los propios chavistas se quedarán inmóviles, indiferentes, al ver el pase de factura que a uno le hacen. ¿Tú crees que a uno como hija no le da dolor ver cómo a tu padre le compran la conciencia?
-El se puso del lado del Presidente. Dijo, en rueda de prensa, que Chávez es un hombre bueno. ¿Le compraron la conciencia?
-No pienso que lo compraron como tal. Pienso que está tratando de resguardar los intereses de la familia, de sus hijos, su hija, su esposa.
-¿Se refiere a intereses económicos?
-Sí, bueno, no sé, supongo. Nunca he permitido que algún familiar mío chupe del poder. Yo en una oportunidad tuve problemas fuertes con él, porque le pedí que se retirara de mi entorno. No me gustaba. No estoy de acuerdo con eso. Ahora, él sigue siendo mi padre. Le guste o no le guste, me guste a mí o no lo que él ha dicho.
-Esa experiencia suya no es única en el país. Muchas familias se han visto desintegradas. Hermanos enemistados, amigos que rompen…
-Parejas que se han divorciado. ¿Sabes dónde se ve mucho eso? En el mundo militar. Muchas esposas de militares no han estado de acuerdo con que a ellos se les someta y presione de esa manera. Ese es uno de los saldos rojos de este proceso. ¿De qué te vale tratar de construir un país equis, si destruyes miles de familias?, ¿de qué te vale ser el ideólogo de un mundo nuevo, si cerca de ti se han desmoronado tantas familias y tantas ilusiones?
-¿Es verdad que ese trauma suyo no fue en vano, que usted, al menos, quedó muy rica?
-Guao. No estoy mal. No es más feliz quien más tiene, sino quien menos necesita. Tengo una granja donde consigo la paz que no se consigue en veinte palacios de Miraflores, en veinte casonas. Donde se respira tanta paz, que el señor venía a respirar paz allí. Ahora, resuelta estoy, y si hay algo de holgura, mucho mejor. No soy dueña de Locatel, ni del gimnasio que dicen por ahí. No soy, justamente yo, la que cierra los centros comerciales cuando va a comprar. Eso se sabrá algún día. Que lo descubra el detective José Ángel Ocanto. Ahora, si uno puede mejorar y vivir dignamente, ¿por qué no? A mí me da risa la incoherencia de todo lo que se dice ahora. Que estás buscando un mundo mejor, pero le estás quitando la paz a la mitad del mundo. ¿Cómo vas a buscar un mundo mejor si sólo estás pendiente del enfrentamiento, de la pelea, del odio? ¡No puede ser!
-¿Desde cuando no ve Rosinés a su padre?
-Ay, ¡desde hace mucho tiempo!
-Una última pregunta, Marisabel. Usted debe saberlo. ¿Hasta dónde llega la influencia de Fidel Castro en Hugo Chávez?
-Hasta donde yo no puedo imaginar, y, fíjate, yo tengo una gran imaginación. Mira, si esto gana, será una bombita de tiempo nada más. Ni los chavistas van a soportarlo. Muchos apoyan eso pensando en que ahora les dan algo. Y, ¿es que ustedes no piensan que llegará el momento en que ya no los necesiten, como tontos útiles, y los pongan a un lado? Piensen qué no les puede pasar si a la mujer que le salvó la vida le pasa esto. ¿Por qué no se pasean por eso? Pueden decir, es que si yo hablo bien del Presi y lo apoyo, me pongo en la buena. Pero, si mañana, por alguna razón, tienen que disentir. Algún día que tengan que decir, hasta aquí, van a sufrir las mismas consecuencias. Hoy quizás reciben una ayuda, un terreno, un carro, un apartamento. Y yo les pregunto, ¿dónde están los papeles de propiedad de ese carro o de esa casa? ¿Dónde dice que ustedes son los dueños? Eres pisatario, o depositario, pero dueño no eres.

Esta vez no podrán

No quisiera, por nada del mundo, estar en los zapatos de la señora Tibisay, este domingo dos de diciembre, a eso de las 8 de la noche.
"¡Ay qué terrible ocho de la noche!/ ¡Eran las ocho en todos los relojes!", pudiera exclamarse, parodiando a García Lorca.
Será, más o menos, la hora en que se producirá la cadena de radio y televisión del "Poder Electoral", para anunciar los resultados de la jornada referendaria.
El pueblo, se dirá una vez más, atendiendo el libreto, "ha dado muestras de su proverbial comportamiento cívico". "La Venezuela democrática expresó su voluntad, recogida en consulta transparente, la más verificada en el mundo, como le consta y han certificado los actores". "La participación ciudadana ha vencido los negros augurios que se pretendió lanzar contra la única manera pacífica de solventar los conflictos, en democracia", apuntará la dama, su sonrisita postiza, fijos los ojos en el teleprompter de la cámara. Con esa cursilería oficial de moda dirá que el fallo de la mayoría deberá ser acatado por "todas y todos". Quizá se agregue, en procura de una estocada mortal, que "esta ha sido una victoria de la paz, y de la convivencia, por encima de las incitaciones de quienes pregonan salidas o aventuras violentas y el desconocimiento de las instituciones". Bla, bla, bla.
Esta vez la rectora asumirá una pose que pretenderá ser más digna, más sobria. En una palabra, neutral, ajena. Nada de las carcajaditas y cuchicheos que se permitió con Cilia, cuando ante las cámaras destiló una dulzura empalagosa. Ni asomos siquiera del rostro sulfurado e irascible que se colgó al recibir a los estudiantes. Con su lacia cabellera volteada desde hace algunas semanas hacia el lado izquierdo, como el pescuezo del caballo en el Escudo, qué casualidad, la chillona e impersonal voz de doña Tiby tratará de convencer a los "ciudadanos y ciudadanas" de este país, de que nada de cuanto está en juego tiene relación alguna con sus pareceres o creencias. ¿Qué demonios tiene que ver el triunfo del Sí, o del No, con sus ideales y pasiones?
Claro, ella cuando recibió el cargo juró que seguiría los pasos y la obra de Jorge Rodríguez. Es un dato que, objetivamente, no se puede poner de lado así como así, habida cuenta de la posición que hoy ocupa su antecesor. No hay, en el entorno del mandamás, nadie más histérico, afectado y desequilibrado, que aquel quien, antes de saltar a la Vicepresidencia, tenía por encargo dar garantías de rectitud en las elecciones, y sólo las atiborró de un misterio engorroso, inauditable. En sus manos una elección pasó a ser sinónimo de ocultación, de hilos clandestinos, de Registro Electoral impenetrable, nocturno, de pasos sin huellas, de máquinas inculcadoras de miedo, de la sensación de estar siendo observados, de listas canallescas. ¿Era sincero el psiquiatra cuando hablaba de consultas electorales blindadas (¿blindadas para qué, blindadas para quién?), o finge ahora, al berrear y agitar, vestido de rojo rojito de pies a cabeza? ¿Hay alguna prueba de que sus babosas devociones hacia el líder del proceso surgieron de repente, fuera ya del CNE?
Poco han cambiado las cosas, la verdad sea dicha. Es muy corto el trecho que hay desde aquella célebre y exquisita frase del psiquiatra-rector, dirigida a Salas Feo: "Señor Pollo, hay que saber perder", hasta las que estrenó este miércoles en la noche la señora Tibisay, nuevamente irascible, con flema similar a la de Iris Varela, al hablar de las "campañitas de rumorcitos", desplegadas por "pequeños grupitos", insignificantes, pues, que exigen garantías, refiriéndose al voto bajo protesta del Comando Nacional de la Resistencia. Y, encima, cuando, a escasas horas de que lo pidiera, justamente, el psiquiatra, dio cuenta, como si se tratara de un trámite rutinario más, entre tantos, que estaba procediendo a abrirle una averiguación administrativa a la Conferencia Episcopal Venezolana, por opinar que la reforma es "moralmente inaceptable", sin formar parte los obispos de ningún bloque.
La única explicación válida es que el régimen tiene el propósito de enlodar al Consejo Nacional Electoral, y hundirlo, si cabe, en un descrédito aún mayor, con tal de alentar la escapatoria menos riesgosa de cara a una derrota inminente: la abstención. Doña Tiby no puede desconocer algo elemental en extremo: no es preciso formar parte de un bloque para fijar una posición. Lo sabe, como sabía perfectamente a quién beneficiaba al prohibir la difusión de encuestas, en el instante en que se alinearon todas. Y si lo ha olvidado, aún está a tiempo de recordar que ella no está en la posición que desempeña para calificar las exigencias de pulcritud, sino para garantizarlas, vengan de quien vengan, así se trate de un "grupito". La lectura del principio según el cual usted está llamada a ser imparcial no forma parte de un "rumorcito". Es el estremecimiento de un país harto ya de engaños y humillaciones. Es un mandato implícito en la condición de todo árbitro. Es su obligación. Para eso está allí, y punto.
Esta es la razón, misia, que me mueve a no querer estar un solo segundo en sus zapatos el domingo, y menos aún cuando "en todos los relojes" sean las ocho de la noche. La comprendo. Entiendo sus nervios, su inestable humor. La cosa se le puso difícil. No puedo anticiparle que, conforme usted ordena, habré de "reconocer" por anticipado sus cuentas, antes de escarbar en ellas. Antes de distinguir si la Venezuela que usted dibujará esa noche se parece o no a la que desfila por las calles de barrios y urbanizaciones, vestida de indignación, de hartazgo, y de una angustia capaz de vencer todo el repertorio de groseras intimidaciones que ha empleado con arrebato el régimen, cansado, ya, de lanzar bombas, de maldecir, de aborrecer, de sudar resentimientos, de lanzar escupitajos, de arrastrar cuerpos que vuelven a levantarse, aún amoratados, sacudiéndose con intacta dignidad sus heridas y sus ascos.
Hablando de sus cuentas, misia, acabo de comprobar, por ejemplo, que Rodrigo Granda Escobar, el mismísimo "canciller" de las FARC, ese "caballero" como alguien gustaría en llamarlo, posee la cédula de identidad venezolana número 22.942.118 y en la página web de su CNE, aparece inscrito en el Registro Electoral Permanente. Podría votar en el Ciclo Diversificado José Félix Ribas, en la urbanización Bolívar, de La Victoria, estado Aragua. Antes, ya era del dominio público que el REP aumentó en un prodigioso 40 por ciento entre el año 2004 y el 2006. Y cómo no alarmarse, señora, ante otro "rumorcito", el de los miles de zulianos que no solamente nacieron en un mismo día, fecha que en adelante pudiera ser declarada Día Nacional de la Fecundidad; además se pusieron de acuerdo, todos, para anotarse en el Registro Electoral, justo al cumplir los treinta años de edad. Asombroso, ¿no?
Ahora, lo más sorprendente de este cuento es que la nación ha decidido ir a votar. Es un grito que surgió espontáneo, libre, resuelto, como portador de un desatado viento de libertad, agitado por el virginal coraje de los estudiantes. No hay amenaza ni ensañamiento que valgan cuando todo un país se levanta así, a un mismo tiempo, con la mirada centrada en un solo objetivo. La incredulidad no habrá de inmovilizarnos. ¿Tratarán de hacer chanchullos? Es lo más probable, pero sólo si nos expresamos estaremos en condiciones de reclamar. Y lo haremos sin vacilaciones. Callar, ahora, sería un acto de capital insensatez que arrastrará a las venideras generaciones. Este domingo iremos en masa, en perfecta formación. Jóvenes y viejos. Hombres y mujeres. Sin complejos. Las dianas que escucharemos a las 5:00 a.m. tendrán un melancólico sonido. Anunciarán la capitulación del propulsor de la violencia. Quién podrá soportarlo, y reducirlo, extraviado como está en sus arrebatos, en sus histriónicos desmadres. El principio es que ni legal ni políticamente se produce daño a terceros al ejercer un derecho, y el sufragio es un derecho humano. En esta ocasión es un deber moral. Un asunto de patria. Por tanto, nadie que vote en contra de la infamia habrá convalidado ningún engaño, si hay trampa. Esta vez no podrán. El 2-D tendrá un día después. Cante usted, exactamente, doña Tiby, lo que reza el veredicto popular, a la vista de todos. No se atreva a falsear, a torcer. Respete. No pida al país que confíe a ciegas, es usted la que debe actuar sin parcialidad.
Ahora usted entiende mejor, misia, por qué este domingo por nada del mundo quisiera estar en sus zapatos.

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Acerca de mí

Periodista. Jefe de Redacción del diario El Impulso, de la ciudad de Barquisimeto, Venezuela