Marisabel Rodríguez
Pierda o gane, el Presidente, pierde. Pierda o gana, pierde. Si él llega a ganar, está perdiendo
Yo siempre he creído que Dios toca a un hombre malvado y lo vuelve bueno
Cuando estaba embarazada de Rosinés, me hicieron dos atentados
A mi padre le compraron la conciencia
En abril de 200 me dije: esto es el fin de algo y el comienzo de una historia que no va a terminar bien
Uno llega a la casa de Marisabel Rodríguez, la ex del presidente Hugo Chávez, en la urbanización Valparaíso, vía a El Cercado, buscando una mansión, una fortaleza rodeada de militares. (Hay tantas leyendas tejidas alrededor de ella).
El nombre de dos pequeñas viviendas unidas, bautizadas Bethania, es sólo el anuncio de una sala saturada de figuras religiosas. Un Cristo con sus manos abiertas, nos muestra la huella de los clavos, en el Gólgota. Cerca de un rincón, una fotografía mediana con marco dorado la muestra esplendorosa, envuelta en ese extraño glamour que asegura el poder. Y si afuera ni un solo policía la resguarda, aquí, adentro, por ninguna parte aparece un solo rastro del hombre que marcó su historia, y volteó su vida.
-Esta casa, y la de la granja, se llaman Bethania, porque yo en una oportunidad tuve una experiencia mística, allá en Bethania, en el estado Miranda, con una persona maravillosa, quien sólo se nos fue físicamente; porque ella continúa siendo una luz para mucha gente que la conoció. Hablo de María Esperanza de Bianchini, a quien le agradezco sus palabras de aliento en muchos momentos difíciles de mi vida. Fue en momentos en que estuve a punto de flaquear, de sucumbir.
-¿Qué momentos fueron esos?
-Antes del golpe de abril de 2002, bueno, no es que las cosas se pusieron mal ese día. Había muchísimas cosas con las que yo no estaba de acuerdo. Por ejemplo, en aquellos momentos, la conformación de los Círculos Bolivarianos. Pero no porque yo no crea en mis compatriotas que actúan de buena fe, sino porque no sabía para qué iban a ser utilizados en un futuro. Si eran redes con fines humanitarios no tenían por qué ser conformados bajo la arenga de la violencia. Cuando eso comenzó a forjarse, y hubo ataques a El Nacional, a mí me aterraba aquello. Me preguntaba si actuaban a motus propio, y era una violencia espontánea. Cuando pregunté se me aseguró que no, que eran lineamientos que venían de adentro. Entonces empecé a sentir un remordimiento muy grande. Luego quise asumir que era una especie de mal necesario.
-Los sucesos de abril le asignaron un papel estelar.
-Después del golpe, del 11, del 12, yo regreso el 13 a Caracas. Estuve dos días en Miraflores, y dije: esto es el final de algo, pero es el comienzo de algo. Algo que no me gusta. Se estaba comenzando bajo la premisa de que: vamos a anotar bien qué pasó, quiénes lo hicieron, cómo pasó, para así pasar facturas. Y fíjate que las facturas las vienen a pasar ahorita, tantos años después.
-Hay quienes dicen que, en abril, momentos antes de abogar a través de CNN por la integridad del Presidente, usted, ya aquí en Barquisimeto, estuvo a punto de estallar y decir muchas verdades, algunas de las cuales ahora está revelando.
-No, José Ángel.
-No es así.
-No, no. Es que quien me conoce a mí, sabe que no actúo viendo las oportunidades. Porque no tenía por qué venirme de Caracas en ese momento. Ese día de lo que yo sí estuve a punto fue de salir del país, para salvaguardar la seguridad de mis dos hijos y la de mi madre. Había visto tanto, tantas caras escondidas…
-¿Qué pasó después?
-Cuando vengo a Barquisimeto, me vengo convencida de que el Presidente había renunciado. Luego, cuando veo las imágenes del general (Lucas Rincón, entonces Inspector General de la Fuerza Armada) diciendo que efectivamente había renunciado, obviamente pienso que es verdad, y me vengo, a refugiarme en mi casa. Sabemos que no fue un proceso legal, ni normal. Fue un momento inconstitucional en la historia del país.
-¿Acepta que hubo vacío de poder?
-Hubo un vacío de poder, porque en ningún momento salió el vicepresidente diciendo: aquí estoy yo, señores, para lo que tenga que pasar. De manera que, estando yo en Barquisimeto, el Presidente, cuando habían pasado varias horas, me llama y me dice: yo no he renunciado. Quiero que hables y que lo digas al mundo. Yo le dije: ¿cómo voy a decirle eso al mundo, si hay la voz de un general, diciendo que renunciaste? Además, yo estaba sola. Él me dijo: ¿vas a arrugar ahora?, ¿te vas a echar para atrás?, yo sabía que no contaba contigo. Yo lo que hice fue pedir que lo dejaran salir, ante versiones según las cuales lo iban a matar, o que ya lo habían matado. Fue un acto humanitario.
-¿Lo sigue creyendo así?
-Yo creía que, ante tantos errores, después de ese trancazo, iba a reflexionar. En sus primeras palabras dijo que había un sincero y profundo deseo de rectificar los errores. Lo dijo, besando crucifijos. Yo siempre he creído que Dios toca a un hombre malvado y lo vuelve bueno.
-Y entonces volvió presurosa al regazo del poderoso y amante arrepentido.
-Yo vuelvo a Miraflores y empiezo a observar que las preguntas no eran: ¿qué te pasó, cómo estás?, sino, ¿a quién viste?, ¿quién se volteó? Yo había visto por la televisión que muchos en ningún momento defendieron a Hugo. Sólo trataron de defenderse a sí mismos, y salvaban su pellejo. Pero él les preguntaba a sus ayudantes qué había hecho fulano, y el otro. Lo que se advertía era una sed de venganza. Fue entonces cuando me dije: esto es el fin de algo y el comienzo de una historia que no va a terminar bien.
-La gente suele criticarla porque usted se deslindó del Presidente, sólo a partir del momento en que él la destituyó como presidenta de la Fundación del Niño. Antes lo convalidó todo, al menos con su presencia.
-Hablé ese día, pero accioné antes. Una manera de accionar, que la gente no la quiere ver, y la tiene allí, pero no le parece tan tangible, es el hecho de haberme venido de Caracas.
-Disculpe, pero ¿usted se vino o la vinieron?
-No, yo me vine. La demanda de divorcio la proceso yo, y de hecho, había una comunicación tan reducida que el señor Presidente se enteró de que yo me había venido, a través de la prensa. Hablé con mi hijo grande, la nena estaba más pequeña, hablé con mi mamá. Obviamente, hubo un sector de mi familia que se oponía. Claro, yo entiendo, no es lo mismo que digan que eres de la familia de fulanita, o familia de Marisabel.
-Después de separada del Presidente, usted siguió en la Fundación del Niño. De repente la sacaron. ¿Por qué?
-Cuando me caso. ¿Por qué ese pase de factura? Yo no necesitaba ser la esposa del Presidente para estar allí. Sólo necesitaba su aprobación o autorización.
-¿No serían celos? ¿El Presidente sabía de ese noviazgo suyo?
-Yo me imagino que él lo sabía, en el sentido de que este año no tuvimos comunicación, pero como tiene la seguridad de la nena aquí… Para entonces yo tenía un mínimo reducto de seguridad. No me apena decirlo, José Ángel. Un mínimo reducto son dos policías que me acompañaban a donde yo iba. Yo no me avergüenzo de decirlo, porque en este estado cualquier chino tiene cinco policías a quienes les paga para eso. Entonces, que la mamá de la hija del Presidente, un señor con tantos amigos y tantísimos enemigos, tuviese dos policías para acompañarla, no está demás. Porque esa niña es sujeto de seguridad de Estado.
-¿No tiene, en verdad, ninguna seguridad?
-Nooo. Desde el día en que me casé. Yo siento miedo. Cuando yo estaba embarazada de Rosinés, a mí me hicieron dos atentados. A mi chevette le cortaron el tubo de la liga de frenos y por poco me mato en la Ribereña. Luego, con ocho meses de embarazo, tuve un choque muy misterioso. Ahora, yo paso la hoja. Tú mejor que nadie sabes que no soy una persona revanchista, de odios o rencores.
-¿Es cierto que, estando casados, el Presidente la golpeó?
-Nunca. Nunca. Lo pudiera decir ahora, para dañarle la imagen al Presidente. Nunca.
-¿Qué le quitó y qué le dejó esa experiencia de Primera Dama?
-Me dejó mucho, y me quitó mucho. Si hago un balance, tengo que ser clara, tengo que ser honesta, y decir, mira, me dejó algo importante: estar allá adentro, vivir y ver las cosas que vi, y poder estar ahora de este lado. Tuve la oportunidad de ser constituyente, y aprendí muchísimo. En esta coyuntura, porque el llamado a referendo era ilegal, yo le pedí a Dios que me enviara una señal. No me quería sentir como una campana en el desierto, con su clan, clan, clan, y que nadie me oiga. Cuando oí al general Baduel hablando, me dije: ¡este es el momento!
Los escenarios factibles
-¿Qué escenario vislumbra usted para este domingo? ¿Acaso el triunfo de uno de los bloques sin una mayoría determinante? El liderazgo de Chávez perdió el abrumador aliento popular de antes. ¿Qué le espera a una Constitución reformada con tan débil respaldo, si es que gana el Sí?
-Esto va a estar cerrado. Una cosa te voy a decir: pierda o gane, el Presidente, pierde. Pierda o gana, pierde. Si él llega a ganar, está perdiendo.
-¿Cree que él reflexionará?
-En algún momento tendrá que sentarse a hacerlo. Él está imbuido de poder. El poder es adictivo. Es como el dinero, que mientras más tienes, más quieres. La Constitución le está diciendo a él en estos momentos cuáles son sus parámetros, y como no cabe en esos parámetros, quiere cambiarla, necesita cambiarla. Uno oye discursos como el de que: necesito llegar al poder para cambiar ciertas cosas. ¡Pero es que tú estás en el poder! ¿No puedes cambiarlas con lo que tienes? ¿Por qué después de nueve años, aquí no hay un sistema hospitalario digno de los venezolanos, ni redes de alimentación decentes? Es indigno hacer una cola de horas para comprar un kilo de pollo, y después ser marcado en un brazo para que no puedas comprar otro.
-El 13 de abril el Presidente regresó a Miraflores por el accionar militar de Baduel, por un lado, y su desgarrado grito en CNN, por el otro. Es fácil imaginar qué puede esperar el resto del país si precisamente ustedes dos están hoy en desgracia, frente al régimen.
-Somos los mismos dos, fíjate tú. Yo no me había dado cuenta de eso. Creo que pueden pasar cosas conmovedoras, porque no creo que los propios chavistas se quedarán inmóviles, indiferentes, al ver el pase de factura que a uno le hacen. ¿Tú crees que a uno como hija no le da dolor ver cómo a tu padre le compran la conciencia?
-El se puso del lado del Presidente. Dijo, en rueda de prensa, que Chávez es un hombre bueno. ¿Le compraron la conciencia?
-No pienso que lo compraron como tal. Pienso que está tratando de resguardar los intereses de la familia, de sus hijos, su hija, su esposa.
-¿Se refiere a intereses económicos?
-Sí, bueno, no sé, supongo. Nunca he permitido que algún familiar mío chupe del poder. Yo en una oportunidad tuve problemas fuertes con él, porque le pedí que se retirara de mi entorno. No me gustaba. No estoy de acuerdo con eso. Ahora, él sigue siendo mi padre. Le guste o no le guste, me guste a mí o no lo que él ha dicho.
-Esa experiencia suya no es única en el país. Muchas familias se han visto desintegradas. Hermanos enemistados, amigos que rompen…
-Parejas que se han divorciado. ¿Sabes dónde se ve mucho eso? En el mundo militar. Muchas esposas de militares no han estado de acuerdo con que a ellos se les someta y presione de esa manera. Ese es uno de los saldos rojos de este proceso. ¿De qué te vale tratar de construir un país equis, si destruyes miles de familias?, ¿de qué te vale ser el ideólogo de un mundo nuevo, si cerca de ti se han desmoronado tantas familias y tantas ilusiones?
-¿Es verdad que ese trauma suyo no fue en vano, que usted, al menos, quedó muy rica?
-Guao. No estoy mal. No es más feliz quien más tiene, sino quien menos necesita. Tengo una granja donde consigo la paz que no se consigue en veinte palacios de Miraflores, en veinte casonas. Donde se respira tanta paz, que el señor venía a respirar paz allí. Ahora, resuelta estoy, y si hay algo de holgura, mucho mejor. No soy dueña de Locatel, ni del gimnasio que dicen por ahí. No soy, justamente yo, la que cierra los centros comerciales cuando va a comprar. Eso se sabrá algún día. Que lo descubra el detective José Ángel Ocanto. Ahora, si uno puede mejorar y vivir dignamente, ¿por qué no? A mí me da risa la incoherencia de todo lo que se dice ahora. Que estás buscando un mundo mejor, pero le estás quitando la paz a la mitad del mundo. ¿Cómo vas a buscar un mundo mejor si sólo estás pendiente del enfrentamiento, de la pelea, del odio? ¡No puede ser!
-¿Desde cuando no ve Rosinés a su padre?
-Ay, ¡desde hace mucho tiempo!
-Una última pregunta, Marisabel. Usted debe saberlo. ¿Hasta dónde llega la influencia de Fidel Castro en Hugo Chávez?
-Hasta donde yo no puedo imaginar, y, fíjate, yo tengo una gran imaginación. Mira, si esto gana, será una bombita de tiempo nada más. Ni los chavistas van a soportarlo. Muchos apoyan eso pensando en que ahora les dan algo. Y, ¿es que ustedes no piensan que llegará el momento en que ya no los necesiten, como tontos útiles, y los pongan a un lado? Piensen qué no les puede pasar si a la mujer que le salvó la vida le pasa esto. ¿Por qué no se pasean por eso? Pueden decir, es que si yo hablo bien del Presi y lo apoyo, me pongo en la buena. Pero, si mañana, por alguna razón, tienen que disentir. Algún día que tengan que decir, hasta aquí, van a sufrir las mismas consecuencias. Hoy quizás reciben una ayuda, un terreno, un carro, un apartamento. Y yo les pregunto, ¿dónde están los papeles de propiedad de ese carro o de esa casa? ¿Dónde dice que ustedes son los dueños? Eres pisatario, o depositario, pero dueño no eres.
lunes, 17 de diciembre de 2007
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- José Ángel Ocanto
- Periodista. Jefe de Redacción del diario El Impulso, de la ciudad de Barquisimeto, Venezuela
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