No quisiera, por nada del mundo, estar en los zapatos de la señora Tibisay, este domingo dos de diciembre, a eso de las 8 de la noche.
"¡Ay qué terrible ocho de la noche!/ ¡Eran las ocho en todos los relojes!", pudiera exclamarse, parodiando a García Lorca.
Será, más o menos, la hora en que se producirá la cadena de radio y televisión del "Poder Electoral", para anunciar los resultados de la jornada referendaria.
El pueblo, se dirá una vez más, atendiendo el libreto, "ha dado muestras de su proverbial comportamiento cívico". "La Venezuela democrática expresó su voluntad, recogida en consulta transparente, la más verificada en el mundo, como le consta y han certificado los actores". "La participación ciudadana ha vencido los negros augurios que se pretendió lanzar contra la única manera pacífica de solventar los conflictos, en democracia", apuntará la dama, su sonrisita postiza, fijos los ojos en el teleprompter de la cámara. Con esa cursilería oficial de moda dirá que el fallo de la mayoría deberá ser acatado por "todas y todos". Quizá se agregue, en procura de una estocada mortal, que "esta ha sido una victoria de la paz, y de la convivencia, por encima de las incitaciones de quienes pregonan salidas o aventuras violentas y el desconocimiento de las instituciones". Bla, bla, bla.
Esta vez la rectora asumirá una pose que pretenderá ser más digna, más sobria. En una palabra, neutral, ajena. Nada de las carcajaditas y cuchicheos que se permitió con Cilia, cuando ante las cámaras destiló una dulzura empalagosa. Ni asomos siquiera del rostro sulfurado e irascible que se colgó al recibir a los estudiantes. Con su lacia cabellera volteada desde hace algunas semanas hacia el lado izquierdo, como el pescuezo del caballo en el Escudo, qué casualidad, la chillona e impersonal voz de doña Tiby tratará de convencer a los "ciudadanos y ciudadanas" de este país, de que nada de cuanto está en juego tiene relación alguna con sus pareceres o creencias. ¿Qué demonios tiene que ver el triunfo del Sí, o del No, con sus ideales y pasiones?
Claro, ella cuando recibió el cargo juró que seguiría los pasos y la obra de Jorge Rodríguez. Es un dato que, objetivamente, no se puede poner de lado así como así, habida cuenta de la posición que hoy ocupa su antecesor. No hay, en el entorno del mandamás, nadie más histérico, afectado y desequilibrado, que aquel quien, antes de saltar a la Vicepresidencia, tenía por encargo dar garantías de rectitud en las elecciones, y sólo las atiborró de un misterio engorroso, inauditable. En sus manos una elección pasó a ser sinónimo de ocultación, de hilos clandestinos, de Registro Electoral impenetrable, nocturno, de pasos sin huellas, de máquinas inculcadoras de miedo, de la sensación de estar siendo observados, de listas canallescas. ¿Era sincero el psiquiatra cuando hablaba de consultas electorales blindadas (¿blindadas para qué, blindadas para quién?), o finge ahora, al berrear y agitar, vestido de rojo rojito de pies a cabeza? ¿Hay alguna prueba de que sus babosas devociones hacia el líder del proceso surgieron de repente, fuera ya del CNE?
Poco han cambiado las cosas, la verdad sea dicha. Es muy corto el trecho que hay desde aquella célebre y exquisita frase del psiquiatra-rector, dirigida a Salas Feo: "Señor Pollo, hay que saber perder", hasta las que estrenó este miércoles en la noche la señora Tibisay, nuevamente irascible, con flema similar a la de Iris Varela, al hablar de las "campañitas de rumorcitos", desplegadas por "pequeños grupitos", insignificantes, pues, que exigen garantías, refiriéndose al voto bajo protesta del Comando Nacional de la Resistencia. Y, encima, cuando, a escasas horas de que lo pidiera, justamente, el psiquiatra, dio cuenta, como si se tratara de un trámite rutinario más, entre tantos, que estaba procediendo a abrirle una averiguación administrativa a la Conferencia Episcopal Venezolana, por opinar que la reforma es "moralmente inaceptable", sin formar parte los obispos de ningún bloque.
La única explicación válida es que el régimen tiene el propósito de enlodar al Consejo Nacional Electoral, y hundirlo, si cabe, en un descrédito aún mayor, con tal de alentar la escapatoria menos riesgosa de cara a una derrota inminente: la abstención. Doña Tiby no puede desconocer algo elemental en extremo: no es preciso formar parte de un bloque para fijar una posición. Lo sabe, como sabía perfectamente a quién beneficiaba al prohibir la difusión de encuestas, en el instante en que se alinearon todas. Y si lo ha olvidado, aún está a tiempo de recordar que ella no está en la posición que desempeña para calificar las exigencias de pulcritud, sino para garantizarlas, vengan de quien vengan, así se trate de un "grupito". La lectura del principio según el cual usted está llamada a ser imparcial no forma parte de un "rumorcito". Es el estremecimiento de un país harto ya de engaños y humillaciones. Es un mandato implícito en la condición de todo árbitro. Es su obligación. Para eso está allí, y punto.
Esta es la razón, misia, que me mueve a no querer estar un solo segundo en sus zapatos el domingo, y menos aún cuando "en todos los relojes" sean las ocho de la noche. La comprendo. Entiendo sus nervios, su inestable humor. La cosa se le puso difícil. No puedo anticiparle que, conforme usted ordena, habré de "reconocer" por anticipado sus cuentas, antes de escarbar en ellas. Antes de distinguir si la Venezuela que usted dibujará esa noche se parece o no a la que desfila por las calles de barrios y urbanizaciones, vestida de indignación, de hartazgo, y de una angustia capaz de vencer todo el repertorio de groseras intimidaciones que ha empleado con arrebato el régimen, cansado, ya, de lanzar bombas, de maldecir, de aborrecer, de sudar resentimientos, de lanzar escupitajos, de arrastrar cuerpos que vuelven a levantarse, aún amoratados, sacudiéndose con intacta dignidad sus heridas y sus ascos.
Hablando de sus cuentas, misia, acabo de comprobar, por ejemplo, que Rodrigo Granda Escobar, el mismísimo "canciller" de las FARC, ese "caballero" como alguien gustaría en llamarlo, posee la cédula de identidad venezolana número 22.942.118 y en la página web de su CNE, aparece inscrito en el Registro Electoral Permanente. Podría votar en el Ciclo Diversificado José Félix Ribas, en la urbanización Bolívar, de La Victoria, estado Aragua. Antes, ya era del dominio público que el REP aumentó en un prodigioso 40 por ciento entre el año 2004 y el 2006. Y cómo no alarmarse, señora, ante otro "rumorcito", el de los miles de zulianos que no solamente nacieron en un mismo día, fecha que en adelante pudiera ser declarada Día Nacional de la Fecundidad; además se pusieron de acuerdo, todos, para anotarse en el Registro Electoral, justo al cumplir los treinta años de edad. Asombroso, ¿no?
Ahora, lo más sorprendente de este cuento es que la nación ha decidido ir a votar. Es un grito que surgió espontáneo, libre, resuelto, como portador de un desatado viento de libertad, agitado por el virginal coraje de los estudiantes. No hay amenaza ni ensañamiento que valgan cuando todo un país se levanta así, a un mismo tiempo, con la mirada centrada en un solo objetivo. La incredulidad no habrá de inmovilizarnos. ¿Tratarán de hacer chanchullos? Es lo más probable, pero sólo si nos expresamos estaremos en condiciones de reclamar. Y lo haremos sin vacilaciones. Callar, ahora, sería un acto de capital insensatez que arrastrará a las venideras generaciones. Este domingo iremos en masa, en perfecta formación. Jóvenes y viejos. Hombres y mujeres. Sin complejos. Las dianas que escucharemos a las 5:00 a.m. tendrán un melancólico sonido. Anunciarán la capitulación del propulsor de la violencia. Quién podrá soportarlo, y reducirlo, extraviado como está en sus arrebatos, en sus histriónicos desmadres. El principio es que ni legal ni políticamente se produce daño a terceros al ejercer un derecho, y el sufragio es un derecho humano. En esta ocasión es un deber moral. Un asunto de patria. Por tanto, nadie que vote en contra de la infamia habrá convalidado ningún engaño, si hay trampa. Esta vez no podrán. El 2-D tendrá un día después. Cante usted, exactamente, doña Tiby, lo que reza el veredicto popular, a la vista de todos. No se atreva a falsear, a torcer. Respete. No pida al país que confíe a ciegas, es usted la que debe actuar sin parcialidad.
Ahora usted entiende mejor, misia, por qué este domingo por nada del mundo quisiera estar en sus zapatos.
lunes, 17 de diciembre de 2007
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- José Ángel Ocanto
- Periodista. Jefe de Redacción del diario El Impulso, de la ciudad de Barquisimeto, Venezuela
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